De Pekín al interior productivo

La propuesta para establecer el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales fue presentada por primera vez en la IV Conferencia sobre la Mujer celebrada en Pekín en el año 1995.  La fecha fue sugerida por ser la víspera del Día Mundial de la Alimentación, con la intención de destacar el […]
noviembre 2, 2022

La propuesta para establecer el 15 de octubre como el Día Internacional de las Mujeres Rurales fue presentada por primera vez en la IV Conferencia sobre la Mujer celebrada en Pekín en el año 1995.  La fecha fue sugerida por ser la víspera del Día Mundial de la Alimentación, con la intención de destacar el esfuerzo y el papel fundamental que desempeñan las mujeres rurales en los sistemas alimentarios de todo el mundo.

Tuvo que pasar casi una década para que finalmente, el 18 de diciembre de 2007, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas estableciera el día 15 de octubre como el “Día Internacional de las Mujeres Rurales” con el objetivo de reconocer a las mujeres rurales por su contribución en el desarrollo rural, la erradicación de la pobreza y la mejora en la seguridad alimentaria. 

En la declaración inicial, la organización hizo un llamamiento a los estados miembros para mejorar la condición de las mujeres rurales, prestando atención a sus necesidades, y también para empoderarlas en el ámbito social, económico y político. Sin embargo, pasan los años y la situación de las mujeres rurales no se ha modificado sustancialmente. ¿Será porque en realidad los estados no saben muy bien quienes son las mujeres rurales?

Ser Mujer Rural

“Según cifras de la ONU, las mujeres rurales conforman un 43% de la mano de obra agrícola mundial, y en su trabajo diario de labrar la tierra y sembrar semillas están contribuyendo a asegurar la alimentación de su entorno, así como la de proporcionar alimentos a naciones enteras” 

Desde la producción de cultivos hasta el procesamiento, la preparación y la distribución de alimentos, el trabajo de las mujeres – tanto remunerado como no remunerado— alimenta a sus familias y las comunidades en las que habitan. No obstante la importancia de su rol, la mayoría de estas mujeres no ejercen el mismo poder que los hombres, y por consiguiente, ganan menos dinero y experimentan una mayor desigualdad financiera.

Del relevamiento de datos que hace ONU alrededor del mundo surge que las mujeres en entornos rurales se enfrentan a una discriminación significativa en lo que respecta a la propiedad, la remuneración, la capacidad decisoria o el acceso a recursos y mercados. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria.  Situaciones que son muy comunes en países en vías de desarrollo como la mayoría de Latinoamérica. ¿Y por casa cómo andamos?

Estadística mata relato

Este año, con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales, El Instituto Nacional de Estadística y Censos(INDEC) presentó un dosier estadístico cuyo principal objetivo es ampliar la información obtenida en el Censo Nacional Agropecuario 2018 (CNA-18).

Qué clase de información novedosa y relevante se obtuvo sobre la presencia de la mujer en el sector agropecuario, tanto a nivel nacional como desagregada por provincias?  Veamos…

En el CNA-18 se identificaron 249.663 Explotaciones Agropecuarias (EAP) con una superficie total de 154.811.827 hectáreas. El 80% del total de las EAP relevadas operan bajo el tipo jurídico de personas humanas, identificando 43.108 explotaciones gestionadas por mujeres. Nada. La superficie que ocupan equivale a la extensión de la provincia de Santiago del Estero, una ínfima parte del territorio nacional. Es que la participación de las mujeres se concentra en las EAP de menor tamaño, el 22% gestiona explotaciones de hasta 5 ha en tanto que sólo un 0,5% lo hace en explotaciones de más de 10 mil hectáreas. Una buena noticia es que casi el 80% de las mujeres que gestionan las EAP son propietarias de la tierra. Se observó además una mayor participación de mujeres productoras en las regiones Noroeste, Noreste y parte de la Patagonia. Las tierras de menor valor comercial?

Respecto del perfil de las mujeres rurales, el 52% pertenecen al rango etario de 40 a 64 años, el 31% tiene más de 65 años y sólo el 16% se encuentra en el rango de hasta 39 años.  Los índices educativos representan un desafío a futuro ya que sólo el 4% de las mujeres productoras había recibido educación con orientación agropecuaria. Los niveles educativos indican que el 50% tiene primario completo, 23% terminó el secundario y sólo el 20% realizó estudios superiores terciarios o universitarios. Ninguna sorpresa.

En más del 70% de las explotaciones, la productora trabaja en la EAP y más de la mitad, residen en ella. Con respecto a las mujeres empleadas, el 53% se distribuye entre las provincias de Buenos Aires, Misiones, Córdoba y Santa Fe. Casi el 30% de las mujeres con empleo permanente en una EAP ocupa el puesto de peón general mientras que el 13% son encargadas.

