En 1992 se establece la primera normativa para producción de orgánicos en Argentina, la base de la ley promulgada en 1999. En 1993 por primera vez se otorgan segmentos de Cuota Hilton a productores ganaderos. En 1996 se da la primera aprobación de un evento transgénico en Argentina: la soja RR.
Estos son solo algunos ejemplos de un andamiaje legal que respalda una visión: Argentina no tiene que elegir entre commodities y especialidades, puede (y debe) producir ambas con la máxima calidad y eficiencia. El país terminó esa década exportando el doble que en su inicio, pero fundamentalmente commodities agrícolas y energía. La misión de las especialidades quedó trunca. En el siglo XXI se suma un desafío más: desarrollar conocimiento para el #Campo y así capitalizar la revolución tecnológica que va desde la biotecnología hasta las ciencias de la información.
A mediados de febrero se conoció que la empresa argentina Organic Latin America consiguió vender arroz orgánico de calidad excepcional al mercado de arroz más exigente del mundo: Japón. Presionado por la OMC, Japón que tiene un arancel excepcionalmente alto para este producto (antes de la sanción superaba el 700%) decidió abrir una cuota especial de 700 mil toneladas con bajo arancel. Si bien por capacidad productiva y cercanía China sería el proveedor preferido, los japoneses no confían en sus sistemas de trazabilidad y control.
Si bien Organic Latin America cuenta con 6 certificaciones (que incluyen la norma europea, americana y argentina) el trader japonés envió sus propios controles. Fue un éxito y los japoneses tendrán sopa de miso a partir de arroz argentino. Adicionalmente, esta empresa tiene más de 18 variedades de arroz: cada una con cualidades especiales para cada plato, un sushi demanda distinto arroz que una paella; ninguno tiene algo que ver con un risotto. Christian Martínez, que dedicó toda su vida al comercio internacional, lidera el equipo adaptó un sistema único para proteger el arroz en silos sin utilizar fungicidas.
Hace más de 30 años que todas las semanas Luis Piñero Pacheco exporta carne por avión a España vía cuota Hilton. Si bien en un inicio la operación con su padre se apalancaba sobre productores ganaderos exportadores, hoy tiene su principal eje de valor en la capacidad de desarrollar nuevos cortes de carne con proveedores seleccionados que se adaptan a clientes con los que forma alianzas estratégicas. El segundo activo clave de Piñero Pacheco es la regularidad y frecuencia de sus embarques. Ahora al mando de la operación, hace unos años se encuentra desarrollando una marca que busca capturar ese diferencial de calidad al que accede con ese potente combo de acciones.
También en la primera quincena de febrero el agro argentino tuvo otra noticia muy positiva: Auravant, una start-up argentina de #AgTech, fue seleccionada por la Agencia Espacial Europea para ser su aliado estratégico en la observación del planeta Tierra para desarrollar aplicaciones agrícolas en base a sus imágenes satelitales. Adicionalmente, a la fecha son la única compañía seleccionada de origen latinoamericano. Esto es exportar conocimiento en estado puro.
Hay dos críticas comunes a estas noticias: la primera y más popular es desmerecerlas señalando que “no cuentan con valor agregado”. El análisis de los negocios como sistemas pone el foco en el “cómo” y no en el “qué”. Esto es: es mucho más importante la calidad con la que se hacen las cosas (bienes o servicios) que las cosas que se hacen; la literatura sobre decommoditización es bastante voluminosa al respecto. La segunda es desmerecerlas como aventuras, aduciendo que son experiencias imposibles de ser escaladas, que quedaran siempre reducidas a un nicho.
En la década del 50 los argentinos consumían un promedio de 80 litros per cápita de un vino de calidad penosa que llegaba en trenes cisterna a Palermo en la ciudad de Buenos Aires para ser fraccionado en damajuana a metros de la avenida Santa Fe. A fines de los 70 los pioneros de la reconversión imaginaron varietales con una característica que los haría únicos en el mundo: estar a más de 1.000 kilómetros del mar entronizando al Malbec como cepa nacional. El INV asegurando la calidad y la segmentación fue un organismo clave, fondeado por el propio sistema. Si la industria hubiera continuado con ese modelo mercado internista inviable hubiera implosionado frente al cambio de gustos que implicó un crecimiento del consumo de cerveza. Dejar las damajuanas adulteradas de “Soy Cuyano” y “Mansero” que a inicios de los noventa mataron a decenas y cambiarlas por una industria que exporta el 20% de su producción salvó al sistema vitivinícola argentino. La segmentación por calidad paga.
El trigo transgénico resistente a la sequía de Bioceres cuenta con aprobación de la CONABIA y un consenso amplio sobre su beneficio productivo: expandiría significativamente las posibilidades de doble cultivo y haría más estables los rendimientos en todo el país. Generar margen económico donde antes no se podía cultivar es agregar valor en estado puro.
La duda que invade a muchos es si su aprobación local restringirá el acceso a mercados externos. El sistema de agronegocios debe aprobar el uso local de esta tecnología que es un claro beneficio para el sistema y para la humanidad, como lo es todo el conocimiento aplicado al #Campo. De esta forma enviaría una señal unívoca al mundo. A partir de ahí es clave utilizar toda nuestra potencia diplomática para lograr la aprobación del evento en países productores e importadores de trigo. Es estratégico para el país posicionarse como un desarrollador confiable de biotecnología. Debemos estar en las zonas conocimiento intensivas del sistema de agronegocios global. Este debe ser solo el comienzo, hay muchos desarrollos biotecnológicos locales más que deben impulsarse.
A su vez debemos asegurarle a los clientes que compran y se les entrega lo que demandan. Como lo hicieron los productores de vino se debe segmentar, trazar y premiar a aquellos productores que se aboquen a realizar trigos de diferentes calidades y cualidades, para diferentes usos y diferentes mercados.
Nadie dice que preservar la identidad del trigo es fácil. Tampoco lo fue reconvertir la industria del vino, desarrollar un negocio de abastecimiento de carne a España, exportarle arroz a Japón o ser seleccionado por la Agencia Espacial Europea.