Por Santiago Poggio
Ing. Agr. Dr. Cátedra de Producción Vegetal
Facultad de Agronomía UBA – CONICET
El aumento de la productividad agrícola durante la segunda mitad del siglo XX fue el resultado de la mejora genética de los principales cultivos, la fertilización y el riego, y el control químico de malezas, plagas y enfermedades. Paralelamente, la intensificación agrícola promovió la pérdida de la biodiversidad y la degradación de los ecosistemas.
Sin embargo, la productividad agrícola depende de procesos ecológicos asociados estrechamente con la biodiversidad presente en los agro-ecosistemas, como la polinización y el ciclado de nutrientes en el suelo. Así, para satisfacer la demanda creciente de alimentos, fibras y biocombustibles a nivel global, es necesario responder al desafío de aumentar aún más la producción agrícola y, simultáneamente, conservar la biodiversidad de los agro-ecosistemas.
El aumento mundial de la producción agrícola durante la segunda mitad del siglo pasado ha sido el logro más importante de la agricultura moderna. Este resultado se debió a que los esfuerzos conjuntos de productores, técnicos y científicos se concentraron en incrementar los rendimientos de unos pocos cultivos de grano, como el trigo, el arroz y el maíz. Junto con los progresos en la mejora genética de los cultivos, el incremento de la productividad agrícola también se logró mediante la provisión de recursos limitantes, mediante el riego y la fertilización, y el control de los agentes bióticos que reducen los rendimientos por medio de la aplicación de productos químicos. Además, en países como Argentina o Estados Unidos, el reemplazo de las labranzas por la siembra directa ayudó a disminuir la erosión de los suelos, contribuyó a aumentar tanto la infiltración de agua en el suelo como la eficacia de los fertilizantes y facilitó la adopción de los cultivos dobles. Más recientemente, la introducción de los cultivos genéticamente modificados constituyó un hito sin precedentes en la protección de los cultivos contra malezas y plagas.
La biodiversidad está presente en los agro-ecosistemas
La biodiversidad es la variedad de todos los organismos vivos que habitan en los ecosistemas terrestres y acuáticos de la Tierra. Incluye la diversidad de genes, poblaciones, especies, comunidades y ecosistemas que sostienen la funcionalidad de los procesos ecológicos. Además de su valor intrínseco, totalmente independiente de cualquier perspectiva humana, los componentes de la biodiversidad son importantes por los beneficios que proveen a la sociedad, tales como los alimentos de origen agropecuario, el aire limpio y el agua potable, incluso la valoración recreativa y estética de los ambientes naturales.
En los ecosistemas manejados por la agricultura, denominados agro-ecosistemas, la biodiversidad puede clasificarse en dos componentes distintos. Esta clasificación agrupa las especies según una perspectiva centrada en la producción agropecuaria. El primero de estos componentes es la parte de la biodiversidad que está directamente involucrada en la determinación de la productividad de los agro-ecosistemas.
Este componente es denominado biodiversidad planificada o productiva. En este grupo están incluidas todas las especies de plantas cultivadas y animales domésticos que los productores introducen y manejan en los agro-ecosistemas con un propósito productivo. La biodiversidad productiva también incluye las distintas variedades de los cultivos o las razas de animales domésticos.
El otro componente, designado como biodiversidad asociada, incluye todas las especies que están presentes de forma espontánea en los agro-ecosistemas. Este segundo componente puede clasificarse, a su vez, de acuerdo con los efectos de las especies sobre la producción. Por un lado, algunas especies contribuyen positivamente a la productividad de los agro-ecosistemas, pero lo hacen indirectamente sin que sea necesaria la intervención de los productores. Por ejemplo, esta categoría incluye la flora y la fauna del suelo responsable de la descomposición de la materia orgánica y los insectos benéficos que polinizan los cultivos o regulan las poblaciones de plagas insectiles.
Por el otro lado, también se reconoce la parte de la biodiversidad asociada cuya actividad reduce la productividad de los agro-ecosistemas. Integran este grupo las especies de malezas, las plagas animales y los microorganismos patógenos. Estos organismos son el blanco de las prácticas de manejo orientadas a disminuir su abundancia y, en consecuencia, evitar la reducción de los rendimientos.
La biodiversidad disminuyó debido a la intensificación de la agricultura
La intensificación agrícola, junto con la expansión de la agricultura hacia tierras marginales, es incluida entre los factores principales de la pérdida de biodiversidad de los agro-ecosistemas. Las acciones que contribuyeron al aumento de los rendimientos de los cultivos, también modificaron las interacciones en las comunidades bióticas, por ejemplo, mediante el uso de herbicidas y plaguicidas y el cambio en los patrones de disponibilidad de recursos a través de las labranzas, la fertilización y el riego.
