Los estados de ánimo son determinantes en las acciones que llevan adelante las personas. Cuando el ánimo es bueno todo suele resultar más sencillo. En cambio, cuando el ánimo es malo, todo se torna cuesta arriba. Así se sintieron durante una década los productores agropecuarios, como consecuencia de las políticas erróneas del gobierno kirchnerista hacia el sector, que fueron acompañadas de un fuerte desprecio y destrato hacia los miles de hombres y mujeres que trabajan e invierten en nuestra tierra.
Los estados de ánimo funcionan así. Cuando la desesperanza se apoderó de los propios chacareros (incluso de los más optimistas), que pensaban meses atrás que ya era un hecho la continuidad del modelo agropecuario que tanto daño les había provocado, la realidad electoral les devolvió la sonrrisa. En el campo especulaban que con Mauricio Macri en la Presidencia serían cosa del pasado la asfixiante presión impositiva, las trabas comerciales de todo tipo y las inexplicables y violentas formas de relacionarse, al estilo Guillermo Moreno, con uno de los principales motores de la economía y verdadero generador de divisas genuinas, como es el agro.
El nuevo escenario político generó un cambio sustancial en las expectativas de los ruralistas, que sabían que mejores tiempos se acercaban. Y no se equivocaron, porque las medidas no se hicieron esperar. Primero se anunció la eliminación de las retenciones a todos los productos agropecuarios, a excepción del complejo sojero que tuvo una reducción del 5 por ciento en los derechos de exportación. Luego se conoció el fin del cepo cambiario y la devaluación que esperaban los productores (en especial los de las economías regionales) para recuperar competitividad y, con ella, parte de la rentabilidad perdida en los últimos años. Y recientemente se cumplió otra promesa de campaña: se derogaron los ROES que trababan las ventas externas de granos para volver al sistema anterior de Declaraciones Juradas que siempre funcionó bien.
Seguramente seguirán las buenas noticias para el agro en los primeros meses de 2016. Ojalá sea otra vez el sector, como en la crisis de 2001, el que dinamice el interior productivo y empuje al país a la senda del crecimiento. Los que tienen la responsabilidad de producir la tierra y generar riqueza saben que con reglas de juego claras conseguirán ese objetivo. Entonces, se volverán a cosechar más de 16 millones de toneladas de trigo, se recuperarán los primeros puestos como exportadores de maíz y carne bovina, y se logrará dejar en el camino varios años de estancamiento para superar fácilmente las 100 millones de toneladas de granos. También saben que el buen estado de ánimo será clave a la hora de producir más y mejores alimentos para Argentina y el mundo.