Se trata de una plaga cuarentenaria en varios países que rechazan la comercialización de frutas picadas. Su presencia no puede ser aceptada y es imprescindible extremar las precauciones para lograr su erradicación. Expertos de Syngenta recomiendan el uso de insecticidas desde noviembre hasta finales de febrero. De no controlarse, podría matar los frutales en pocas temporadas. La sola presencia del piojo de San José es el umbral de aplicación.
Valle de Rio Negro, enero de 2015. El piojo de San José (Quadraspidiotus perniciosus) es un insecto del orden de los hemípteros, de la familia de los diaspididos. Se lo ubica dentro del grupo de las “cochinillas”, puesto que pasa la mayor parte de su vida fijo y protegido por una escama de aspecto negruzco. Su cuerpo se asemeja al caparazón de una tortuga, que se adhiere firmemente a la madera de variadas especies vegetales. Se alimenta de la savia de las plantas insertando un estilete sobre la madera. Una vez que inserta su aparato bucal, se fija y no vuelve a moverse. Puede desarrollarse sobre más de 150 especies vegetales, en especial manzanos, perales, ciruelos, durazneros y cerezos. Se trata de una plaga muy extendida y con presencia en todas las zonas frutícolas de la Argentina, donde puede llegar a provocar severos daños económicos si no se la controla de manera apropiada.
Ciclo de la plaga
El piojo de San José inverna en forma de ninfa adherido a la madera. A partir de agosto se reactiva su metabolismo, hasta alcanzar su estado adulto. La primera generación comienza a nacer a partir de finales de octubre y alcanza su apogeo de mediados a finales de noviembre. Las ninfas recién nacidas se dirigen hacia los brotes tiernos de la parte superior de la planta, donde se adhieren y comienzan a alimentarse de los jugos de la planta. Al momento de insertar su aparato bucal comienzan a formar su escudo y a aumentar de tamaño hasta llegar a su adultez. Tiene varios ciclos, a tal punto que distintas generaciones siguen naciendo desde finales de enero y hasta finales de marzo. La bajas temperaturas pueden ralentizar su desarrollo, mientras que las altas temperaturas pueden acelerarlo. Sin embargo, las condiciones que encuentra en los valles de Río Negro y Neuquén le permiten tener ciclos de vida muy similares en distintas temporadas.
En la zona frutícola de los Valles de Río Negro y Mendoza, el piojo de San José ataca todos los cultivos frutales, en especial los de pepita como pera y manzana, pero también a los frutales de carozo. En las zonas del norte del país, en tanto, se la puede encontrar en especies cítricas. Es una plaga muy peligrosa cuando no se toman medidas preventivas: su aparición es rápida, mientras que es lenta su erradicación.
Cómo ataca
Esta plaga aparece en las ramas de la planta y con facilidad pueden observarse las densas colonias de escamas de adultos y ninfas adheridas a ellas. Con el avance de la temporada, sobre el fin de la primera generación, atacan los frutos y dejan una mancha circular de color rojo, que rodea al piojo de San José, con el centro blanco (donde insertó su estilete).
En general provoca un debilitamiento de la planta, en particular sobre la rama afectada. Las consecuencias iniciales son una reducción en el calibre y la calidad comercial de los frutos, lo que puede provocar deformaciones debido a que los tejidos picados detienen su crecimiento. La segunda temporada de ataque puede presentarse con la muerte de ramas estructurales, ya difíciles de recuperar.
Sin control, puede provocar primero la muerte de las ramas y de la planta pocas temporadas después, extendiéndose a todo el cuadro al cabo de 2 o 3 años. Cuando las presiones son elevadas ataca a los frutos, puesto que la madera se encuentra ocupada por completo.
“Desde Syngenta recomendamos una técnica de monitoreo muy sencilla de realizar, mediante el uso de cintas transparentes con pegamento en ambas caras (bifaz). Deben colocarse en ramillas jóvenes que en cuenten en su extremo con ramilletes de hojas o frutos. Cuando las ninfas del piojo de San José comienzan a nacer, caminan hacia arriba de manera instintiva (hacia donde es bombeada la savia) y quedan pegadas a las cintas adhesivas, que entonces deben ser removidas y reemplazadas por otras nuevas. Al contar la cantidad de ninfas que encontramos por cinta, y conociendo los modelos de crecimiento poblacional, podemos determinar en qué momento de la generación nos encontramos”, afirma el ingeniero agrónomo Esteban Tudella, asistente de Desarrollo de Syngenta en Río Negro, Neuquén y Cuyo.
La situación para enero y febrero
En la actualidad nos encontramos en la etapa final de los nacimientos de la primera generación y a la espera del aumento de los nacimientos de la segunda generación, que tendrá su máximo nivel a finales de enero. Las segunda y tercera generaciones son más potentes que la primera en cantidad de nacimientos.
Si no se lo controla de manera apropiada, puede generar importantes daños económicos. El primero es que, al tratarse de una plaga cuarentenaria A1 para los Estados Unidos, no puede ingresar fruta picada a ese mercado (en la actualidad es un mercado secundario). Por otra parte, la presencia de colonias en ramas provoca una disminución en el calibre de los frutos. En caso de atacarlos, su calidad comercial disminuye de manera notable. Por último, se pierden primero ramas y luego plantas enteras del monte frutal.
“Dentro de la estrategia de control de plagas de Syngenta, recomendamos el uso del insecticida Ampligo –a principios de noviembre para el control de la primera generación– y, si resulta necesario, aplicar insecticidas con bajo tiempo de carencia en los meses de enero y febrero” concluye Tudella.