La explosión demográfica que está atravesando el planeta y el mayor ingreso per cápita de la población, sobre todo en los países del sudeste asiático, están impulsando la demanda de más y mejores alimentos. Al mismo tiempo, las preocupaciones por el cambio climático están marcando un uso creciente de cultivos y sus derivados para la elaboración de bienes para todos los sectores de la economía.
Día a día vemos cómo ganan espacio nuevos cultivos energéticos como la carinata o el miscanthus, o recibimos novedades de que alguna empresa instalará una refinería para convertir rastrojos en algún tipo de energía o de fibras para todo tipo de industrias. Lo mismo sucede con productos químicos, insumos agrícolas, cosméticos y medicamentos. La oferta de productos que tienen su origen en el campo parece estar lejos de alcanzar su techo.
Estas necesidades deben ser atendidas bajo un marco de restricción de superficie cultivable, de aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y de respeto por los ecosistemas. Un verdadero desafío para la agricultura que solo podrá ser superado a partir del uso intensivo de la ciencia y la tecnología como soportes de la innovación continua.
Innovaciones
La innovación en biotecnología y el mejoramiento vegetal serán los pilares para lograr el éxito.
Entre sus aplicaciones se destaca la posibilidad que ofrece para mejorar la estabilidad de los cultivos mediante la incorporación de nuevos eventos que otorguen tolerancia a herbicidas, insectos, estrés hídrico, entre otros. O bien, para moldear los cultivos para que sus granos o tallos cuenten con las propiedades óptimas para ser transformadas en los productos buscados. Otra área de enorme interés es el desarrollo de microorganismos que permitan optimizar o desarrollar procesos biológicos de conversión de biomasa. El otro pilar será la innovación en las tecnologías digitales para lograr una agricultura más sustentable y competitiva.
Las nuevas demandas de productos que tienen su origen en el campo representan una gran oportunidad para Argentina. Los productores argentinos vienen demostrando una gran capacidad de innovación para sobreponerse a todas las dificultades económicas y sociales que viene atravesando la economía nacional en las últimas décadas.
Juventud en el agro argentino
En un viaje que me tocó compartir con David Hughes hace dos años, en aquel momento presidente de ArgenTrigo y hoy al frente del Consejo Profesional de Ingenieros Agrónomos, me explicaba que el productor agrícola argentino es una persona joven, con buena formación académica y con una alta propensión a contratar asesoramiento profesional.
Según los números de Hughes de aquel momento, el promedio de edad de los tomadores de decisiones en las granjas argentinas estaba por debajo de los 46 años y más de la mitad tenían completado sus estudios universitarios. Además, el 80% de las empresas agrícolas contaba con asesoramiento contable, el 60% con asesores técnicos y el 30% recibían monitoreos de cultivos externos, mientras que 6 de cada 10 productores arrendaba algún campo.
Estas particularidades difieren de lo que sucede en el resto del mundo. Especialmente en Europa donde la actividad agrícola está en manos de agricultores de edad más avanzada y con muy pocas perspectivas de recambio generacional. Por un lado, porque las parejas europeas tienen menos hijos, pero también porque estos jóvenes han perdido el interés en las ciencias en general y en el agro en particular. El vínculo entre la sociedad que vive en las grandes áreas metropolitanas y la tecnología agrícola moderna está cada vez más deteriorado.
¿Qué sucede en el viejo continente?
En un intento por revertir esta situación y mostrar que el agro puede ser atractivo para la juventud, John Deere y el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT), un organismo independiente creado por la Unión Europea para potenciar la investigación y la innovación, acaban de presentar el proyecto de agricultura de precisión para Farming Simulator.
Un parche de actualización para el popular videojuego de simulación de granjas que incorpora los conceptos de una agricultura más verde, más tecnológica y sustentable. En Europa está muy instalada la creencia de que solo es posible producir alimentos de calidad en pequeñas granjas familiares. Este proyecto está destinado también a resaltar que la tecnología moderna conocida como Agricultura de Precisión permite que las grandes granjas elaboren productos de alta calidad y, al mismo tiempo, respetando el medio ambiente.
A diferencia de lo que sucede en el ‘Viejo Mundo’, en nuestra región estamos atravesando un momento en el que la población en edad de trabajar supera en número a la población dependiente. Este proceso que se conoce como “bono demográfico” es un valioso activo para la innovación, que resulta indispensable para el desarrollo de la bioeconomía, que requiere de la utilización intensiva del conocimiento sobre los recursos biológicos y sus procesos de transformación.
Jugar para aprender
El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) en varias oportunidades se ha referido a la importancia de entusiasmar a los jóvenes para capitalizar este bono demográfico. Bajo la gestión del argentino Manuel Otero al frente del organismo, el IICA ha tomado a la juventud rural como uno de los temas prioritarios para el desarrollo de la agricultura y la bioeconomía en América Latina y el Caribe. En su sede central de Costa Rica funciona el Centro Integral para la Interpretación de la Agricultura del Mañana (CIMAG). Se trata del mayor proyecto educativo agrícola del mundo, que fue desarrollado junto a Microsoft creando un espacio interactivo tecnológico donde los jóvenes pueden simular que están manejando una cosechadora, o pueden modificar los parámetros climáticos y ver la respuesta de los cultivos a las nuevas condiciones ambientales, o también jugar con aplicaciones de realidad virtual para estudiar los órganos de los animales.
Si bien el agro argentino, como me contaba Hughes, está liderado por agricultores jóvenes, la mayor proporción de la población joven (y no joven) muestra un enorme desconocimiento y cierto rechazo al campo argentino.
Los vemos a diario en las redes sociales con acusaciones de todo tipo, como “envenenar a niños con glifosato” o las polémicas franjas verdes, cada vez más comunes con distancias que superan en 100 veces las utilizadas en Europa, desconociendo, por ejemplo, que el productor argentino es el que menos fitosanitarios sintéticos aplica por tonelada cosechada. Ya que, a través de los canales formales de educación, como son los colegios o las universidades, no se está logrando captar la atención de los jóvenes por las actividades agroindustriales, son bienvenidos estos nuevos enfoques innovadores, como el de John Deere y el IICA, que utilizan el poder de la tecnología para acercarse a los jóvenes. Y nada mejor que hacerlo jugando.