Luis Ventimiglia: “Todavía estamos fertilizando con niveles muy pobres”

Lo dice un pionero de la nutrición de cultivos: Luis Ventimiglia. En diálogo con Horizonte A, el ‘histórico’ jefe del Inta 9 de Julio acepta las responsabilidades del sector en el cuidado del suelo pero quiere ver un compromiso ambiental más amplio. “Argentina tiene posibilidades enormes”, dice. Un viaje ‘corto’ a la agricultura ‘de antes’ […]
mayo 24, 2017

Lo dice un pionero de la nutrición de cultivos: Luis Ventimiglia. En diálogo con Horizonte A, el ‘histórico’ jefe del Inta 9 de Julio acepta las responsabilidades del sector en el cuidado del suelo pero quiere ver un compromiso ambiental más amplio. “Argentina tiene posibilidades enormes”, dice. Un viaje ‘corto’ a la agricultura ‘de antes’ en una Puma 98.

Por Gabriel Quáizel

Luis Ventimiglia, Ingeniero agrónomo del INTA 9 de Julio

Luis Ventimiglia se recibió de ingeniero agrónomo en el ’79 en la Universidad de La Plata y poco más de un año más tarde ingresó como extensionista en el Inta Pergamino. Al poco tiempo se trasladó al Inta de su ciudad natal, 9 de Julio, y no tardó mucho en llegar a ser el principal responsable de esta Agencia de Extensión fundada en 1958 (o sea, una de las más viejas, con apenas 2 años menos que el propio Instituto).

Desde sus comienzos, se interesó en la nutrición de cultivos. “Fue un tiro al aire a una bandada con una escopeta de dos caños”.

¿Te acordás cómo fueron los primeros ensayos?

El primer trabajo fue en 1990 con azufre, en lotes con poca materia orgánica, arenosos, en un campo de Carlos Casares. Pero no sabíamos nada de las respuestas; sólo por la bibliografía conocíamos cuánto puede consumir un cultivo. Hicimos un testigo, una aplicación de 25 kilos de una urea con azufre y otra de 50 kilos, al voleo. Vimos que hubo respuesta pero desconocíamos en qué parte de la curva estábamos. El año siguiente encontramos respuestas hasta los 10 kilos, después no.

¿Qué pasó ahí? ¿Te pareció normal o te inquietó?

Me di cuenta de que aparecía un problema: que los suelos tienen una capacidad que se va agotando. En ese momento 9 de Julio era un bastión importante del Grupo de Fertilidad de Pergamino liderado por Carlos Senegalies, y en el que estaban Roberto García, Santiago Meira, Estebes. Ellos fueron una influencia importante. Y quiero decir que nosotros continuamos las líneas que había en fósforo, nitrógeno y azufre que trazaron Fernando García y Graciela Cordone, desde el Inta Casilda.

¿Cómo definirías la situación actual de los suelos?

En Argentina todavía estamos fertilizando con niveles muy pobres, muy bajos para las necesidades que tiene el suelo. En la Pampa Húmeda hay un potencial muy grande que no estamos aprovechando.

¿Por qué crees que se fertiliza poco?

Lo que pasa es que las respuestas están, el suelo todavía da. Y el productor se conforma, aunque podría sacar mucho más si fertilizara. Hay que estar atentos porque las exigencias que le estamos poniendo a los lotes es cada vez mayor. Logramos más rendimientos en trigo, maíz y soja, y en eso está implícito la nueva genética y la tecnología pero, en definitiva, hay más tasa de extracción.

No es lo mismo sacar 3.000 kilos de trigo que sacar 5.000: lo que se va del suelo es mucho mayor. Saco y saco ¿y cuándo repongo? De cara al futuro vamos a tener que darle más de comer al suelo, si es que queremos sacar más.

Ambientalismo

En el medio hay que sortear la cuestión de que los fertilizantes están señalados como perjudiciales para el ambiente.

La contaminación es controlable, acá entran a tallar las prácticas de manejo. Primero quiero recordar que, desde el punto de vista de la fertilidad, nosotros usamos dosis homeopáticas respecto de países como Estados Unidos, Francia o Italia, que necesitan producir y tienen muy poco suelo. Estamos reponiendo solo macronutrientes y no llegamos a devolver el 50% de lo que se va. Ahora sí, puede ocurrir que haya contaminación por mal uso. Este año tenemos inundada la mitad de la principal área agrícola y el manejo del nitrógeno va a ser clave, no solo porque lo vamos a perder si lo aplicamos mal sino que se puede diluir hacia las napas.

¿Crees que pasa solamente por la responsabilidad y conciencia del productor, o que debería haber alguna política de incentivos?

En el campo hay que ser conscientes de que tenemos que producir con un criterio de sustentabilidad: no se puede contaminar más.

Pero a mi modo de ver, en un país como la Argentina esto tendría que ser algo mucho más cuidado y todos tendríamos que intervenir: el gobierno, las provincias, el Inta, las universidades, las asociaciones de ruralistas, los productores, los ingenieros y los ambientalistas tratando de conservar lo que es la base de nuestro sistema: el suelo. Si lo seguimos degradando en algún momento nos va a pasar factura. Esto no significa irse al extremo que implican ciertas prohibiciones.

