Reducir la pobreza, impulsar la prosperidad y permitir la reactivación de las economías son temas que no sólo están en las agendas de ONG’s ni de los Estados. Sino también, en las de las entidades financieras multilaterales de la talla del Banco Mundial (BM) y la CAF.
Ahora bien, ¿Cómo plantean responder ante estos ítems? A partir de la inclusión financiera.
¿En qué consiste? Es el acceso que tienen tanto las personas como las empresas a una variedad de productos y servicios financieros útiles y asequibles que satisfacen sus necesidades, como por ejemplo, pagos y transferencias, ahorro, seguros y crédito, siempre y cuando sean prestados de forma responsable y sostenible.
De acuerdo al Banco Mundial, el acceso a una cuenta para transacciones es el primer paso hacia una mayor inclusión financiera, y es que permite a las personas guardar dinero y enviar y recibir pagos. Al mismo tiempo, sirve como vía de acceso a otros servicios financieros. “Por ello, garantizar que las personas en todo el mundo tengan acceso a una cuenta para transacciones es el pilar de la iniciativa sobre el acceso universal a servicios financieros para fines de 2020 (UFA2020) impulsada por el Grupo Banco Mundial”, afirman desde su página web. Para poner en números la problemática, de acuerdo al Banco Mundial, hasta noviembre de 2016, unos 2000 millones de adultos en todo el mundo no poseían una cuenta básica. De ellos, el 59% menciona la falta de dinero como la principal razón, esto significa que “los servicios financieros aún no son asequibles o no están diseñados para ajustarse a las necesidades de usuarios de ingreso bajo”, afirma la entidad. Al tiempo que menciona otros obstáculos que impiden abrir una cuenta: la distancia a la que se está de un proveedor de servicios financieros, la falta de documentación necesaria, la desconfianza en los proveedores y la religión.
¿Más datos? Por encima de 200 millones de microempresas y pequeñas y medianas empresas (mipymes), formales e informales, en las economías emergentes carecen del financiamiento adecuado para prosperar y crecer.
¿Las razones? La falta de una garantía y un historial crediticio, y la existencia de negocios informales.Ahora bien, si hay un sector que conoce de cerca la falta de productos y servicios financieros que respondan a sus necesidades es el agropecuario, pese a sus esfuerzos por seguir desarrollándose.
La tecnología, clave para democratizar las finanzas
El propio Banco Mundial afirma: “Las tecnofinanzas digitales, y en particular la propagación de los teléfonos móviles en el mundo, han facilitado que las poblaciones difíciles de alcanzar y las pequeñas empresas tengan acceso a servicios financieros a costos más bajos y con menores niveles de riesgo”.
¿Por qué? La entidad enumera una serie de factores, como la emisión de cédulas de identificación digital, que vuelven más sencillo abrir una cuenta. Así como también los pagos en efectivo digitales, que promovieron las cuentas para transacciones entre la población. O incluso, los servicios financieros móviles, que brindan un acceso conveniente, también para las personas que viven en zonas alejadas. Otra ventaja es que la mayor disponibilidad de datos relativos a los clientes les permite a los proveedores diseñar productos financieros digitales que se adaptan mejor a las necesidades de las personas no bancarizadas.
Impact lending: un modelo que promueve la inclusión financiera
En 2016, dentro del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se establecieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), también conocidos como Objetivos Mundiales, y que son “un llamado universal a la adopción de medidas para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad”. En total son 17 y están basados en los logros de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, aunque le sumaron nuevas esferas, como por ejemplo, el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible. Así como también, ponerle fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
Como se dijo más arriba, si hay un sector que conoce de cerca la escasez de herramientas de financiamiento es justamente el agropecuario. Esta limitación fue detectada, en 2009, por la firma Pago Rural, que se dedica al desarrollo de productos y servicios financieros no bancarios, pensados específicamente para el agronegocio. Y con una misión muy clara: crear valor en la cadena del agro mediante la implementación de modelos de negocios innovadores, eficientes y económicamente viables, a los que denominaron “Impact Lending”. Y que, como resultado, prevén la estimulación del desarrollo agropecuario de la región.
“Bajo el marco conceptual de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Impact Management Project y utilizando la ‘Teoría del Cambio’ como herramienta de autoevaluación, reconocimos que el impacto de largo plazo asociado a nuestra misión es: democratizar el acceso al financiamiento para así promover el desarrollo agropecuario”, explican.
Para ello, desde Pago Rural enfocarán sus esfuerzos en tres puntos. El primero tiene que ver con promover un mayor acceso a financiamiento considerando aspectos geográficos, de segmento, tecnológicos, incentivando la agricultura certificada y buenas prácticas agropecuarias. El segundo punto tiene que ver con catalizar el financiamiento de entidades financieras de desarrollo e inversión de impacto. Y, por último, apalancar la difusión de información sobre buenas prácticas agropecuarias y educación financiera.
Para que las empresas sepan poner en práctica los ODS con certeza, existen formas de medir el impacto social y/o ambiental de sus acciones. Una de ellas es a partir de las Normas sobre la Inversión de Impacto (IRIS, por su sigla en inglés). Se trata de un intento por generar un marco común para la definición, seguimiento e información del rendimiento del capital de impacto. Y organiza sus métricas según cual sea la parte de la cadena de valor que se desea impactar. Ya sea el medioambiente, la comunidad, los proveedores, la compañía, los distribuidores o los clientes.
“Primero debemos medirnos”, admiten los creadores de la fintech Pago Rural antes de hablar sobre el impacto que puede traer aparejado sus productos y servicios. Es por ello que trabajaron con la consultora especializada en medición de impacto Acrux Partners, con quienes “Identificamos puntos en donde se pueden generar ineficiencias, riesgos, oportunidades, y así pudimos tener una mirada más consciente de la huella que tiene nuestro negocio”, explican desde Pago Rural.
¿Cómo miden el impacto? A través de su propia plataforma, que les permite relevar los datos necesarios para ello. Y se basan tanto métricas estandarizadas de IRIS como en los Objetivos de Desarrollo Sostenible, los cuales aspectos sociales, ambientales y económicos; junto con métricas propias de los modelos financieros.
Así, la firma Pago Rural definió un total de 93 métricas de impacto. “Gracias a nuestra plataforma web de originación de créditos podremos relevar la información necesaria para alimentar las métricas fácilmente”, explican. Y aseguran que el resultado les permitirá medir la ejecución del negocio, evaluar su desempeño más allá del aspecto económico-financiero y comparar su performance con la de otras organizaciones en la misma industria. “En última instancia, queremos compartir estos resultados con todos nuestros clientes, inversores, socios estratégicos y la comunidad en general de forma transparente, confiable y auditable”, concluyen los fundadores.
Destino final: Contribuir con las metas definidas por la ONU
Las Naciones Unidas, pusieron en efecto los ODS hace casi dos años para ser implementados antes del 2030, con la intención de promover un desarrollo económico global más sostenible para la humanidad y el planeta. Desde Pago Rural aseguran que, como empresa, pueden contribuir en pos de esos objetivos.
Y es que, como parte del estudio de impacto, identificaron una clara alineación de su negocio con algunos de los 17 ODS: “Nuestro modelo de Impact Lending tiene un potencial de impacto enorme para el desarrollo económico de la agroindustria en nuestra región y es esto lo que nos alinea con la visión de prosperidad global que ha marcado la ONU y en torno a la que seguiremos trabajando”, concluyen.