Por: Ing. Agr. Fernando Martínez. INTA Casilda
La Producción Animal con base pastoril
La transformación de la producción vegetal primaria en productos animales es una actividad antigua, anterior a la sedentarización de los humanos y a la agricultura. La producción animal por pastoreo se practicó en el territorio argentino tempranamente por los pueblos originarios del noroeste; sin embargo, es a partir del 1700 cuando se consolida en la pampa y se transforma en la actividad excluyente de la cultura gaucha. El pastoreo de vacunos, equinos, lanares y caprinos ha ocupado un lugar fundamental en la construcción de la sociedad nacional.
Existen dos niveles en los sistemas de producción animal: uno más extensivo o pastoril donde el animal cosecha su propio alimento; y otra intensiva, donde el alimento se le suministra al animal, previa cosecha, procesado, traslado, etc., existiendo formas intermedias y complementarias. El sistema pastoril posee una dinámica rica y compleja, debido a las relaciones que se establecen entre los diversos factores de producción utilizados.
Interrelaciones Animal-Planta-Suelo
Denominamos pastura a un conjunto de plantas que sirven de alimento a animales básicamente rumiantes y que pertenecen casi excluyentemente a dos familias botánicas: Gramíneas y Leguminosas; denominamos Pasturas Permanentes (PP) a aquellas integradas por distintas especies vegetales, que producen durante todo el año y son susceptibles de pastoreo ininterrumpido.
Una caracterización de la alimentación animal con base pastoril indica:
- El objetivo principal es producir (y aprovechar) la máxima cantidad de biomasa aérea total por unidad de superficie.
- Presenta una compleja recirculación de nutrientes.
- Presenta un variable aporte de nitrógeno atmosférico (N2), incorporado por la fijación biológica de nitrógeno (FBN) de las leguminosas.
- Siendo sistemas poli específicos, la fertilización puede cambiar la composición botánica de la pastura.
Esquema 3 Caracterización de las especies componentes de Pasturas Permanentes
Leguminosas:
- Fijan nitrógeno atmosférico → alta Proteína Bruta → alta digestibilidad
- Aumentan ingesta voluntaria
- Mejoran la ingesta de otros pastos (gramíneas)
- Mejoran la digestibilidad del conjunto
- Requieren suelos con pH’s neutros a levemente alcalinos (6,8 – 7,5) y nivel medio a alto de bases como calcio y magnesio (Ca2+)
- Alto requerimiento de fósforo, azufre y Boro
- Como tienen altos niveles de N, en forma de proteínas solubles en particular causan empaste.
Gramíneas:
- Tienen crecimiento “explosivo” (previo a la floración)
- Aportan celulosa → alimento del rumen
- Tienen estacionalidad de producción y de calidad
- Extremadamente dependientes de N
- Toleran bien suelos con pH´s ácidos (hasta < 5)
Producción Animal pastoril en la Región Pampeana Norte
Tradicionalmente la producción animal en la región pampeana norte estuvo basada en el pastoreo directo de pasturas implantadas, que han disminuido significativamente en su extensión, siendo reemplazadas por la agricultura, y la soja en particular. El proceso denominado decaimiento de los alfalfares tiene larga data en la región; el síntoma general aceptado es que los alfalfares no producen ni permanecen productivos (no “tiran” y no “duran”). Existen diversas interpretaciones de este fenómeno. En este trabajo se enfatizará el rol de la disminución de la fertilidad de los suelos como factor determinante del decaimiento de alfalfares y PP.
Las tablas 1 y 2 muestran el área destinada a pasturas perennes y anuales en algunas provincias pampeanas, publicadas en la Encuesta Nacional Agropecuaria del INDEC en 2007, en donde Buenos Aires no realizó el trabajo de campo. La fertilización media aplicada a alfalfa y pasturas es menor a 30 kg/ha/año. La utilización de alfalfa como pastura pura o consociada con gramíneas se basa en el bajo costo monetario de la captación del nitrógeno, de manera de producir MS de buena calidad alimenticia con el menor costo unitario. A su vez el pastoreo directo no asigna recursos financieros a la toma del alimento. Este ahorro (o no inversión) simplifica enormemente el manejo de la hacienda y ha sido la base de la ganadería pastoril extensiva que caracterizó la producción animal pampeana.
Tabla 1 y 2. Área implantada con forrajeras anuales. Encuesta nac. Agropecuaria INDEC 2007
Forrajeras Anuales
Forrajeras Perennes
La nutrición de la alfalfa y de otras pasturas
La alfalfa es un cultivo capaz de lograr altísimas producciones de materia seca (MS) con alto contenido de proteína. Como toda leguminosa, el mecanismo de fijación biológica del N (FBN) es el que regula esa productividad. Sin embargo, mantener una alta FBN exige que la planta sostenga una elevada tasa de crecimiento, sin restricciones.
