Mientras cierro esta columna confluyen una serie de eventos aparentemente desconectados que engloban los desafíos del corto y mediano plazo de una Argentina que, como fin superior, debe desterrar la pobreza. El único camino posible hacia ese norte es la creación de empleo genuino, que es aquel que es sostenible en lo económico porque es competitivo en el mundo; en lo social, porque otorga dignidad a las personas al permitirles la búsqueda de la felicidad en libertad; y en lo medioambiental, porque cuida de los recursos naturales para las generaciones que vienen.
En la era del conocimiento esos empleos genuinos requieren de tres elementos claves: educación de calidad, inversión en capital, e infraestructura social (no solo rutas y cloacas, también centros culturales y cines).
Sin embargo, el legado del país post crisis del 2001 duele: la mitad de los adolescentes no termina el secundario (la mayoría son madres adolescentes solteras) y un tercio de la población está bajo la línea de pobreza; en el planeta #Campo hay millones de hectáreas inundadas de forma endémica que no les permiten a los productores tomar aire, y por sobre todas las cosas se dejó escapar una oportunidad única: durante 12 años el precio de lo que le vendemos al mundo jamás fue tan alto y el costo de financiarnos para producirlo jamás fue tan bajo.
En el Día de la Bandera la ex Presidente organizó un acto político en el que criticó la situación actual diciendo que “los números son claros, aumentó el desempleo”. No es ocioso recordar que durante su Gobierno la intervención del INDEC producía un índice de desempleo que para 2015 registraba desempleo 0 en algunas ciudades del norte del país, mientras que el índice de pobreza había dejado de publicarse en 2013. El manoseo de las estadísticas públicas que se inició en el 2006 con el índice de precios retrajo la confianza de los inversores y cuando a fines del 2008 se eliminó de un plumazo el sistema de AFJP el país fue categorizado como “mercado de frontera”, algo que lo ubicaba por debajo de “mercado emergente”. También durante el Día de la Bandera las calificadoras de riesgo decidieron mantener al país como “mercado de frontera” y los precios de las principales compañías argentinas que cotizan en bolsa se desplomaron al día siguiente, los inversores pensaron que el país ascendía y tuvieron que corregir.
Para poder invertir en educación, formación de capital privado e infraestructura social se necesita de un horizonte poco turbulento y un costo del financiamiento bajo. Estar 15 años en Default no es gratis y la herencia del 2001 está intrínsecamente ligada a los resultados sociales que observamos. Un indicador de la posibilidad de torcer esa historia es la reactivación del crédito hipotecario de largo plazo y la capacidad de emisión de deuda con la que cuenta el Estado, un instrumento que debe usarse con cautela, pero con el optimismo de que es posible emitir un bono cuyo capital se pagará a 100 años. Una deuda de largo es siempre mejor que una de corto plazo.
La gringada cuenta los porotos de la 16/17 y ya planeó la 17/18; está cerrando la siembra de las últimas hectáreas de la fina. Muchos tuvieron un gran año, pero otros arrastran una serie de campañas de desastres climáticos que solo acumulan deudas. Todo el sistema de agronegocios apuesta a ampliar la superficie total sembrada y a elevar la relación de cereales sobre oleaginosas, pero cómo.
Cuando se hace el planteo tecnológico hay una certeza: los costos; mientras los ingresos están llenos de riesgo. Al igual que el país, la capacidad de elevar la inversión en todas las tecnologías del #Campo está determinada por: el acceso al financiamiento, su costo y qué sucederá con los ingresos. Si los productores se diversifican a cultivos que demandan más inversión e intensifican la inversión tecnológica al máximo en cualquier cultivo que elijan, eso se traducirá en mejores semillas, fertilizantes, agroquímicos, maquinaria, y por sobre todas las cosas en personas que aportan el conocimiento (con diagnóstico y toma de decisiones) que hace que esa orquesta no desafine. Esa inversión es la que construye empleo genuino.
Existe un marco de reglas de juego incipiente que fomenta esa inversión, pero el sistema de agronegocios demanda mayor creatividad financiera que distribuya los riesgos (principalmente el climático) y por lo tanto invite a utilizar mayor tecnología. Dejamos atrás lentamente los 15 años que duró la crisis del 2001.