La gestión ambiental como desafío para la agricultura argentina. Por: Santiago Lorenzatti

Abastecer la demanda mundial de modo sustentable desde el punto de vista ambiental es el  desafío que tiene la Humanidad en su conjunto y la agricultura en particular. Producir más alimentos es una necesidad ineludible, como así también lo es preservar la productividad de los recursos naturales involucrados en el proceso, suelo, aire y agua. […]
septiembre 25, 2017

Abastecer la demanda mundial de modo sustentable desde el punto de vista ambiental es el  desafío que tiene la Humanidad en su conjunto y la agricultura en particular. Producir más alimentos es una necesidad ineludible, como así también lo es preservar la productividad de los recursos naturales involucrados en el proceso, suelo, aire y agua.

Santiago Lorenzatti.
Director de Okandú SA / Directivo de Aapresid

Hay dos características de la sociedad actual que definen y enmarcan el contexto actual, con gran impacto en los agronegocios: la globalización y el hecho de transitar por la sociedad de la información.

En la práctica, se entiende por globalización al proceso y momento en los cuales todas las economías del mundo y las culturas de todos los países han entrado en un estado de interacción y de interdependencia, de permeabilidad e influencia recíproca, de apertura y no de aislamiento, autarquía o autosuficiencia. El fenómeno de la globalización actual con su enfoque multilocal ha producido importantes cambios de paradigmas en el ámbito institucional, organizacional, tecnológico y comercial, impactando fuertemente en el negocio de los alimentos en general. El impacto es muy notorio en el consumo pero también lo es en la restauración, distribución, tanto en la industria de alimentos como en el campo. La interdependencia entre países y economías hace que un efecto en cualquiera de ellos tenga un impacto en el resto, efecto al que no es ajena la producción de alimentos. La realidad de los negocios agroalimentarios globalizados hace que lo único permanente sea la situación de fuerte cambio en el entorno, por lo tanto la estrategia competitiva es la adaptación y la innovación.

A pesar de lo expuesto, la globalización es un fenómeno coyuntural, aunque sea muy prolongado. Lo que es, por otra parte, esencialmente estructural es el advenimiento de la sociedad de la información, aquella de los servicios y de los conocimientos, y de la organización por redes. La sociedad de la información – también llamada del conocimiento – es aquella en la que los factores de producción  tradicionales: capital, tierra, maquinaria y trabajo quedan minimizados en su importancia económica por la rápida irrupción en la sociedad de un conocimiento dinámico y progresivo que procede del desarrollo de las ciencias y las nuevas tecnologías, y que se propaga con rapidez gracias a la explosión de las comunicaciones.

Toyotismo en la agricultura

Para tener éxito, una sociedad o país deberá estimular a la creación de empresas profesionales que presten servicios altamente calificados, con visión de poder introducirlos en otros países, ya sea por vecindad, pertenencia a la misma comunidad, idioma, o mercado. Esta descentralización de los procesos de desarrollo está conducida cada vez más por pequeñas y medianas empresas, las que generan nuevos puestos de trabajos. A este fenómeno que también sucede en el agro argentino, se lo suele denominar el “Toyotismo en la agricultura”, en referencia al proceso de achicamiento y tercerización de tareas no estratégicas que realizan las empresas agropecuarias con sus empresas proveedoras; muchas de las cuales son pymes propiedad de sus propios empleados. Queda en claro que el campo no es ajeno a este fenómeno ya que se está despoblando de jornaleros para dar paso a empleos muy selectos y de alta especialización. Es lo que se define como el “outsourcing de la agricultura”, proceso que se evidencia en la demanda creciente de servicios profesionales y capacidad experto en las distintas actividades agronómicas y de gestión empresarial; todo lo cual habilita a la profesionalización de la empresa  al permitir la especialización de las actividades.

Sustentabilidad

En la sociedad de la información el medio ambiente cobra vital importancia en los procesos de desarrollo y – recíprocamente – la necesidad absoluta de un nivel de desarrollo satisfactorio para poder alcanzar una conservación dinámica del medio ambiente, de los recursos naturales y de la biodiversidad. En este contexto los procesos de producción –así como el suministro de servicios o el manejo de recursos naturales y de la biodiversidad – son cada vez más intensivos en ciencia, y por lo tanto en conocimiento.

