Terminado el año 2019 que será recordado por mucho tiempo, y ante un cambio de gobierno, habiendo dejado atrás aciagos momentos en temas cambiarias y económicas, tenemos por delante una situación económica-social muy delicada, siendo en estos últimos días apabullados por un incremento de tributos nacionales, provinciales y municipales.
El sector agropecuario es –sin temor a equivocarme- nuevamente “invitado” como el “mayor aportante” a participar en la financiación de un plan de solidaridad social y económica, con incremento en las retenciones a las exportaciones, suspensión de la reducción de las alícuotas en el Impuesto a las Ganancias, aumento en Bienes Personales, incrementos sustantivos en impuestos provinciales y municipales, etc., tantos y tan variados que resulta hoy difícil medir con algún grado de aproximación el impacto que tal suba tendrá en la economía, tanto en la macro como en la micro.
Los sectores medios y medios-altos de la sociedad, son los destinatarios de este aluvión fiscal, y en relación a ello haremos solo dos comentarios entre tanta novedad, históricamente repetida.
Se ha vuelto a mencionar en los medios periodísticos una gráfica, cuyo autor es el economista Arthur Laffer quien representó con la curva que lleva también su nombre la relación que existe entre los ingresos provenientes de los impuestos de un país y la presión fiscal que sufre el contribuyente. Si nos fijamos en el gráfico siguiente, podemos observar lo siguiente: A un tipo impositivo 0 el Estado recaudaría 0 y a tipo impositivo 100, el Estado recaudaría igualmente 0, puesto que nadie demandaría ningún tipo de bien o servicio. Por lo tanto, ya tenemos una curva que cumple con los requisitos arriba mencionados.

Quizá sería mejor citar en lugar de “curva de Laffer”, “punto de saturación de Laffer”: aquella presión impositiva cuyo incremento es incapaz de aumentar adicionalmente la recaudación. Quienes niegan la validez absoluta de los argumentos de Laffer deberían responder si, en su opinión, unos gravámenes del 85% aproximadamente (Retenciones a la exportación, IG, BP, impuestos provinciales, etc.) permitirían incrementar los ingresos tributarios por encima de los niveles actuales. La respuesta es simplemente no.
Ahora bien, debe reconocerse a los críticos de Laffer que es cierto cuando afirman que quienes apelan al economista estadounidense como argumento de autoridad para bajar impuestos asumen que las economías siempre se encuentran a la derecha de la curva, esto es, que siempre nos hallamos en una situación donde una atenuación de la carga impositiva aumenta la recaudación. Y aquí, los defensores de la curva de Laffer caen en un error idéntico al de sus críticos: si éstos negaban que aumentando impuestos puedan terminar cayendo los ingresos, aquéllos se oponen a la posibilidad de que, bajándolos, las entradas del erario caigan. (J R Rallo, economista)
Dada la histórica presión fiscal argentina, la ineficiencia en la administración de los tributos -tanto a nivel nacional como provincial-, a los permanentes cambios normativos y el abandono de “reformas fiscales” recientemente instrumentadas, no cabe duda que en el mediano plazo la recaudación total en términos constantes sufrirá una fuerte reducción.
Resulta absolutamente necesario atacar el principal problema de nuestra economía, el eterno déficit fiscal que ha devorado planes, gobiernos y expectativas de sucesivas generaciones.
Un propósito fundamental debería ser luego de ordenar ciertos problemas serios que padece el país –como el reperfilamiento de su deuda pública- estimular la inversión y el crédito productivo, tendiente a generar mayor capacitación y empleo de su población, sin que se busque eliminar o expropiar beneficios con impuestos excesivos, porque aquellos son considerados un incentivo, y la búsqueda debe ser la estabilización del valor de la moneda para que el interés no provenga de la acumulación inactiva sino de la devolución de dineros invertidos en la generación real de riqueza.
De lo contrario, nuevamente volveremos a nuevos planes solidarios que solo reconfirmaran que la curva de Laffer es una lamentable radiografía de una realidad argentina que no se logra superar.