Recibí hace unos días una propuesta de Pilu Giraudo para recordar para la revista de Aapresid unas líneas sobre Tomas Bulat , y la verdad que me pareció oportuno publicarla en esta edición 68 de Horizonte A, que lo tuvo de columnista desde 2011 y sentí la inmensa responsabilidad de recordar a un amigo que fue muy generoso conmigo. Estuvimos muy cerca estos años, compartimos charlas, viajes, programas de tele, me propuso que tuviera mi espacio en “El Inversor” y que llevara a mis propios invitados, cosa que hice durante un tiempo.
Lo conocí allá por los noventa, en un encuentro del radicalismo de la provincia de Buenos Aires, en Villa Gesell. Allí estaban varias de las figuras del partido, pero los asistentes nos quedamos impresionados con un economista muy joven, pelado, que tuvo una brillante exposición sobre la posibilidad de una devaluación, en tiempos de uno a uno y en el que todo el país veía a Carlos Menem y a Cavallo como los que le habían encontrado la vuelta a tantos años de frustraciones en cuanto al manejo de la economía en la Argentina. El joven que nos había impresionado se llamaba Tomas Bulat, quien sostenía que si no se pensaba en una devaluación programada, el plan de convertibilidad nos estallaría en las manos.
Tomé otros rumbos y en 2011, gracias a las redes sociales le mandé un mensaje privado por Facebook, el texto decía lo siguiente: “Estimado Tomás, quiero tomar contacto con vos para hacerte una nota en Horizonte A, revista mensual del sector agropecuario. Por favor, confirmame que sería para la edición de Julio. Gracias”.
Al otro día, por casualidad, nos encontramos en la esquina Bouchard y Lavalle, le dije: “Tomas, soy Juan Carlos, te mandé un mensaje por inbox solicitándote una entrevista. Él me dijo: “te lo contesté recién!!” Caminamos juntos unas cuantas cuadras. Ese encuentro casual, lo había impresionado y se lo contaba a todo el mundo.
La entrevista derivó en la idea de hacer una columna mensual, la que yo debía grabar cada mes con la ayuda de Claudia, su fiel secretaria, que buscaba en la enmarañada agenda de Tomy quince minutos que nos permitiera grabar la columna, y de allí surgieron miles de situaciones que fueron desde charlas de política hasta temas familiares. De a poco sentí que estábamos armando una linda amistad.
Es imposible que la muerte haga de Tomás una mejor persona. Fue un padre muy presente, la familia estaba por encima de cualquier cosa, un docente de alma, un apasionado por lo que hacía y su prematura desaparición lo dejó sin proyecto político, que era para mí, su gran asignatura pendiente. Había dicho no a un ofrecimiento concreto, pero sé que en su futuro él imaginaba hacer política.
Su familia, su círculo intimo, los que lo conocimos de cerca, los que lo veían por la tele, o lo escuchaban en la radio, o presenciaban alguna de sus tantas charlas; tienen atesoradas en diferentes medidas ideas, consejos, visiones y conocimientos de Tomás Bulat, y eso nos da la certeza que no ha pasado en vano por la vida.
Te vamos a extrañar y desde donde estés veras los frutos de tu siembra.
Juan Carlos Grasa