A la tradicional visión del agro como productor casi excluyente de alimentos y fibras, y como fuente de ingresos y empleo para el habitante del campo, se ha incorporado recientemente una novedosa visión agro-eco-sistémica del sector rural; dentro de la cual se identifica al agro-ecosistema como proveedor de un conjunto ampliado de servicios que son esenciales para la calidad de vida de una sociedad (Viglizzo, 2004). En este sentido, si la segunda mitad del siglo XX ha sido señalada como la era de la biología, no debería sorprendernos que la primera mitad del siglo XXI sea reconocida como la era de la ecología, sin duda una de las ramas más robustas de la biología moderna.

Población en aumento

Este fenómeno se da en un contexto de demanda creciente de alimentos y energía en cantidad y calidad, en un marco de cambio climático.  Al respecto, se prevé que en los próximos cuarenta años la población que hoy supera los 7.000 millones de personas aumente en un 40 por ciento; es decir, que hacia 2060 –para las estimaciones más conservadoras – seremos 9.000 millones de personas; en tanto que otras estimaciones prevén una cifra de 11.000 mil millones. El 90% de esta explosión demográfica ocurrirá en los llamados países en vías de desarrollo de Asia, África, América Latina y el Caribe, donde hoy habitan más de 5.000 millones de personas.

Finalmente, el cambio climático aparece como un desafío ineludible a abordar por el hombre, donde la agricultura no está ajena. Las evidencias del Cambio Climático y los consiguientes impactos ecológicos y socioeconómicos han determinado el desarrollo de distintas estrategias que permiten a la humanidad sobrellevar o atenuar los mismos. Básicamente se pueden agrupar a las mismas en dos grande categorías: a) Mitigación del Cambio Climático, b) Adaptación al Cambio Climático. En ambos frentes la agricultura puede adaptarse con estrategias que permitan hacer frente. La agricultura argentina debe ser parte de la agenda y de las soluciones propuestas.

Desafíos para la agricultura

Frente a todo este contexto global, se abre un nuevo interrogante: ¿cómo hará la especie humana para alimentar a ese número de individuos sin seguir la tendencia de degradación de recursos experimentada hasta el momento y que afecta negativamente al medio ambiente?

La importancia de la protección del medio ambiente es incuestionable debido a que el futuro de humanidad es incompatible con el modo actual de extracción de recursos y patrones de consumo (sobre todo en los países más ricos); con lo que la problemática ambiental se torna inevitablemente compleja, ya que además de estar compuesta por los medios físicos, biológicos, sociales, culturales, existen fuertes componentes de intereses. Ha surgido un gerenciamiento ecológico que entraña en sí mismo una contradicción insoluble al querer conciliar el consumo actual con la preservación de los recursos naturales (Viglizzo, 2004). 

Siembra

El ambiente cobra una importancia mayúscula en los procesos de desarrollo y de comercio internacional, más allá de los mitos, dogmas y eslóganes que circulan entre ciertos ambientalistas. El consumidor pone énfasis en los aspectos de calidad, seguridad, transparencia y certificación; expresando que dicho fenómeno es denominado por algunos autores como la democracia de los consumidores, y por otros como la dictadura de los consumidores. Lo cierto es que, a pesar de los inevitables aspectos irracionales, de las distintas percepciones y de las grandes diferencias y preferencias culturales entre consumidores de los distintos continentes, son ellos quienes están destinados a controlar el mercado más que los gobiernos y que los productores, son ellos el blanco directo de un marketing que no puede sino ser diferenciado.

La certificación de la calidad ambiental de producción se vuelve un requisito indispensable para el marketing de ciertos productos industriales. En este contexto, la actual gestión del presidente Mauricio Macri hace referencia a que Argentina se convierta en el “supermercado del mundo” en clara alusión a la necesidad de agregado de valor en la elaboración de alimentos, acompañado de una estrategia de marketing y comercialización que permita el ingreso de esos alimentos a la mayor cantidad de mercados. Una respuesta necesaria, pero no exclusiva, que la Argentina debe dar respondiendo a la demanda creciente de alimentos, tanto para ser parte de la solución del flagelo de la seguridad alimentaria, como así también para responder a las demandas diversas, de nicho dispuesta a reconocer una diferenciación positiva de productos.

Resulta evidente que la demanda debe ser satisfecha a partir de una expansión de la oferta. Y al realizarlo está el desafío de hacerlo sustentable desde el punto de vista ambiental. Este desafío es el que tiene la Humanidad en su conjunto y la agricultura en particular. Producir más alimentos es una necesidad ineludible, como así también lo es preservar la productividad de los recursos naturales involucrados en el proceso, suelo, aire y agua.