Paralelamente, la fisonomía de los paisajes rurales también fue transformada considerablemente por la intensificación agrícola, lo que produjo la pérdida de hábitats naturales para la vida silvestre y la fragmentación y homogenización de los paisajes agrícolas. En épocas más o menos recientes, los cambios fisonómicos de los paisajes rurales fueron causados, principalmente, por el aumento de la superficie cultivada anualmente. Esto se logró a expensas del reemplazo de las pasturas por cultivos anuales, la remoción de los alambrados y cercos para aumentar el área de los lotes agrícolas y la siembra de los márgenes de las rutas y caminos. Al mismo tiempo, la homogenización del paisaje fue el resultado de la simplificación de los sistemas de producción agrícola, basados en pocos cultivos con base genética estrecha y en la estandarización de los sistemas de manejo agronómico y de control de adversidades bióticas.
En la actualidad, es ampliamente reconocido que la pérdida de la biodiversidad en los agro-ecosistemas fue una de las secuelas de las transformaciones operadas en la agricultura, principalmente desde mediados del siglo pasado. Esto, a su vez, tuvo consecuencias severas en el funcionamiento de los procesos ecológicos en distintas escalas espaciales y temporales.
Los paisajes agrícolas contienen parte de la biodiversidad que queremos conservar
Una parte importante de la biodiversidad terrestre que desea conservarse está presente en los agro-ecosistemas, aun cuando el impacto de la intensificación de la agricultura redujo notablemente la diversidad biológica en numerosas regiones del planeta. En la biodiversidad asociada en los agro-ecosistemas, la diversidad de plantas espontáneas, tanto en los ambientes que no son cultivados como en el interior de los lotes agrícolas, cumple una función central en el sostenimiento de la diversidad de especies del espacio aéreo y del suelo. Esto incluye los microorganismos y un amplio rango de especies animales, tales como insectos, aves y mamíferos. Estas especies forman comunidades e interactúan, entre sí y con el ambiente, en los distintos niveles de la red alimentaria. En consecuencia, las plantas son importantes para mantener las funciones ecológicas relacionadas con los bienes y servicios provistos por la biodiversidad en los agro-ecosistemas (ver ¿Qué son los servicios de los ecosistemas?). Así, los alimentos, fibras y biocombustibles, incluso las materias primas con aplicación industrial y farmacéutica, dependen de la productividad de diferentes especies de plantas presentes espontáneamente en los agro-ecosistemas.
Asimismo, la diversidad vegetal en los hábitats no cultivados sostiene funciones biológicas fundamentales para la productividad agrícola, las que muchas veces son de difícil valoración, tanto en términos ecológicos como económicos. La polinización, la regulación del tamaño de las poblaciones de plagas y malezas mediante depredación, parasitismo y herbivoría, el ciclado de nutrientes por microorganismos del suelo, son algunos ejemplos de dichas funciones ecológicas. Sin embargo, la vegetación espontánea en los ambientes no cultivados de los paisajes rurales, como los alambrados y los márgenes de cultivos y caminos, es usualmente controlada por considerarla una fuente potencial de especies de malezas y de plagas agrícolas que pueden dispersarse hacia los lotes agrícolas y reducir los rendimientos. Por otro lado, el control frecuente de la vegetación de los alambrados y banquinas puede promover la proliferación de poblaciones de malezas resistentes a herbicidas.
Los corredores rurales desempeñan un papel central para conservar la biodiversidad en los agro-ecosistemas
Los corredores son franjas de vegetación angostas con características que contrastan con las de las áreas más amplias lindantes a ambos lados. En los paisajes rurales, los corredores corresponden principalmente a los elementos asociados con la actividad humana, como los cercos y alambrados, los caminos y las vías férreas, aunque también están asociados con elementos naturales, como las áreas ribereñas en los bordes de cursos de agua. En los corredores rurales tienen lugar numerosas funciones ecológicas relacionadas con la persistencia y la dispersión de plantas y animales. En su función de hábitat, los corredores proveen alimento, refugios y sitios de anidamiento para la vida silvestre. Además, los corredores pueden funcionar como conductos que favorezcan el movimiento longitudinal de vertebrados e invertebrados terrestres. Esta es una función clave para asegurar la conexión entre los parches de hábitats distribuidos en los paisajes, la que contribuye a sostener la vida silvestre en los agro-ecosistemas.
