Por: Lic. Cecilia Vignau – Lic en Administración Agropecuaria
El pasado 9 de octubre, una mujer – la tercera en la historia – recibió el premio Nobel de Economía. Según el jurado de la Real Academia de las Ciencias Sueca, Claudia Goldin fue premiada “por haber contribuido a mejorar nuestra comprensión de los resultados de las mujeres en el mercado laboral” Pero… ¿Quién es Claudia Goldin? ¿Cuál es la pieza central de su trabajo? ¿Y por qué es tan importante el galardón?
El galardón, cuyo nombre real es premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2022, es conocido comúnmente como Nobel de Economía. Los premios se instituyeron en 1895 como última voluntad de Alfred Nobel, industrial sueco, y comenzaron a entregarse en 1901 en las categorías de Física, Química, Medicina, Literatura y Paz. Se entregan en forma anual y cada persona o institución laureada recibe una medalla de oro, un diploma y una suma de dinero que actualmente es cercana al millón de dólares. El Nobel de Economía es el único de los seis premios que no fue directamente pensado por Nobel. Fue creado en 1968 por el Banco Nacional de Suecia (Riksbank), concediéndose por primera vez un año después. También, a diferencia de las otras cinco categorías, en ninguna de sus ediciones ha quedado desierto.
Claudia Goldin nació en Nueva York en 1946. Es licenciada en Economía por la Universidad de Cornell, doctora por la Universidad de Chicago, y en su dilatada carrera docente e investigadora ha pasado por las universidades más prestigiosas de Estados Unidos. Desde 1990 es catedrática de Harvard. Además, forma parte de la Oficina Nacional de Investigación Económica desde hace más de tres décadas. Pionera en el estudio de las brechas de género, se convirtió en una de las tres mujeres que recibieron el premio a lo largo de sus 55 ediciones, y en la primera en lograrlo en solitario.
La investigación de Goldin abarca una amplia gama de temas, como la población activa femenina, la brecha de género en los ingresos, la desigualdad, el cambio tecnológico, la educación y la inmigración. Su libro “Career & Family: Women’s Century-Long Journey toward Equity” (Carrera y familia: El centenario viaje de las mujeres hacia la igualdad) se publicó el 5 de octubre de 2021. Todos temas que ya hemos tocado en estas columnas, que atraviesan a todos los países y a todas las mujeres. Nuestra historia, nuestra peregrinación de 200 años hacia la igualdad es un tema que personalmente encuentro fascinante.
Universitaria, soltera, sin hijos
La agenda de las contribuciones de Goldin sobre brechas de género se puede resumir en tres cuestiones fundamentales:
La primera es la tasa de participación femenina en el mercado de trabajo formal. La curva que la representa tiene forma de U. Esto, como ya hemos desarrollado en columnas anteriores, se relaciona con la transición desde la economía agraria donde la mujer tenía altísimas tasas de participación a una economía industrial donde la mujer se quedó en casa, al cuidado de los futuros trabajadores. La proporción de mujeres en la fuerza laboral cayó durante el siglo XIX, antes de empezar a crecer otra vez en el siglo XX. Una participación que hasta los años 70’ fue transitoria ya que la mujer trabajaba mientras era soltera.
La segunda cuestión está estrechamente relacionada con las expectativas laborales en torno al matrimonio. A pesar de la modernización, el crecimiento económico y la creciente participación de las mujeres en la fuerza laboral, hubo fundamentales decisiones educacionales que no se tomaron. Casi ninguna de las mujeres que se hicieron adultas en los 60’ invirtió en su educación porque el mercado laboral se les presentaba como transición hasta el matrimonio. No pensaron en tener carreras profesionales simplemente porque la perspectiva de tener que sostenerse económicamente solas, les era ajena o lejana.
Como tercera cuestión tenemos el asunto de la maternidad. Goldin demostró que la mayor parte de las diferencias actuales están entre hombres y mujeres dentro de la misma ocupación, y al mismo tiempo, estas emergen principalmente con el nacimiento del primer hijo. En la mayoría de los trabajos existe una penalidad en salarios asociada con la flexibilidad necesaria para permitir a las mujeres ser el cuidador disponible en caso de emergencia. Penalidad que se hace más marcada cuanto más gerencial sea el cargo, penalidad que incluso puede convertirnos en no merecedoras de un ascenso. Es innegable que la maternidad tiene un rol fundamental histórico en las diferencias de ingresos incluso entre hombres y mujeres con las mismas calificaciones y perfiles.
