La producción de frutas finas en Argentina

Por: Nuala Szler– Estudiante de Lic. en Letras Las frutas finas son una actividad agroindustrial de gran importancia en nuestro país. Con el paso de los años el desarrollo de su producción se ha ido perfeccionando y especializando, adaptándose tanto a las nuevas exigencias del mercado como a las de los diferentes consumidores. Su demanda […]
junio 22, 2022

Por: Nuala Szler– Estudiante de Lic. en Letras

Las frutas finas son una actividad agroindustrial de gran importancia en nuestro país. Con el paso de los años el desarrollo de su producción se ha ido perfeccionando y especializando, adaptándose tanto a las nuevas exigencias del mercado como a las de los diferentes consumidores.

Su demanda es cada vez más alta, sobre todo, por su gran variedad y posibilidad de comercialización. Esto ha generado grandes ventajas para el sector productor, beneficiando más que nada a las economías regionales que se dedican a esta clase de cultivo.

En el último tiempo, la producción de frutas finas se posiciona como una alternativa interesante, tanto por sus ventajas económicas como por las condiciones propicias para su cultivo que brindan numerosas áreas de Argentina. Se han desarrollado, también, diferentes investigaciones, que buscan identificar los mejores contextos y técnicas de producción, así como las variedades más óptimas para el cultivo en cada área.

¿A qué llamamos frutas finas?

Las frutas finas conforman un variado grupo de frutales menores y perennes. Comercialmente son conocidas como berries y cherries, aunque en la cotidianeidad son los comúnmente llamados frutos rojos. Una opción que, cada día, se incorpora más y de forma más variada a nuestra dieta habitual, en mermeladas, licuados, recetas dulces, helados, etc.

El cultivo de frutas finas destaca por ser de tipo intensivo y por su capacidad de adaptación a las condiciones agroclimáticas de cada zona. En Argentina, las frutas finas cultivadas están principalmente representadas por los arándanos, frutillas, frambuesas y moras (berries) y cerezas (cherries). También, en menor medida, existen plantaciones de grosellas blancas, rojas y negras, especialmente en la Patagonia.

“La producción de frutas finas goza hoy de un alto dinamismo en el mercado internacional, lo que ha llevado a la optimización de las estrategias comerciales y a la búsqueda de un valor agregado en su producción”

Son comercializadas tanto en estado fresco, como congeladas, en pulpa o deshidratadas, para el consumo final y las diferentes industrias que hacen de las frutas finas una de sus principales materias primas.

El desarrollo de los mercados contra-estación

Las frutas finas tienen un alto potencial de desarrollo, tanto en el mercado externo como interno. La importancia de su producción creció, aún más, con el desarrollo de los mercados de contra-estación. La posibilidad de nuestro país, de producir y vender productos frescos para el hemisferio norte ha creado a lo largo de los años un nicho de mercado interesante y rentable, que crece en oportunidades de distribución.

Los principales productores y consumidores mundiales de las diferentes frutas finas son Estados Unidos, Canadá, países del norte europeo, Rusia, y Japón. En lo que respecta a la producción y exportación a contra-estación, Chile se ha posicionado en primer lugar. Argentina, por su parte, apuesta cada vez más por este mercado y crece en rentabilidad.

El consumo de frutas finas en el mercado mundial, en general, registra altas tasas de crecimiento. Los mercados de alto poder adquisitivo se han interesado particularmente en ellas, impulsando su comercialización y abriendo un nuevo panorama en la demanda de esta clase de productos.

En ello contribuye el cada vez mayor interés por el consumo de alimentos saludables y de bajos porcentajes calóricos. Así como la preferencia por consumir productos orgánicos y frescos, que impulsa la creatividad técnica en los pequeños productores industriales del país.

La heterogeneidad en las prácticas de innovación busca, sobre todo, potenciar el valor agregado de las frutas finas, que es fomentado además por las diversas industrias que las incorporan en su cadena productiva como materia prima. Una situación que, de hecho, se replica marcadamente como una tendencia en el mercado interno de nuestro país.

El valor agregado de las frutas finas

Las frutas finas pueden diferir notablemente en sus rasgos productivos, pero presentan, principalmente, características comerciales en común si consideramos los tipos de mercado al que se dirigen, sus usos y aplicaciones como, incluso, las necesidades de manejo que exigen posterior a la cosecha. Unas y otras son especialmente susceptibles a daños por golpes en su manipulación o traslado y demandan una cadena de frío ininterrumpida para preservarse.

A nivel internacional, como nacional, las frutas finas no solo tienen un enorme potencial comercial. Con los cambios en los hábitos de los consumidores, quienes se orientan hacia la búsqueda de productos diferenciados, de mayor calidad, variedad y sofisticación, el consumo particular también ha crecido significativamente.

El consumidor final las elige por sus características nutricionales y niveles de antioxidantes, que les otorgan su especial sabor, aroma y color. Esta preferencia, también, se debe a la posibilidad que brindan las frutas finas de ser incluidas en las dietas de forma diversa, tanto frescas como elaboradas.

La fruta fina responde, entonces, a una especial demanda en la producción de mermeladas, frutas untables, jaleas, dulces sólidos, confituras, salsas, vinagres saborizados, pasas, licores y más. Pudiendo ser procesada para su utilización, también, en postres, productos lácteos como yogures, dulces, golosinas, entre otras alternativas gourmet. En la Patagonia, por ejemplo, se ha desarrollado un reconocido mercado regional y turístico en la elaboración de esta clase de productos.

La Patagonia argentina es una gran área de producción, ya que se trata de una región escasa en la prevalencia de plagas y permite el cultivo y desarrollo orgánico de las plantaciones de frutas finas. Un valor, sin duda, muy codiciado en la actualidad.

