Si hablamos de agricultura en la Argentina, estamos frente a una actividad que se fue profesionalizando década tras década. Hablamos de profesionalismo en diferentes aspectos más allá de lo técnico-agropecuario, también de gestión de empresas, legales, finanzas, etc.
Año tras año, y crisis tras crisis, “lamentablemente” se realzan las virtudes del campo para la economía argentina. Y digo lamentablemente, porque considero que sería más interesante para el país que la agroindustria tenga un menor impacto relativo en la economía nacional. Quiero imaginar otra matriz productiva, tal vez más rica, con más variables, con un resultado más promisorio para el país.
“No está bueno” que dos tercios de las exportaciones correspondan a productos agroindustriales, sin valor agregado, o con muy poca industrialización. No es bueno para un país que una sequía afecte tanto al desarrollo y prosperidad de su economía.
Igualmente, y más allá de estas reflexiones, a varios agrónomos nos gusta seguir mejorando puertas adentro de cada establecimiento, nos gusta seguir trabajando en la búsqueda de mayor eficiencia en el negocio agropecuario. Trabajemos en lo nuestro para ser mejores, y que cada uno se ocupe de lo suyo.
Y es ahí, en lo técnico-productivo, donde considero que hay mucha brecha por atender todavía. Es ahí donde la profesión del agrónomo se vuelve más noble e interesante aún. Tenemos mucho por aprender; seguramente, cada día que pasa, es mayor nuestro desconocimiento, y eso nos moviliza.
Brechas: Genotipo + Ambiente
En la agricultura actual, incluyendo las regiones de mayor desarrollo de la Argentina, existen brechas importantes en los dos planos que hacen a la búsqueda de la mayor eficiencia de la producción. Para que los rendimientos alcanzables, sean muy cercanos a los potenciales, debemos conocer muy bien la genética con la que contamos, y cómo brindar el ambiente adecuado para el mejor desarrollo de esos genotipos.
Muchas veces, los semilleros participantes del mercado actual, no tienen un conocimiento exhaustivo de sus materiales, de acuerdo a todos índices ambientales en los que llegan con sus productos. Más allá de la falta de conocimiento de los genotipos que se siembran, en muchos casos el ambiente en el que se trabaja tampoco se conoce de manera minuciosa, y menos aún la interacción GENOTIPO-AMBIENTE.
Son varios los ejemplos que pueden explicar esta realidad. Uno claro y contundente es la dificultad para encontrar variaciones en las estrategias de manejo en los diferentes cultivos, de parte de distintos productores y profesionales; sabiendo de antemano que la variabilidad ambiental es alta y las opciones posibles de manejo de cultivos son más numerosas aún. Y esto no se debe a un perfecto ajuste, sino más bien a la falta de conocimiento sobre los elementos involucrados, y a su capacidad de interactuar para lograr los mejores resultados.
Cada establecimiento, cada lote, cada sector del lote es un escenario particular, en el que la genética, la nutrición y demás variables de manejo nos darán un resultado determinado. Y es ahí donde las decisiones del agrónomo toman la real importancia. Y es aquí donde creo que hay una brecha importante sobre la que podemos trabajar; la idea es que lo real esté más cerca de lo potencial (achicar la brecha), y así lograr un mejor negocio.
Para lograr ajustar las variables genotipo y ambiente, herramientas sobran, la cuestión está en cómo usarlas. A priori, es fundamental “desarrollar la escuelita en tu propio campo”, tal cual lo dijera un experimentado amigo, Jorge Romagnoli.
Un ejemplo simple y concreto, que muestra las brechas entre lo que podríamos lograr y lo alcanzable, se observa en el gráfico a continuación (gráfico nº1)
En el mismo se puede observar el resultado de unas franjas demostrativas en las que se midió el rendimiento de maíz, en función de diferentes dosis de nitrógeno. Con el sólo hecho de elegir un híbrido y ajustar la dosis de nitrógeno en el mismo ambiente se pudo obtener 8000 o 16000 kg/ha, destacando los extremos. Más allá de esa explicación y de los resultados de las franjas, yendo a números más precisos, el rendimiento obtenido en el lote del productor fue el que figura en rojo, en la gráfica (150 qq/ha). La brecha se explica en que dejó de cosechar 13 qq de maíz por hectárea por no ajustar con mayor precisión la dosis de nitrógeno; o bien su ganancia fue de u$s 100 dólares menos por hectárea.
La experiencia descripta, además, se da con un productor que escapa a la media en cuanto al manejo y aplicación de tecnología. No es fácil encontrar productores que apliquen más de 230 unidades de nitrógeno (equivalente a 500 kg/ha de UREA), como el caso de este lote productivo. Más allá de esto, la brecha existió, y el nitrógeno aplicado fue insuficiente. Imaginemos o calculemos la dimensión de la brecha con otros híbridos, en campos de otros productores.
Brechas: Medir para decidir
Tal cual lo visto en la experiencia en el lote del productor descripto en los párrafos anteriores, otras experimentaciones nos muestran que tenemos mucho por explorar. Podemos mejorar, y en magnitud, nuestros resultados a nivel de empresa agropecuaria.
Todos hablamos, probamos y sembramos cultivos de cobertura, o bien como últimamente nos gusta llamarles, “cultivos de servicios”. Al respecto considero que estamos en una etapa de experimentación adaptativa, tenemos muchas aristas factibles de ser tratadas en el desarrollo del qué, cuándo, cómo y para qué realizar un cultivo de servicio.
Al respecto, en Okandú estamos trabajando en el desarrollo y ajuste de los cultivos de servicios, en convivencia y potenciación de los cultivos de renta. Si bien hay muchos especialistas y profesionales trabajando en el tema, creo que son varios los ajustes a realizar para lograr un correcto manejo de los cultivos de servicios.
