John Maynard Keynes se hizo famoso por su frase “en el largo plazo estaremos todos muertos”. No era una frase despreocupada que llamaba a no mirar lo importante para ocuparse exclusivamente de lo urgente y tampoco una visión despreocupada sobre las consecuencias de nuestros actos en el futuro. Era un llamado de urgencia a los líderes políticos a actuar sobre los problemas actuales que eran en ese momento particularmente serios con menos ataduras.
En Argentina la frase hace referencia a lo primero. El país está ahogado de pasado, estresado en un presente continuo sin capacidad de plantearse un programa que cambie hoy determinadas reglas para convocarse a un futuro mejor. El 2021 es el largo plazo inmediato de enero del 2020.
Apenas asumido el Gobierno actual se planteó una estrategia de confrontación con nuestros acreedores externos que derivó en un default de la deuda y una negociación que se extendió por más de 6 meses. Los nuevos bonos inventaron un mediano plazo desastroso al no generar pagos relevantes en los próximos 3 años los hicieron carentes de valor. Si a esto se suma que son utilizados para bajar la cotización de los dólares financieros cuando ANSES o BCRA los sobre ofertan en el mercado, el resultado es ruinoso: elevaron el costo de financiamiento de toda la economía. Los inversores y empresarios se peguntan hoy cómo será el 2024, el largo plazo de esa decisión que tomamos. Por lo pronto sabemos que para crecer en 2024 hay que invertir ya, y para invertir ya hay que tener mercado de crédito. La decisión de enero del 2020 impactará como mínimo durante una década.
Vacunar es caro. “En el mundo no hay vacunas” es una frase cierta y mentirosa a la vez. Es cierto que la vacuna es un bien escaso, pero también es cierto que hay más de 25 países que resolvieron mejor ese desafío que Argentina; los espejos de nuestros vecinos Chile y Uruguay nos interpelan. Sin confianza no hay crédito, sin crédito no hay dinero y sin dinero no hay vacunas.
El escándalo de las vacunas es más grave porque la sociedad le cedió al Estado la potestad de distribuir la vacuna porque confiaba en que la vacuna llegaría a quién más lo necesitaba y no a quién más pudiera pagar por ella
Ordóñez
En enero del 2020 no solo se decidió una nueva estrategia de deuda sino también una política exterior más reactiva al mundo, por ejemplo, con cuestionamientos hacia el acuerdo Unión Europea-Mercosur o las ambivalencias y hasta apoyos al régimen dictatorial venezolano. Las vacunas se hacen en muchos países del mundo, enemistarnos con Estados Unidos y Europa no ayuda. En breve se viene el largo plazo de esa decisión, combinada con otra: la centralización total de los recursos para enfrentar la pandemia en el Estado nacional cuando el sistema de salud es mixto.
El escándalo de las vacunas es más grave porque la sociedad le cedió al Estado la potestad de distribuir la vacuna (negando el mecanismo tradicional del mercado) porque confiaba en que la vacuna llegaría a quién más lo necesitaba (médicos en la trinchera y adultos mayores) y no a quién más pudiera pagar por ella. El Estado estafó a los argentinos. De al menos 3.100 vacunas no se sabe su paradero y son obscenas las imágenes de adolescentes tardíos sin responsabilidades con enfermos COVID vacunándose.
La administración de Macri sufrió el largo plazo del 2011, cuando la administración de Fernández resolvió no corregir las tarifas públicas (“la sintonía fina” de su vicepresidente) e imponer el cepo cambiario. El cepo cambiario era a su vez el largo plazo del 2008, cuando también Fernandez se lanzó a la 125 y creó los ROE, los cepos a la exportación de cereales, carne y leche.
La sociedad argentina a través de sus líderes políticos se debe un sin número de discusiones relacionadas con las funciones con las que quiere dotar a su Estado desbordado de demandas y su financiamiento. Son discusiones duras, porque llaman ceder hoy en pos de un futuro mejor.
¿Qué le diremos a nuestros a nietos? ¿Que tuvimos la oportunidad, pero nos faltó el coraje? ¿Que teníamos las respuestas, pero no la capacidad de generar acuerdos? ¿Que no nos animamos? El descenso al subdesarrollo está amenazando nuestra libertad, nuestra capacidad de elegir libremente qué queremos hacer, nuestro derecho a buscar la felicidad. El tiempo de desarrollar la Argentina, exportar y sacar millones de la pobreza es ahora. Demandará décadas.
Hay que actuar, porque se nos va la vida.