Numerosos productores de frutas finas se concentran entre el paralelo 42°2 y Neuquén, dónde el 70 % de la superficie es cultivada con frambuesas, moras y grosellas. En la provincia de Santa Cruz, particularmente, la implantación de arbustos de fruta fina es una práctica habitual que se realiza desde hace más de 50 años a escala familiar, haciendo que estas especies de plantas se encuentren muy difundidas en cada una de las localidades de la provincia.

Los Antiguos, por ejemplo, es reconocida como un importante valle productor de frutas finas, donde los agricultores familiares con escala comercial vuelcan sus esfuerzos principalmente a la producción para el mercado interno, pero también con destinos internacionales en busca de una mayor rentabilidad.

La ventaja de estos cultivos es que pueden ser producidos en lugares comunes, dadas sus preferencias muy similares por los tipos de suelo y de clima. La producción, no obstante, exige cierta inversión. Sobre todo para su implantación como, también, en la mano de obra que se encargará de la plantación, poda y cosecha de la misma.

Arándanos, frutillas, frambuesas y cerezas

Estas son las principales frutas finas que se producen en tierras argentinas. Los arándanos son los más importantes en términos económicos y sociales. Su producción se exporta hacia alrededor de 26 mercados internacionales, siendo los principales destinos Estados Unidos, Inglaterra y parte de Europa continental.

De hecho, nuestro país es el segundo mayor productor de arándanos en América del Sur, después de Chile. Más de 2500 hectáreas de plantación de esta fruta se distribuyen entre la región Nordeste (Entre Ríos y Corrientes), Noroeste (Tucumán, Salta y Catamarca) y Central (provincia de Buenos Aires).

La producción de frutillas también es una de las principales en Argentina en lo que a frutas finas respecta. Son cultivadas casi en todas las provincias, desde los cálidos y húmedos climas de Jujuy, pasando por los empinados valles andinos de Mendoza y las llanas tierras pampeanas de Buenos Aires, hasta la árida y fría Patagonia.

Nuestro país se ubica como el tercer productor de frutillas de América del Sur, por detrás de Brasil y Chile. Gracias a nuestro rico y enorme territorio, variado en climas y suelos, las mismas pueden producirse durante todo el año. La mayor superficie de cultivo de frutillas se reparte entre Buenos Aires, Santa Fe, Tucumán, Jujuy y Corrientes, que suman alrededor del 70% de la producción total del país.

La producción de frambuesas y moras en Argentina es menor, en comparación con la de arándanos y frutillas, pero sumamente valiosa. Como la demanda de frambuesas es mayor que la producida en nuestro país, una parte se importa también de Chile.

Respecto a la producción argentina, más del 70% de la superficie cultivada con frambuesas y moras se concentra en la región patagónica, principalmente en Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. Pero, también, se han establecido pequeñas fincas de estos dos cultivos en Tucumán, Santa Fe y Buenos Aires.

Casi el total de esta producción es vendida como fruta congelada a la industria alimentaria, que la emplea en la producción de mermeladas, salsas, jugos y licores. El sector gastronómico también es un importante consumidor, especialmente el sujeto a cadenas de restaurantes, hoteles, pastelerías y heladerías. Cierto volumen de la fruta es vendida fresca en la región, donde también crece la tendencia por la producción orgánica.

La producción de cerezas, no obstante, también ha ganado posicionamiento. Argentina comparte con Chile, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica la producción y comercialización de cerezas en contra-estación respecto al Hemisferio Norte. Tal producción suele extenderse por alrededor de 19 semanas, entre el mes de octubre y el mes de febrero del año siguiente.

Por su parte, el cultivo de cerezas es ciertamente un poco más susceptible. Ya que se trata de un fruto no climatérico y, como tal, madura en la planta. Esto hace que sea más frágil a la manipulación durante la cosecha y pos cosecha.

La provincia de Mendoza cuenta con un porcentaje de superficie cultivada de cerezas, mientras que la Patagonia ha aumentado su protagonismo en este mercado durante la última década. Como se trata de una fruta con carozo, la producción de la cereza es destinada, sobre todo, al consumo en fresco.

Algunas interesantes características y beneficios de las frutas finas

“Las frutas finas tienen en común que todas ellas son consideradas un producto frágil y de alto valor, de allí su nombre”

Como mencionamos, gozan de un significativo reconocimiento por parte de los mercados, ya que se vinculan tanto con la producción artesanal y regional como, también, con la elaboración de la industria alimenticia y gastronómica.

Este grupo destaca por su característica delicadeza, su atractivo visual y su intensidad de sabor y color. Se han incorporado a la cultura de la dieta saludable, natural y orgánica, más que nada en su consumo fresco, por ser un alimento con numerosas propiedades nutricionales.

Las frutas finas son ricas en vitaminas C y E, así como en carbohidratos, fibras, azúcares y compuestos antioxidantes. Destacan, en este sentido, por tratarse de una excelente fuente de fotoquímicos, los que ayudan a prevenir enfermedades crónicas y reducir el riesgo de problemas cardiovasculares y desórdenes metabólicos.

Un especial camino que continúa

La producción local de frutas finas está en alza, sobre todo, por ser un cultivo técnicamente viable de desarrollo, en una enorme superficie con las condiciones dadas para su evolución.

 Asimismo, medidas de protección de los cultivos continúan siendo estudiadas por numerosos profesionales de nuestro país. Quienes buscan identificar con mayor precisión los requerimientos de producción de cada una de estas especies, así como desarrollar herramientas y medios con lo que enfrentar los nuevos desafíos que tales cultivos proponen.

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