La adopción de tecnología en el agro argentino

 Si hay un entorno en el cual el agro argentino es competitivo es el tecnológico. Existe evidencia real, concreta y tangible que el productor argentino es un rápido adoptante de tecnologías que potencien su negocio, ya sea por disminución de costos, aumento de la renta a pesar de tener que asumir una mayor inversión, o por disminución del riesgo. La adopción de variedades transgénicas obtenidas mediante herramientas biotecnológicas, la difusión de la siembra directa, el uso de fertilizantes y fitosanitarios, y la inclusión de la tecnología digital en maquinarias y en el desarrollo de prescripciones agronómicas, son algunos ejemplos que ratifican esta tendencia.

 Ello se apoya en un sólido esquema tecnológico de generación y difusión de conocimientos y tecnologías aplicadas en el sector agrícola, de la mano de organismos públicos (INTA y Universidades como principales exponentes), junto a organismos privados como Aapresid, Aacrea, IPNI, asociaciones de cadena, cámaras empresariales,  y empresas proveedoras de insumos y servicios, que con sus equipos de investigación y desarrollo globales y locales acercan buena parte de la innovación tecnológica.

Si bien existen los conocimientos y las tecnologías muchas veces los entornos organizacional y principalmente institucional imponen restricciones a la incorporación de toda la tecnología y conocimiento disponible. En consecuencia, muchos de los planteos agrícolas actuales no son sustentables ambientalmente (a nivel predial); no por falta de conocimiento y herramientas sino por restricciones impuestas por elementos de los otros ambientes (organizacional e institucional). Este aspecto toma mayor trascendencia e impacto cuando el análisis es a nivel eco-región.

Si bien hay algunos ejemplos de ordenamientos territoriales a nivel provincial, no termina de definirse una política nacional de ordenamiento territorial de basamento científico – canalizado a través de los Estados provinciales – que ponga cierto grado de racionalidad científica a la asignación de ambientes a diferentes usos. Acá es crucial la intervención racional del Estado, posibilitando un proceso de ordenamiento profesional con fuerte apoyo en la ciencia, y no en conjeturas o pareceres sin verdadero sustento ecológico. Los procesos de ordenamiento territorial deben ser necesariamente participativos e interdisciplinarios, pero siempre en encuadrado dentro del conocimiento científico, acotando las miradas estrictamente ideológicas o traccionadas por “modismo” circunstancial y vago.

Otro de los ejes del ambiente tecnológico es la gestión de calidad, aspecto relativamente nuevo en agro argentino. La calidad no es más que conocimiento aplicado a productos, procesos y/o servicios focalizado en las preferencias de los clientes. La calidad vista como la acción de entes aislados solo logra resolver o disminuir las des-economías de tercer orden. Es decir, mejorar la productividad de la empresa  con una mejora en la eficiencia aumenta  la productividad, y propicia entrar en un ciclo de mejora continua. Esta sola arista es motivo suficiente para que una empresa individual adopte sistemas de gestión de calidad.

Si se considera el caso de la producción agrícola de commodities en Argentina, se encuentran diferencias favorables respecto a países del hemisferio norte – principalmente Estado Unidos y los países de Europa- debido al menor uso de de agroquímicos y fertilizantes por unidad de superficie; y la implementación de siembra directa, lo cual puede tomarse como un punto de partida para posicionar a la agricultura argentina como de menor impacto ambiental. Estas diferencias, sumadas a una estrategia comercial que puede mejorar la competitividad en los mercados externos y que permita diferenciar productores que hacen una buena o mala gestión del ambiente, colocan a la certificación de establecimientos agropecuarios como clave de un incipiente pero creciente mercado ambiental. En esta línea, desde 2008 existe en Argentina Agricultura Certificada.

AC

Agricultura Certificada (AC) es la denominación que Aapresid eligió para su nuevo desafío: el de difundir y propiciar la utilización de un sistema de gestión de calidad específico para esquemas de producción en siembra directa. La implementación de un sistema de gestión de calidad ambiental y productivo implica no sólo realizar una agricultura precisa, rentable y sustentable – como muchos productores ya vienen realizando- sino también describir y monitorear las acciones y conductas productivas de manera de poder demostrar que se va por el buen camino. La meta final es alinear los objetivos, muchas veces contrapuestos, de producir más y simultáneamente conservar – o incluso mejorar- el ambiente.