A modo de ejemplo, y siguiendo con la línea de pensamiento respecto a la necesidad de interpretar y ajustar brechas, analicemos algunos resultados del trabajo con diferentes cultivos de servicios previo a la soja.
En el gráfico nº 2 se pueden observar los rendimientos de soja de primera (grupo de madurez IV intermedio, sembrada el 11/11/17), en un ambiente de potencial intermedio, durante la campaña 17-18, caracterizada por escasas precipitaciones. Los tratamientos se refieren a diferentes cultivos de servicios, a saber:
- Barbecho con centeno secado temprano (25 días antes de la siembra de soja). CENT S. TE
- Barbecho con centeno secado tardío (5 días antes de la siembra de soja). CENT S. TA
- Barbecho “limpio”, sin cultivo de cobertura
- Barbecho con vicia villosa secado temprano (25 días antes de la siembra de soja). VIC S. TE
- Barbecho con vicia villosa secado tardío (5 días antes de la siembra de soja). VIC S. TA
- Barbecho con centeno + vicia secado temprano (25 días antes de la siembra de soja). C+V S. TE
- Barbecho con centeno + vicia secado tardío (5 días antes de la siembra de soja). C+V S. TA
A partir de este ensayo, con 3 repeticiones, más allá de las estadísticas, y el análisis de varianza (ver en el gráfico: letras iguales expresa que no hay diferencias significativas) se puede concluir que en años con escasas precipitaciones, el manejo de los cultivos de servicios deben ser muy precisos. El tratamiento sin cultivo de servicio en el barbecho, fue claramente el de mayor rendimiento; luego, los tratamientos con cultivos de cobertura secados con mayor antelación, registran un rendimiento de soja mayor respecto al mismo cultivo de servicio secado más tarde.
Debido a la falta de precipitaciones durante todo el cultivo de soja, la diferencia de agua acumulada en el perfil, al comienzo del cultivo de soja, se reflejó en el rendimiento final. La parcelas con “barbecho limpio” y las de cultivos de cobertura secados tempranos comenzaron el ciclo de la soja con aproximadamente 30 mm más de agua, al metro de profundidad, respecto a los secados tardíamente.
Este tipo de mediciones, repetida a través de los años, con diferentes regímenes de precipitaciones, en diferentes suelos, nos permiten recabar más información, que nos ayudará a tomar decisiones.
Este es otro ejemplo de que hay brechas en el conocimiento dentro de la producción sobre las que debemos trabajar años tras años. Sabemos de los beneficios de algunos cultivos de servicios, conocemos algunos aspectos del manejo de los mismos, no obstante todavía tenemos que aprender, y mucho: fechas y sistemas de siembra, densidades, mezclas de especies, fertilización, control de malezas, etc.
Brechas: Ajustar para manejar
Por último, otra experiencia desarrollada en esta campaña por okandú, que nos sirve como un ejemplo más de la necesidad de ajustar las producciones a los ambientes donde nos toca desarrollarnos, la podemos resumir en gráfico nº 3
En las últimas campañas, el maíz tardío entró en los esquemas de rotaciones como una alternativa muy interesante, buscando estabilidad en los rendimientos y sumar gramíneas a los sistemas. Sobretodo apuntando a los ambientes de potencialidad media.
En el gráfico nº3 se puede observar los rendimientos de maíz tardío con diferentes dosis de nitrógeno, con dos densidad de siembra. El escenario es un muy buen ambiente, en la localidad de Inriville –Cba.-, durante la campaña 17-18. El híbrido utilizado fue LG 30775-VT3PRO, de Limagrain.
La variabilidad en los rendimientos, de acuerdo a los diferentes tratamientos es notable, desde algo más de 8 tn/ha de granos (tratamiento de menor rendimiento) hasta casi 14 tn/ha (tratamiento de mayor rendimiento). Esto nos brinda otra muestra para entender que las brechas, en maíz tardío también son de relevancia.
Otra vez, debemos pensar en la cantidad de variables que podemos ajustar y así lograr un mejor manejo de los cultivos y de la empresa productiva en su conjunto. El maíz tardío, de primera o de segunda, nos deja muchas tareas para estudiar y aprender.
Planifiquemos la mejora
Muchos son los ejemplos que podemos describir, muchos son los ensayos o las pruebas en los lotes de productores. En varias oportunidades los resultados nos muestran que tenemos un camino de mejora. En esta nota analizamos franjas de maíces tempranos, con diferentes dosis de nitrógeno; también resultados de ensayos con maíces tardíos, aplicando diferenciales de N y densidades de siembra; inclusive un ensayo de cultivos de servicios previo a una soja. En todos los casos surgen al menos interrogantes para encarar las campañas venideras, y esto es lo que no debemos perder.
Es fundamental, como tarea del agrónomo y del mismo productor cuestionarse permanentemente lo realizado en cada campaña. Es clave explorar cada lote o sector de lote, y ajustar las tecnologías de manejo con el fin de ser más eficientes y sustentables.
En la actualidad existen muchas herramientas que nos pueden ayudar a observar más rápidamente, en mayores superficies, de manera más minuciosa y con mayor certeza. La cuestión está en usarlas, y de manera agronómica y empresarialmente eficiente. No alcanza con sólo tener muchos bytes ocupados con mapas de rendimientos, o vuelos de drones, o fotos satelitales; lo más importante es encontrar el sentido agronómico y ajustar las estrategias productivas de tal manera que cada GENOTIPO con cada AMBIENTE nos lleven al mejor resultado empresarial.