Los gases bajo la lupa

Por: Emiliano Huergo –General Manager Bioeconomía Sabemos que las próximas décadas pondrán a la producción de alimentos ante una enorme presión, tener que producir lo suficiente para alimentar a una población en plena expansión demográfica y con mayores ingresos per cápita, que demandarán más y mejores alimentos. Adicionalmente, las preocupaciones por el cambio climático -el […]
septiembre 23, 2020

Por: Emiliano Huergo –General Manager Bioeconomía

Sabemos que las próximas décadas pondrán a la producción de alimentos ante una enorme presión, tener que producir lo suficiente para alimentar a una población en plena expansión demográfica y con mayores ingresos per cápita, que demandarán más y mejores alimentos. Adicionalmente, las preocupaciones por el cambio climático -el principal desafío ambiental que enfrenta la humanidad- impulsarán una mayor utilización de los productos agrícolas para la elaboración de productos alternativos como combustibles, plásticos, insumos agrícolas y productos medicinales. El desafío será poder abastecer esta demanda en un marco de restricción de superficie cultivable, de aumento de emisiones de gases de efecto invernadero y la creciente exigencia de respeto por la sustentabilidad de los ecosistemas.

Es aquí donde surge con fuerza el enfoque de la bioeconomía. El concepto que se fundamenta en la fotosíntesis como proceso de captura de carbono, ayudado por la biotecnología aguas arriba de la agricultura, y aguas abajo por una economía circular basada en procesos tecnológicos modernos, que permitan valorizar los residuos y efluentes como materias primas o insumos para nuevos procesos.  

Este escenario presenta un gran reto para la ganadería. A los cuestionamientos por su contribución al cambio climático, se han sumado los reclamos por la ética de sacrificar animales para saciar nuestro hambre. Este último punto es muy personal y lo más recomendable es que haya un respeto a las decisiones individuales de cada uno, de un lado y del otro.

Pero lo que no podrán demorar los productores ganaderos son las respuestas a las demandas que tienen que ver con el cuidado del ambiente y el bienestar de los animales. Especialmente en el camino de la intensificación que está atravesando la actividad, donde la bioeconomía tiene mucho que aportar a partir de la revalorización del estiércol y los purines en energía y biofertilizantes. Un tema que tratamos en la edición agosto de Horizonte A.

Calentamiento global

Sin embargo el tema más delicado son las emisiones de metano provocadas por las vacas. El año pasado la activista sueca Greta Thunberg denunció a la Argentina y otros países por la falta de compromisos en el combate al calentamiento global, señalando específicamente la contribución de la actividad ganadera. A ella se sumó uno de los organismos internacionales más poderosos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), un organismo dependiente de la ONU, presentó el año pasado un informe que desató una enorme polémica. Dijo explícitamente que se debía reducir el consumo de carnes para lograr los objetivos de descarbonización establecidos en el Acuerdo de París.

Según estimaciones de la FAO, la actividad pecuaria es responsable del 14,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Una proporción que es utilizada por el público vegano para impulsar diferentes iniciativas que intentan frenar el consumo de proteínas de origen animal. Una de ellas, y que ha surgida con fuerza en los últimos meses, es la imposición de un impuesto a la carne. Sin embargo, hay muchos cuestionamientos sobre la cifra estimada por la FAO. En primer lugar, porque infiere emisiones que tienen que ver con el cambio indirecto del uso del suelo. La estimación se realiza a partir de suponer que la expansión de la ganadería trae un cambio en el mapa de cultivos que provoca mayores emisiones. Hay varios estudios que indican lo contrario.

El METANO en el ojo de la tormenta

Los trabajos de Ernesto Viglizzo, publicados en la web de la Fundación Producir Conservando, muestran que en nuestras pampas el ganado fija más carbono del que libera. Otros afirman que el encierro de los animales y su cambio en la dieta también contribuyen a menores emisiones de metano. A ello, se suma que la estabulación facilita el recupero del estiércol y su posterior producción de biogás. Un doble propósito que reemplaza combustibles fósiles de alto contenido de carbono, a la vez que se evitan las emisiones de óxidos de nitrógeno, otro potente gas causante del cambio climático, que provoca el estiércol disperso en el campo.