La AC consta de dos elementos constitutivos básicos: un descriptivo de Buenas Prácticas Agrícolas (BPAs) y empresariales; y el uso, medición y registro de indicadores de gestión ambiental, con foco en el recurso suelo.  La implementación de AC por parte del productor agropecuario le permite  acceder a mejores herramientas para una gestión agronómica profesional a través del registro ordenado de información y el análisis de indicadores de calidad edáfica y de eficiencia. En simultáneo, al tener un proceso descripto, monitoreado y certificado, que el productor pueda mostrar al resto de la sociedad cómo son los procesos de producción de alimentos y su impacto sobre el ambiente. Se crea así la oportunidad de capturar el valor de la externalidad positiva que la AC ejerce sobre el mismo. Este segundo escalón de agregado de valor sólo será viable en la medida que se cuente con una masa crítica de productores y hectáreas bajo AC.

Recientemente en Argentina han surgido otras acciones tendientes a dar a conocer los beneficios de implementar las BPAs.

La Red BPA es el resultado de un proceso de diálogo interinstitucional entre las principales entidades públicas y privadas de Argentina que desarrollan diversas actividades en relación a las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). Los integrantes de la Red entienden que las BPA constituyen un instrumento estratégico para atender adecuadamente los desafíos del crecimiento cuantitativo y cualitativo de la demanda nacional y mundial de los productos de la agroindustria, que implica la integración de la disponibilidad, la calidad e inocuidad y la sustentabilidad de la producción agroindustrial.La Red BPA se creó para contar con un mecanismo de intercambio de información, diálogo interinstitucional y cooperación entre sus miembros, para abordar de forma integral las distintas dimensiones de esta temática. Persigue los objetivos de promover la implementación de las BPA y comunicar a la sociedad sobre su importancia, y la relevancia de la actividad agrícola en general.

Producir protegiendo los recursos

 Otro ejemplo de la relevancia que la temática tomó en Argentina es el Programa Provincial de Buenas Prácticas Agropecuarias (BPAs), impulsado por el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Córdoba. Dicho programa  tiene como objetivo principal incentivar a los hombres de campo a producir aplicando mecanismos que tiendan a un desarrollo sostenible. El programa prevé estímulos económicos direccionados a todos aquellos productores que se adhieran a la iniciativa y que cumplan con los protocolos que el Gobierno de la Provincia instrumentará a través de la cartera productiva. El Programa Provincial de BPAs de Córdoba tendrá como metas conservar el suelo, manejar de manera eficiente el agua, innovar tecnológicamente, capacitar, eficientizar la registración de los procedimientos, mejorar las relaciones con las comunidades, disminuir los impactos de las actividades y fundamentalmente producir protegiendo los recursos.

Finalmente la elaboración de la norma IRAM 14.130 es otro de los ejemplos de la relevancia que el tema BPA ha tomado en Argentina.  Como resultado del consenso técnico entre los distintos actores involucrados, recientemente se han aprobado y publicado Norma IRAM 14130 “Buenas prácticas para labores agrícolas”. Se trata de prácticas de adopción voluntarias y que pueden ser certificadas. El documento ofrece una serie de lineamientos que apuntan a garantizar la salud de las personas y del medioambiente a través de la aplicación de buenas prácticas agrícolas, ambientales y de la organización en las labores requeridas, sean o no tercerizadas. En ese sentido, la Norma IRAM 14130, permite al propietario de la maquinaria agrícola optimizar su actividad. Al mismo tiempo, le aporta al productor herramientas de gestión para trabajar con proveedores calificados y confiables.

A modo de síntesis

La humanidad enfrenta actualmente un dilema entre producción y sustentabilidad de difícil resolución. Por un lado, la demanda de alimentos continuará creciendo, y por otro, la importancia de preservar el medioambiente es prioritaria. Es más, actualmente se exige que las actividades humanas cumplan con el paradigma de las “4E” – “Economy, Ethics, Environment, and Energy” (economía, ética, ambiente y energía).  En consecuencia, la agricultura tiene el crucial desafío de producir alimentos de manera creciente y hacerlo minimizando su impacto ambiental.

Argentina puede y debe aprovecha  la oportunidad que el mundo brinda, a través de una demanda sostenida de muchos de los bienes y servicios en los cuales cuenta con ventajas comparativas y algunas competitivas construidas. El desafío es seguir por el camino de construcción de ventajas competitivas a partir una innovación sistémica que atraviese los entornos tecnológico, organizacional e institucional.

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