Asegurado el suministro hídrico, radiación y temperatura, el abastecimiento nutricional determina la capacidad de la planta para abastecer a los nódulos con carbohidratos, mecanismo que a su vez permite a los nódulos fijar N atmosférico y continuar con el ciclo. Los niveles de FBN informados para distintos sitios de la Región Pampeana argentina oscilan entre 120 y 450 kg/ha/año para producciones de entre 6000 y 18000 kg MS/ha con valores medios de 200-220 kg/ha/año. El aporte de N por FBN representa entre el 20 y el 85% del N consumido por el cultivo (Racca y col., 2001).
La alfalfa requiere suelos cercanos a la neutralidad o levemente alcalinos; el rango óptimo de pH se establece entre 6,8 y 7,5 y es el que favorece el funcionamiento-multiplicación de la bacteria específica. La tasa de crecimiento de alfalfa exige fuerte suministro de otros nutrientes; su requerimiento de fósforo (P) es alto y no posee la habilidad de tomarlo en condiciones de baja disponibilidad como ocurre con soja. El azufre (S), potasio (K), magnesio (Mg) y calcio (Ca) son también requeridos en grandes cantidades. Un adecuado suministro de P de K y de S permite incrementar y mantener en el tiempo una eficiente FBN. El umbral o nivel crítico de P del suelo, para lograr el 95% de la productividad potencial se establece en 23 ppm de P Bray (el de soja es 12 ppm). No es posible implantar exitosamente alfalfa o una pastura de base leguminosa cuando el suelo no ofrece los umbrales nutricionales, en particular de P y de S y no se fertiliza para alcanzarlos. Afortunadamente, la gran mayoría de los suelos pampeanos tiene altos niveles de potasio, y más aún, con altas reservas, que le permiten mantener una alta disponibilidad continuada.
Cuando la pastura de alfalfa, ya sea pura o consociada, se implanta mal, producen poco y no tienen persistencia.
La baja oferta inicial determina un lento crecimiento por carencia de N que a su vez limita la instalación y crecimiento de los nódulos encargados de la FBN; esto se traduce en bajo abastecimiento para las raíces y deficiente exploración y profundización, que debilita al cultivo frente a cualquier situación de stress, incluyendo baja capacidad de competencia. El éxito de un alfalfar o pastura base alfalfa, medido en un plazo de 3-4 años se define en los primeros 90 días luego de la siembra y está asociado a la temprana instalación de los nódulos. El ciclo del N en un alfalfar o en una pastura de base alfalfa es sumamente complejo; la absorción del N originado en la FBN representa entre el 10 y el 50% del N absorbido por las gramíneas con valores entre 10 y 35 kg de N/ha por año. La mayor parte del N absorbido por las gramíneas proviene de la mineralización de la materia orgánica edáfica. Las condiciones de clima y suelo, y las características del cultivo y del pastoreo determinan la disponibilidad de N para la pastura y su productividad. La estrategia universalmente adoptada para el mejor desempeño de un alfalfar es garantizar al cultivo las mejores condiciones para la fijación biológica.
Tabla 3: Requerimientos de Macronutrientes y Micronutrientes de Alfalfa y Festuca
Tabla 4: Requerimiento y Exportación de macro y micronutrientes según aprovechamiento.
Situación de la fertilidad de los suelos en la región pampeana norte
Desde la colonización española, las actividades humanas y la consecuente introducción de nuevas especies alteraron profundamente el espacio pampeano y modificaron las propiedades del suelo, y fueron magnificadas en la etapa siguiente por la actividad agrícola de cultivos para granos. El trigo es el cultivo “civilizador” de la pampa; cuando la fertilidad natural remanente limitó su productividad por monocultivo triguero o cuando aparecieron nuevas alternativas para la ganadería se difundió la explotación mixta, utilizando el suelo en agricultura para granos por unos años y sembrando alfalfa para pastoreo directo durante el resto del ciclo de rotación. El monocultivo de maíz en la zona núcleo maicera también produjo el decaimiento de la fertilidad y el enmalezamiento con sorgo de Alepo; esta situación se superó rotando con alfalfa o con pasturas perennes hacia comienzos de los 60´.
La inclusión de una etapa pastoril con alfalfa o pasturas permanentes cristalizó el criterio de que la agricultura para granos deteriora las propiedades favorables de los suelos y la alfalfa o las pasturas perennes las recuperan. Numerosos trabajos informan sobre la situación de los suelos en la región, identificando deficiencias en el suministro de macro y micronutrientes, de sus posibilidades de remediación y del ajuste de técnicas de determinación de deficiencias y de recomendación de fertilización. Si bien estos trabajos son relativamente abundantes en cultivos para granos son muy escasos en alfalfa y pasturas perennes.
En la región pampeana norte y para diferentes series de suelo se estima una pérdida del 50% de la materia orgánica del suelo original con 100 a 120 años de explotación agropecuaria. La magnitud de la pérdida de nutrientes varía entre un 30 a un 70% según la combinación de actividades y los niveles de producción-exportación. Los nutrientes que más han disminuido son N, P, S y B, justamente los que determinan el desempeño de las leguminosas forrajeras.