Las evidencias disponibles para la zona núcleo bonaerense apoyan la idea de que es necesario manejar la vegetación de los alambrados para conservar la biodiversidad los agro-ecosistemas pampeanos. En un estudio realizado en esta región se observó que la diversidad de especies vegetales fue mayor en los alambrados que en el interior de los lotes. Estas investigaciones destacan la importancia de los alambrados como refugio de la flora nativa del pastizal pampeano, cuya riqueza fue mayor en los paisajes agrícolas más complejos donde la trama de alambrados fue más densa. Estos resultados fueron ampliados por investigaciones recientes en la misma región productiva, donde se observó que la diversidad de los insectos enemigos naturales de las plagas agrícolas fue mayor en los paisajes con mayor densidad de alambrados. En este mismo sentido, un estudio en la zona de producción de girasol de Argentina mostró que los alambrados sostienen numerosas especies de plantas entomófilas y de los insectos que visitan sus flores, aun en paisajes manejados intensamente para la producción agrícola. La mayoría de las especies de insectos muestreados son polinizadores.
Una perspectiva centrada en el paisaje es clave para conservar la biodiversidad en los agro-ecosistemas
La biodiversidad presente en los agro-ecosistemas depende en gran medida de las variaciones estructurales de los paisajes rurales. Esto define el funcionamiento de los procesos ecológicos que ocurren en esta escala espacial. Por esta razón, las iniciativas para conservar la biodiversidad en los agro-ecosistemas deben basarse en aproximaciones a nivel de paisaje. Principalmente, las estrategias de manejo que promuevan las funciones ecológicas de los corredores rurales deben conciliarse con los planteos productivos que se implementan anualmente en los lotes agrícolas. Contemplar los compromisos entre ambos objetivos es clave para tener éxito en cualquier iniciativa de conservación de la biodiversidad en paisajes donde la agricultura es el principal uso de la tierra.
La agricultura se desarrolla principalmente en la escala de paisaje. Los paisajes agrícolas son descriptos como un mosaico de parches y corredores sobre una matriz, definida por la heterogeneidad de los suelos, la topografía y el sistema hídrico. Los lotes agrícolas, comúnmente la unidad mínima de uso de la tierra, son considerados parches, delimitados, conectados y atravesados por corredores. El contexto de un lote agrícola está compuesto por otros lotes, corredores y parches con vegetación espontánea, los que pueden presentar distintos niveles de modificación por las actividades humanas. Cada uno de estos elementos tiene atributos estructurales e historias de transformación particulares, las que definen distintos niveles de contraste entre un lote y la fisonomía de su entorno en el transcurso del año. Esta variabilidad espacial adquiere una complejidad mayor si se considera la secuencia de cultivos en años sucesivos. Además, la estructura y la dinámica presente y futura de las comunidades de plantas y animales son influenciadas por las diferentes historias de uso entre los lotes; por ejemplo, por la división de la tierra en parcelas y los cambios en la propiedad, las diferencias entre agricultores vecinos en el tipo de agricultura que implementan y los ritmos de adopción de nuevas tecnologías.
El desafío de cambiar la perspectiva sobre los ambientes agrícolas
Los productores agropecuarios y los agrónomos son plenamente conscientes de las heterogeneidades presentes en los espacios donde producen. Reconocen las variaciones espaciales de los mosaicos de suelos y la topografía que definen la aptitud productiva de un sitio. A partir de este conocimiento, los agricultores y sus asesores diseñan los planteos de producción y toman decisiones con el propósito de alcanzar altos niveles de producción. De hecho, la propuesta de pensar la agricultura por ambientes se sustenta en diseñar las estrategias productivas sobre la base del reconocimiento de la heterogeneidad ambiental. Este planteo implica un cambio de perspectiva en la unidad de manejo para tomar decisiones agronómicas, desde la aproximación tradicional basada en el lote agrícola hacia un enfoque centrado en unidades ambientalmente homogéneas definidas por su capacidad productiva. Así, las variaciones en la heterogeneidad no sólo se reconocen dentro de los lotes agrícolas, sino también por su continuidad más allá de los límites definidos por alambrados.
Sin embargo, este enfoque omite las funciones ecológicas relacionadas con la biodiversidad asociada presente en los ambientes no cultivados en los agro-ecosistemas. En este sentido, el desafío para los productores y agrónomos reside en dejar de considerar a los ambientes con poca o ninguna aptitud agrícola como espacios desaprovechados, para comenzar valorarlos por los servicios ecológicos que proveen, específicamente a la agricultura y a la sociedad en su conjunto. Este desafío implica el reconocimiento de que la agricultura puede desempeñar múltiples funciones con beneficios tangibles para la sociedad.
Los desafíos de desarrollar la multifuncionalidad de la agricultura
El concepto de agricultura multifuncional propone, en un sentido amplio, extender la definición de la agricultura más allá de su papel en la producción de alimentos, fibras y biocombustibles. Con este propósito se reconocen y valoran otras funciones relacionadas con la agricultura, tales como el manejo de los recursos naturales y los paisajes rurales, la conservación de la biodiversidad, la viabilidad socioeconómica de las áreas rurales y su relación con los espacios urbanos. La multifuncionalidad de la agricultura se concibe como un gradiente de transiciones dinámicas, donde los distintos sistemas de producción agropecuaria se ordenan según sus escalas y objetivos productivos y las aproximaciones para la toma de decisiones (Figura 1).