Hay otro punto a considerar del que se habla muy poco. La forma en que se contabilizan las emisiones de metano. Este gas se diluye en la atmósfera 4 veces más rápido que el dióxido de carbono. Esto significa que al considerar los objetivos de reducción de emisiones para el año 2050, o para el año 2100, el metano que se emite hoy ya se habrá diluido, mientras que el dióxido de carbono todavía estará presente. Algunos especialistas aseguran que no considerar esta situación deriva en una sobreestimación de las emisiones de metano.

Muchos activistas consideran que las proteínas animales son un lujo y no una necesidad nutricional. Es muy probable que tengan razón, sobre todo en la población adulta. Para ellos no tiene sentido consumir carne porque estamos generando emisiones en algo que no necesitamos. Uno de ellos es el múltiple campeón mundial de la Fórmula 1, Lewis Hamilton. La megaestrella es un activista vegano que protagonizó el documental “The Game Changers”, donde afirma estos conceptos. No parece ser la Formula 1 una actividad muy ecológica. Cada equipo traslada 40 toneladas por 160.000 kilómetros anuales, consume unos 2.500 litros de combustible por carrera y más de 200 litros de aceite mineral. Sin embargo, ver por televisión o asistir a una carrera es una muy linda satisfacción que podemos darnos los humanos. Además, de la gran cantidad de empleos que genera.

Lewis Hamilton, la megaestrella es un activista vegano que protagonizó el documental “The Game Changers

Si vemos la contribución de los diferentes sectores a las emisiones de gases de efecto invernadero, vamos a encontrar que el 70% están asociadas al consumo de energía y la producción de bienes no alimentarios. Solo una pequeña fracción corresponde a calefacción e indumentaria. La gran mayoría tienen que ver con actividades que no resultan indispensables para mantenernos vivos, pero sí para hacernos la vida más sencilla y entretenida.

Pensar el ambiente

Por suerte la ciencia nos ofrece la posibilidad de poder disfrutar de estos “lujos” comprometiendo lo menos posible el ambiente. Por ejemplo, un estadio de fútbol que utiliza iluminación led reduce su consumo de energía en 65%. Si además utilizamos energías renovables el impacto es muchísimo menor. Y la ganadería ya se ha embarcado en este periplo. Hace pocas semanas, Marfrig, una de las mayores compañías procesadoras de carnes a nivel global con fuerte presencia en el país, presentó Viva, una línea de cortes de carne carbono neutro producida en Brasil. Los animales son criados en un sistema de producción donde la ganadería se integra a la silvicultura que neutraliza las emisiones de metano de los bovinos. El protocolo fue desarrollado junto a EMBRAPA, la empresa estatal de investigación agropecuaria que depende del Ministerio de Agricultura de Brasil, y la producción es certificada por empresas independientes. Además de las emisiones neutras, la carne Viva cuenta con certificados de buenas prácticas ganaderas, que incluyen el bienestar animal a lo largo de todo el sistema de producción.

Al otro lado del planeta, CH4 global, una startup con presencia en Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos está desarrollando un suplemento nutricional para vacas lecheras que permitirán reducir la huella de carbono en 90%, según informa la compañía.

El ingrediente secreto es la Asparagopsis armata, un alga nativa de Australia y Nueva Zelanda. La Asparagopsis almacena y concentra bromoformo, un inhibidor de la actividad microbiana causada por los metanógenos, responsables de la producción de metano. Según la compañía, estos microbios no son esenciales para la salud o el crecimiento de las vacas. El desarrollo despertó el interés del mayor exportador mundial de lácteos, la cooperativa neozelandesa Fonterra, propiedad de más de 10 mil productores tamberos.

Durante la pandemia, la prestigiosa Nature Climate Change mostró que las emisiones globales cayeron 17%. El motivo principal fue el menor consumo de combustibles fósiles, producto de las restricciones a la circulación y una menor demanda de energía por la menor actividad industrial.

¿Y si hacemos un documental sobre biocombustibles? ¡El papel a Hamilton le iría de pelos!

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