Mientras escribo estas líneas se calientan los motores para la quinta edición del Auravant Day, un encuentro que ya es una tradición local a la que concurren más de 1.000 participantes en cada edición de manera remota, lo que es un mérito en una industria tan joven y muestra la avidez que hay por el desarrollo de nuevas tecnologías.
El AgTech argentino que hoy cuenta con más de 100 empresas locales empezó con stands en Expoagro que se parecían más al de una feria de ciencias de estudiantes secundarios que a una industria. Hoy si recorremos los principales encuentros del sector, desde las UPAs de Aapresid y las Regionales de CREA hasta Agroactiva y Expoagro las empresas de AgTech ya tienen distinto tamaño y presencia física como las empresas de primera línea y algunas compiten con ellas en el mercado de talentos por las mejores personas. Empresas que, por otro lado, pasaron a invertir sumas relevantes en “entender qué pasa ahí”. Por otro lado, ya hay un grupo de fondos de capital riesgo local que hasta en algunos casos están fondeados por productores agropecuarios como Nesters o invierten distintas áreas de la economía del conocimiento como The Yield Lab, NXTPLabs y GridX para generar nuevas empresas de AgTech.
Lo más importante: hoy quedan pocos productores en el planeta #Campo que no usen al menos una app, aunque sea de clima y todos sin saberlo usan varias, porque el sistema que soporta a los agronegocios se está digitalizando a pasos acelerados.
Ahora bien, ¿qué es el AgTech? Es el medio por el cual se captura el valor generado en la reducción de los costos para producir y procesar datos georreferenciados en gran volumen, con el objetivo de mejorar la toma de decisión de los emprendedores y decisores agropecuarios. Si la rueda y la máquina de vapor ampliaron la potencia de nuestra capacidad de trasladarnos y crearon un mundo nuevo, las posibilidades de una tecnología que amplia nuestras capacidades intelectuales para la toma de decisiones presentan horizontes cuyo potencial desconocemos y estamos apenas descubriendo.
El conocimiento inyectado en los agronegocios, una industria de grandes volúmenes con márgenes exiguos donde casi todos los jugadores son tomadores de precios, es determinante a la hora de definir cuáles son las empresas que quedarán en pie.
Lo que estamos dispuestos a pagar por la soja, por ejemplo, resulta de la libre interacción entre la oferta y la demanda. Simplificando al extremo: si el precio resultante de esta es inferior a lo que cuesta producir la soja de manera sostenida lo que el mercado nos indica es que: a) la sociedad no está dispuesta a consumir soja al costo que cuesta producirla o b) que la sociedad no está dispuesta a subsidiar a un productor individual de soja particular cuyo costo supera al precio de mercado. Esa es la regla de hierro del capitalismo, por eso desaparecen productos o empresas. Cuando toda una industria al incorporar tecnología baja el costo de producción de un bien genera un nuevo precio de equilibrio (más bajo) y el que no se adapta queda fuera del mercado.
Hoy la toma de decisiones en los agronegocios puede ser más precisa. El mantra del ingeniero agrónomo o el veterinario que es “producir más con menos” acepta un nuevo nivel de vuelta de tuerca. Pero la cuestión no termina ahí: la introducción masiva del AgTech mediante el uso de apps demanda un cambio cultural en gran parte de las empresas, donde muchas veces la toma decisión está demasiado centrada en la experiencia “anecdótica” previa en contra del análisis de los datos y una proyección del futuro. Para muchos la adopción de nuevas tecnologías implicará cambiar la forma en la que se piensa. Por otro lado, las apps que ganen la carrera serán las que tengan una interfaz que se adapte mejor a la visión; como dicen en el mundo financiero: estar adelantado es muy similar a estar equivocado.
Mientras tanto, en el mundo la Reserva Federal de Estados Unidos sube el costo del dinero con dos impactos muy claros: genera una fuerza opuesta a la invasión de Ucrania y potencialmente genere una baja en los granos de mantenerse esa suba y por el otro reduce fuertemente el incentivo a invertir en proyectos nuevos de resultado incierto, como aquellos intensivos en innovación. Sin embargo, debido a Rusia, aquellas empresas que busquen optimizar el uso de energía o elevar la producción de alimentos (o reducir su costo), son mirados con especial interés: ahí están el AgTech y la biotecnología.
Argentina cuenta con la más alta tasa de ingenieros agrónomos por hectárea cultivada en comparación con las potencias productoras-exportadoras de alimentos y tiene una de las edades promedio de productores agropecuarios más baja a nivel global.
A pesar de contratiempos los agronegocios argentinos están posicionados para liderar la revolución AgTech como consumidores, pero más importante aún como productores de tecnología.
De nosotros depende.