Figura 1 Representación de los niveles de multifuncionalidad de la agricultura. El nivel de restricciones en la toma de decisiones aumenta de izquierda a derecha. En la parte inferior se representan los enfoques productivistas orientados a maximizar la producción utilizando altos niveles de insumos, mientras que la parte superior se representa las perspectivas no-productivistas encaminadas hacia el logro de altos niveles de sustentabilidad ambiental. El esquema a los distintos tipos de agricultura: industrial, grandes estancias, mixto agrícola ganadero, ganadero y minifundista. Este gradiente se extiende desde la agricultura orientada a alcanzar altos niveles de producción hacia la agricultura de subsistencia.
En un extremo se encuentran los sistemas orientados a maximizar la producción mediante el uso de altos niveles de insumos y sistemas de toma de decisiones basados en tecnología e información. En el otro extremo, la perspectiva no-productivista que valoran las funciones de la agricultura sin valor de mercado para lograr altos niveles de sustentabilidad ambiental.
A su vez, esta clasificación también contempla un amplio espectro en el margen para tomar decisiones. En un extremo se ubican las escalas de producción que permiten un amplio margen de maniobra para implementar sistemas productivos con altos niveles de multifuncionalidad, por ejemplo, en los establecimientos que combinan producciones agrícolas y ganaderas con emprendimientos de turismo rural. El otro extremo incluye los sistemas de producción de pequeña escala donde las opciones son más restringidas, como en la agricultura de subsistencia.
La visión productivista de la agricultura ha prevalecido en Argentina desde los comienzos de la expansión agrícola, especialmente en la Región Pampeana. Este enfoque ha permitido el aumento sostenido de la productividad agrícola gracias a la intensificación de la agricultura, caracterizada por la simplificación de los sistemas de producción, la incorporación de tecnología y la aplicación de altos niveles de insumos externos. Esto define que los sistemas agrícolas pampeanos actuales tengan, en general, muy bajos niveles de multifuncionalidad, ya que su función central es producir materias primas, lo que en muchos casos va en detrimento de la sustentabilidad de los agro-ecosistemas. Sin embargo, en las últimas décadas, los productores agropecuarios y los agrónomos han tomado consciencia de la necesidad de producir de manera sustentable y de reducir el impacto ambiental de la agricultura.
La implementación de acciones para aumentar la multifuncionalidad de la agricultura, que también contemple la sustentabilidad productiva y la conservación de la biodiversidad entre sus objetivos, requiere una discusión profunda entre los distintos actores involucrados directa o indirectamente (p. ej. agricultores, empresarios agropecuarios e industriales, asesores técnicos e investigadores científicos, políticos y funcionarios públicos, población rural y urbana).
Para toda la sociedad, el desafío aquí reside en encontrar un equilibrio entre los propósitos, las responsabilidades, los beneficios y los costos implicados en implementar iniciativas de conservación de la biodiversidad en los agro-ecosistemas. En esta discusión es importante tener claro que existen compromisos entre los beneficios ambientales y económicos de la conservación y los costos que insumiría implementar los protocolos de restauración y manejo en agro-ecosistemas manejados intensamente. Principalmente, es clave definir quiénes serán los responsables de ejecutar las acciones, cómo la sociedad afrontará los costos y, dado el caso, cómo se compensará a los agricultores por posibles pérdidas de productividad.
Un desafío y una oportunidad para los productores agropecuarios
La concepción multifuncional de la agricultura es una oportunidad para que los productores agropecuarios y sus asesores revaloricen su papel en la sociedad. Por un lado, los agricultores podrían reafirmar su función social en la producción de alimentos, fibras y biocombustibles, productos que forman parte de los servicios la provisión de la biodiversidad. Esto está íntimamente asociado con la conservación de la capacidad productiva y la integridad ecológica de los agro-ecosistemas. Por el otro lado, los desafíos reales se presentan en la implementación de acciones que aseguren la provisión de servicios de regulación, como la polinización, la promoción de los enemigos naturales de las plagas agrícolas o el mantenimiento de la calidad del agua potable.
Los logros obtenidos en la conservación de los suelos, principalmente por la adopción de la siembra directa, son una base sólida sobre la que pueden fundarse las iniciativas para conservar la biodiversidad en ambientes agrícolas. Además, será necesario promover acciones que pongan en valor los roles culturales de los paisajes rurales.
Por último, el gran reto para los agricultores será la posibilidad de reconvertirse en los custodios de los servicios que la biodiversidad de los agro-ecosistemas le provee a la sociedad. A pesar del desafío que implica la tarea, el éxito promovería un cambio positivo en la percepción de la agricultura que tiene la sociedad urbana.