Es decir, hablar entre todos y en forma amplia de conceptos como producción, desarrollo y ambiente.

Trabajar sobre algo más integral porque el tema del ambiente es muy amplio. Hablar no solo son los plaguicidas sino también de un desarrollo armónico de las ciudades. Hoy se hace un loteo en las afueras de un pueblo ¿y qué servicios le dan? Luz se les puede dar ¿Pero después? Cloacas no, y van a hacer pozos ciegos ¿Gas? Con garrafas. Y la cuestión de la recolección de los residuos…

Fierros

Ventimiglia reconoce que el amor de sus padres por el campo, o más bien por la granja, determinaron su vocación por la agronomía, previa disputa personal con la medicina. “Ellos siempre cultivaban hortalizas y frutas, y había gallinas, patos y hasta un corral con uno o dos cerdos que se faenaban en invierno. Era muy común hace 60 años atrás”.

Padre de dos hijos (médica e ingeniero mecánico), Luis, con 63 años, despunta un ‘vicio’: las motos. El hombre tiene una pequeña colección compuesta por una Yuki de 50cc, una Husqvarna 125 enduro; dos Yamahas, una de 90 cc y la ‘250’ con la que sale a las rutas. “Son recorridos cortos, a la costa”. (Nota del redactor -nuevejuliense también-: de 9 de Julio a la Costa, son 400 km…). Y finalmente, una reliquia: la Puma 98, de 1952.

Tenés tu gusto por los ‘fierros’ pero no te dedicaste a la maquinaria agrícola…

Sí, cómo no. En Pergamino hicimos las primeras evaluaciones de cosechadoras, en los 80, cuando comenzaron a llegar las importadas. Había una industria nacional importante, con Vasalli, Bernardín, Senor, Gema, Giubergia, que eran máquinas chicas. Las John Deere, Fiat Laverda, Massey Ferguson, New Holland, Claas eran muy grandes, de mucha potencia y capacidad.

¿Qué midieron?

Diseñamos un método que se adaptaba a todas las máquinas, que medía las pérdidas por zaranda, por sacapaja y por plataforma; la velocidad de trabajo y el rendimiento del cultivo. Se evaluaba todo en el mismo momento con lonas para recoger los granos, nosotros íbamos corriendo detrás de la cosechadora.

¿Las importadas ganaron por goleada o el partido fue parejo?

El resultado final fue que las máquinas importadas tenían más velocidad y capacidad de trabajo pero en eficiencia eran parecidas. Todas las máquinas argentinas bien reguladas trabajaban como los últimos modelos de las importadas: perdían poco grano por lote y la capacidad de producto que entregaban era buena. Pero eran de mucha menor potencia.

Soja convencional

¿De qué otros desarrollos participaste desde el Inta 9 de Julio?

El fuerte de esta Agencia es generar información en distintas áreas. Todo en campo de productores porque no tenemos campo propio. Los rubros son variados: pasturas, suelos, soja, trigo, maíz, sorgo granífero, cebada y hasta colza y lino hemos hecho.

En tus primeros años habrás trabajado poco con soja.

No, en el Inta Pergamino ya se ensayaba mucho con soja en labranza, antes de la siembra directa. Era un drama el manejo de malezas, encontrar un lote limpio era muy difícil. Se hacía control con herbicidas de presiembra, preemergencia, posemergencia, para hoja ancha y hoja fina, para sorgo de Alepo y gramón; y mucho del control se hacía con escardillo. Y se sembrada a 70 centímetros, no como ahora a 35 ó 23.

Era la agricultura “de antes”

Claro. Después las malezas dejaron de ser un problema y la necesidad de sembrar en época también. Antes araba y si llovía se te iba todo. Y las sembradoras no eran como las de ahora, eran maquinitas de 5 surcos.

Colza y otros ‘fracasos’

Nombraste cultivos que no se difundieron en la zona, como la colza.

Como dice el dicho: ‘si el número no te da, es difícil que crezca’. Con colza hicimos muchos intentos y pasamos los 4 mil kilos cosechando superficies importantes, con máquinas. Y sin embargo es un cultivo que no despega nunca, porque tiene una serie de problemas comerciales.

¿Qué otros ensayos ‘fracasaron’?

Por ejemplo, la técnica del encalado de suelos. No ‘prendió’ pero en algún momento vamos a tener que recurrir a eso. Suelos de un pH 7 hoy están entre 5,6 y 5,8, es decir que lentamente se van acidificando y va a llegar un momento en que sea acidificación va ser una limitante para el rendimiento. Hoy, para la alfalfa, lo es.

Sos optimista.

Argentina tiene posibilidades enormes de cara al futuro. El mundo evoluciona, sigue creciendo en cantidad de habitantes y en necesidades y muchos están cambiando su cultura alimentaria. Y no son muchos los países con posibilidades de producir más. Argentina sí.

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