Para terminar, el Censo hace un relevamiento de datos productivos. Cereales y oleaginosas representa más del 60% de la superficie implantada. En las explotaciones ganaderas, el 50% tiene ganado bovino. Todo bastante tradicional.

2000 días para empoderarse

No estoy muy segura de que los datos censales representen a la mujer rural argentina. Hoy las mujeres rurales somos mucho más que productoras o empleadas rurales… Somos ingenieras; veterinarias; contratistas; profesionales independientes; trabajadoras no remuneradas; administradoras; empresarias; docentes; dirigentes y periodistas. Todas actores de una cadena agroalimentaria que no entra en el acotado imaginario de quienes diseñaron el relevamiento estadístico.

El Censo Nacional Agropecuario 2018 nos da un pantallazo bastante limitado sobre la identidad de la mujer rural. Un relevamiento bueno pero insuficiente a la hora de desarrollar políticas públicas que puedan cambiar sustancialmente la realidad de las mujeres rurales a lo largo del territorio. Necesitamos conocer quiénes somos, dónde estamos, qué hacemos y cómo lo hacemos. Todas. Que no quede ni una sola fuera de los datos.

“La concientización del papel vital que juegan las mujeres rurales en la sociedad requerirá de más y mejores indicadores que nos permitan medir las dificultades a las que se enfrentan y las soluciones que podemos ofrecerles”

Para ello, ponemos todas nuestras esperanzas en el CNA-28. Faltan 6 años, dos elecciones presidenciales en el medio. Empecemos a trabajar ahora, seamos parte de la discusión desde el comienzo, para que la próxima vez que venga un pibe con la planilla y el cuestionario nos parezca una basura, no podamos decir que no intentamos cambiar las cosas.

Si visibilizarnos es empoderarnos entonces tal vez tengamos que empoderarnos algunas para que puedan visibilizarse todas. Hay que involucrarse y eso es un montón de trabajo pero al final, te regala una parva de satisfacciones. Quién sabe cuán lejos podemos llegar en 6 años. Parece poco, pero son más de 2000 días para pensar cómo queremos conocernos a nosotras mismas. Menuda tarea y tremenda responsabilidad!

Poniéndole cara a los datos

Los datos estadísticos en realidad podrían decir mucho sobre quienes somos las mujeres rurales, pero son datos sin rostros, sin risas y sin lágrimas, sin emociones. Sólo al conocer nuestras historias somos capaces de reconocernos en las otras.

El sábado 15 de octubre, Mujeres Rurales Argentinas realizó el acto de lanzamiento de los Premios Lía Encalada 2023.  Hasta la Facultad de Agronomía de la UBA nos acercamos a presenciar el acto y a escuchar las palabras de una de las ganadoras de la edición 2022. 

Mercedes Monzón llegó con su esposo esa misma mañana desde La Eduvigis, provincia del Chaco. Es una docente jubilada que enseña a las mujeres de su región sobre la producción de árboles, específicamente de plantas ornamentales. Junto a un grupo de mujeres, en una zona rural sin muchas posibilidades de trabajo para ellas, crearon tres viveros en los que produjeron más de 10 mil árboles en 5 años, además de ornamentar toda la zona con su producción.

Viveros y huertas que generan salidas laborales para muchísimas mujeres. Además, crearon un terciario para que las mujeres estudien y brindan extensionismo a pequeñas productoras. En su formulario de postulación, quienes la votaron dijeron entre otras cosas hermosas: “La misión que realiza, contribuyó a cambiar la mirada sobre el rol de la mujer en un ámbito rural”. Y probablemente ese impacto social es el motivo por el cual recibió el reconocimiento. Porque el premio es simplemente eso, un reconocimiento a una labor que cambia vidas.

Mercedes, el sábado hizo más de 2000 kilómetros para contarnos cómo “Los Lia” habían cambiado también su vida.  Nos contó de sus mujeres, sobre su comunidad, y con el pecho inflado de orgullo explicó que por primera vez, las maestras que se reciben se han quedado a ejercer en los pueblos…

Para cuando terminó de hablar, llorábamos todas. Llorábamos de emoción, por haber entendido para qué estamos, cuál es nuestro rol en todo este lío del feminismo rural. De esto hablamos cuando hablo de satisfacciones. Porque hay miles de Mercedes en nuestro país, y cuántas más podamos sacar del anonimato, más historias se volverán visibles, historias que empoderarán a otras y que servirán de ejemplo y de motor para las que todavía no se animan. 

Todas las mujeres rurales que conocí tienen en común algo que se llama conciencia social, esa chispa que nos impulsa a querer cambiar el mundo. Nuestro mundo y el de las próximas generaciones de mujeres rurales. Merecemos conocernos. ¡Feliz día!

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