Fertilización de pasturas de alfalfa puras y consociadas
Actividades experimentales han determinado deficiencias de N, P, S y Mg en variados ambientes de nuestra región y han desarrollado metodologías de fertilización de alfalfa y pasturas perennes. Las operaciones de la técnica se agrupan en 3 etapas: 1) Determinación de la fertilidad del suelo para caracterizar sus deficiencias, 2) Recomendación de la fertilización y 3) Su ejecución. La etapa 1, consta del muestreo de suelos, la preparación de la muestra, su análisis y su informe. La etapa 2, consiste en elaborar un pronóstico de comportamiento del cultivo partiendo de un objetivo productivo y del uso que se le dará cruzado con la oferta nutricional del suelo y permite o no elaborar una estrategia de fertilización. La etapa 3, es la ejecución de esa recomendación y consta de la definición de nutriente y dosis, las fuentes que se utilizarán, forma y momento de aplicación y la calidad de aplicación (uniformidad). Algunos autores incluyen una cuarta etapa, de evaluación de los resultados.
En el área Centro-Sur de Santa Fe (dptos. Caseros, Constitución, Rosario y San Lorenzo) los mejores resultados en fertilización de alfalfa se han obtenido con aplicaciones de 35 kg P + 30 kg S + 20 kg Mg aplicados previo o en la oportunidad de la siembra utilizando 150 kg de fosfato + 150 kg de sulfato de magnesio (Kieserita). Estas dosis se han ajustado con ensayos de campo y cubrirían tentativamente los dos primeros años del alfalfar. En el segundo otoño se procede a evaluar el estado del cultivo, en especial el stand de plantas, estado sanitario y vigor; luego de un análisis de suelo y del análisis de estado nutricional de las plantas por análisis foliar, se decide su re fertilización, su re fertilización combinada con resiembra, o su finalización. La aplicación de Ca como nutriente puede ser necesaria en algunos casos. La utilización de boro (B) no ha sido ensayada.
Las fertilizaciones completas, con fósforo, azufre y magnesio, incrementaron la producción entre 30 y 100% sobre los testigos no fertilizados y permiten alcanzar el 2° año con excelente productividad y stand prolongando el uso de la pastura. Frecuentemente los testigos apareados decaen tanto durante el 2° invierno que en la primavera siguiente desaparecen (por abrupta disminución de stand).
Las estrategias de fertilización en alfalfa y pasturas perennes pueden responder a distintos objetivos; sin embargo, como el objetivo fundamental es lograr productividad con longevidad, no existe la variedad de estrategias disponibles para los cultivos para granos. La más sencilla es aumentar la disponibilidad de P en la línea de siembra mediante dosis ajustada según el contenido del suelo y asegurar la oferta de S y de Mg desde la implantación (con aplicaciones no en la línea) e inocular correctamente.
Se cuenta actualmente con una variada oferta de fertilizantes granulados, molidos y líquidos, en amplio rango de contenidos y precios. La elección de una fuente dependerá de la logística disponible y deberá ajustarse según las características del suelo y del equipo aplicador. La calidad de aplicación (por uniformidad o aplicación variable) dependerá del equipo y de la capacitación del operador.
Una fuerte fertilización inicial es el mejor reaseguro de éxito del alfalfar o pastura consociada, dado que su extensa y profunda exploración radicular garantiza el encuentro nutriente-planta con mayor certeza que en cultivos anuales donde la sincronización oferta-demanda es un aspecto clave de la eficiencia de utilización de los fertilizantes. Las características de los cultivos forrajeros plurianuales amplían la ventana y forma de aplicación, pudiendo refertilizarse al voleo en primavera y en otoño.
Figura 1. Producción de MS anual y acumulada de alfalfa fertilizada con fósforo, azufre y magnesio entre 2005/06 y 2008/09. Firmat, Santa Fe. Fuente: F. Martínez, G. Cordone. D. Buschittari y M. Paván.
Conclusiones
La disminución progresiva de la producción y longevidad de los alfalfares y las pasturas de base alfalfa en la región pampeana norte está asociada con la pérdida de las propiedades favorables de los suelos a los que se destinan. Se verifica una fuerte disminución de los contenidos de materia orgánica, de Nitrógeno, fósforo y azufre disponibles, en paralelo con una disminución del pH, todos factores que atentan contra el establecimiento y producción de la forrajeras, en particular de las leguminosas.
No existe una jerarquizada consideración de los aspectos nutricionales al momento de planear una estrategia forrajera, más bien continúa suponiéndosela innecesaria. Carecer de un adecuado manejo nutricional para las pasturas de alfalfa, puras o consociadas, presupone desperdiciar potencial productivo del ambiente, complicando el mantenimiento de las actividades pastoriles, la continuidad de la cadena de valor asociada y contribuyendo a desmejorar la seguridad alimentaria de la población; a su vez implica continuar con la explotación del recurso suelo. Planificar cualquier expansión ganadera a nivel empresa o región, sin apoyarse en este manejo nutricional significa continuar desaprovechando oportunidades.