“Pareciera que el camino al éxito profesional sólo estuvo, durante demasiado tiempo, destinado a las universitarias, solteras, sin hijos. La meritocracia condicional del patriarcado”
Cecilia Vignau
Sherlock Goldin
La importancia del trabajo de Goldin es su detectivesco trabajo sobre la historia del mercado laboral femenino. Este tiene una dinámica que explica las razones detrás de las 2 principales brechas: Es menos probable que las mujeres se inserten y participen del mercado laboral y cuando lo hacen, ganan menos que los hombres.
De acuerdo con datos del Banco Mundial, alrededor del 53% de las mujeres del mundo trabajan en actividades remuneradas en el mercado laboral, en contraste con el 80% de los hombres. Pero además, las pocas mujeres que trabajan ganan menos. De acuerdo con datos del Informe Mundial sobre Salarios 2018/19 de la OIT, las mujeres ganan 20% menos que los hombres. Los datos para nuestro país son asombrosamente similares a los promedios mundiales.
Lo que pasa en el mercado laboral es un reflejo de lo que pasa en los hogares. Hoy en día, las razones detrás de las diferencias pueden ser explicadas por aspectos como la falta de tiempo para trabajar, la maternidad y las expectativas sociales. Todas ellas relacionadas con las responsabilidades dentro del hogar, consecuencia de la división sexual del trabajo, que en la mayoría de los casos le impiden a las mujeres tomar trabajos mejor pagados. Trabajos que premian la disponibilidad horaria, la presencialidad y la carrera ininterrumpida.
¿Cuántas de nosotras hemos pasado por entrevistas laborales en las que la cuestión de la maternidad jugaba un rol central y determinante del proceso de selección? La interrupción de la carrera, aunque sólo sea por unos meses, es un desafío más que nos impone el mercado laboral, uno que nos da miedo, porque sabemos que recomponer cargos o salarios no es una tarea fácil. Sumado a eso, somos víctimas de una sociedad que tiene un ideal de maternidad anticuado al punto que avala la crítica entre nosotras mismas.
Todavía hoy, y en nuestro sector, hay mujeres que tuvieron que elegir entre su carrera y la maternidad. Una injusticia enorme porque la mayoría de las veces, resignar la maternidad (tanto la primera como la de segundos o terceros hijos) nos ha obligado también a perder la pareja. La familia o el trabajo es una elección que no se le pide a ningún hombre y ahí es donde hay una brecha tan grande que negarla, es como querer tapar el sol con la mano.
“Ojalá que el trabajo de este premio Nobel sirva para que otros economistas diseñen políticas públicas realistas y acordes a la sociedad en la que vivimos”
3 ejes para el desarrollo
Si bien la mayor parte del trabajo de Goldin se ha enfocado en entender las brechas de género en el mercado laboral estadounidense, la investigación pone en agenda los ejes fundamentales sobre las que tienen que incidir las políticas públicas. Educación, tasa de participación en el mercado formal y tareas de cuidado deberían ser cuestiones de estado en todos los países, independientemente de su nivel de desarrollo. Una política negacionista sobre las causas de las brechas de género en materia laboral impediría el potencial desarrollo económico de cualquier nación.
Las mujeres rurales entendemos de los efectos que tienen esos ejes en nuestra cotidianeidad. Porque la educación en el interior profundo y poco conectado del país muchas veces se vuelve inaccesible. Porque la tasa de participación de la mujer rural en el mercado laboral formal es bajísima, donde el registrado siempre es el varón de la familia aunque ella trabaje en igualdad. Porque las tareas de cuidado nos agobian, porque en el campo son mucho más difíciles de tercerizar y porque las construcciones culturales nos imponen normas sociales que nos vemos obligadas a cumplir.
Ojalá que el trabajo de este premio Nobel sirva para que otros economistas diseñen políticas públicas realistas y acordes a la sociedad en la que vivimos. Políticas públicas que no sean ciegas a las realidades de miles de mujeres que conforman un eslabón fundamental, aunque para algunos invisible, en el entramado productivo del país. Las mujeres rurales.