El tren de la soja y los alimentos está pasando… ¿Argentina lo tomará a tiempo?
Nuestro país está en una de las pocas regiones del mundo autosuficiente en alimentos. Y tiene una gran oportunidad para abastecer a quienes no lo son. Aprovecharla depende de estrategias claras, de un trabajo interdisciplinario y del conocimiento de la demanda.
El Ing. Agr. Fernando Vilella, Director del Simposio y del Departamento de Bioeconomía, Políticas Públicas y Prospectiva del Programa de Agronegocios y Alimentos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) explicó el contexto bioeconómico global en que se desenvuelven la producción, consumo y comercio internacional de alimentos y su proyección hacia los próximos años.
Destacó el creciente desarrollo de la agricultura y ganadería argentinas en las últimas décadas, cuya aplicación de conocimientos podría contribuir a logar hacia 2030, “un desarrollo territorial y social más equilibrado, con un sistema sustentable de producción agropecuaria, que en muchos casos también presenta soluciones para terceros países con escalas semejantes a la argentina. “Deberíamos tener presente estos avances al diseñar políticas económicas y diplomáticas -que involucran la necesidad de conectarnos con los mercados- y sociales, respecto de la necesidad de generar trabajo de calidad”, dijo.
En este sentido, señaló que el país no debe tener una estrategia unilateral y aprovechar que está en una región excedentaria en la producción de alimentos, que puede satisfacer mercados de alto poder adquisitivo en todo el mundo. Caracterizó a Sudamérica como un gran territorio que “debe ser percibido como una gran fuente de fotosíntesis y de transformación de energía solar en alimentos, para lo cual se requiere la energía y el suelo. Pero también, conocimiento y gestión empresarial. Ese conjunto de elementos potenciados y trabajados nos dará una oportunidad hacia el futuro para producir granos y para transformarlos también en proteína animal”, precisó.
Detalló que en los últimos 50 años, desde los años ’60 hasta la actualidad, población pasó de 3.000 a 7.200 millones de personas. Y la producción de alimentos por habitante pasó de 640 a 740 kg/persona. La población total más que se duplicó y también creció la producción per cápita. De ese crecimiento, un 70% fue productividad y solo un 30% corresponde a un aumento de superficie.
Vilella explicó que en ese crecimiento global de la producción de alimentos, se dio en los llamados productos con mayor densidad nutricional, es decir los que tienen más cantidad de vitaminas, proteínas y minerales por cada caloría que contienen, como hortalizas de hoja, frutas, cítricos, carne, pescado, aceites vegetales, huevo y quesos. En cambio, cayeron los que aportan hidratos de carbono y calorías (legumbres, cereales y hortalizas feculentas, entre otros). Es decir que se incrementaron los alimentos asociados a más poder adquisitivo y mejores dietas. En números, se pasó consumir 29 a más de 51 kg de carnes y huevo per cápita a nivel global. Este crecimiento se dio sobre la base de cerdo y de pollo, carnes que en buena medida se producen con alimentos a base de 2 kg maíz y 1 de soja. No obstante el 40% de la población global está afectada por desequilibrios nutricionales. De 700 a 800 millones de personas sufren desnutrición en África Subsahariana, India, China y otros países, y el doble, unos 1.500 millones, tienen sobrepeso.
Alimentos: proveedores y consumidores
Los países con excedentes alimenticios son Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, los países originarios del Mercosur y Ucrania, en un contexto donde -sobre 7.284 millones de habitantes del mundo- 735 millones viven en los países con excedentes alimenticios: es decir que 10% de la población es “la solución” para la alimentación del 90%. “Es muy importante que tomemos real dimensión de la capacidad de negociación en este contexto, que no es menor. La gran mayoría de los países desarrollados son deficitarios en alimentos, son potenciales clientes del Mercosur”, recalcó Vilella.
Precisó también que el Este de Asia crece un 3% anual en su producción de alimentos, pero la demanda la supera con un 3,6%. Así, el mayor crecimiento de la demanda hará que hacia 2030 la autosuficiencia alimentaria de esta región será del 74%. En tanto en Medio Oriente y Norte de África, la producción crece a menos de 2% anual y la demanda lo hace a más del 4%. Así en 2030 tendrá una autosuficiencia de 83%. En 2030, en Asia, 900 millones de personas necesitarán importar todos los alimentos que consuman
Vilella consideró importante conocer de dónde provienen los alimentos que se comen. “Va bajando la compra de ingredientes para cocinar y crece la comida comprada fuera del hogar, lista para consumir. Se proyecta que hacia 2040 el 65% de las comidas que consuma el mundo estarán elaboradas fuera de la casa. ¿Dónde se va a elaborar esa comida? ¿En qué países?, -se preguntó-“. Y explicó que una parte importante las exportaciones de carne vacuna de Australia y Nueva Zelandia a China son platos preparados con verduras, listos para el horno a microondas. “Llegar a esto requiere muchas inversiones y un clima de negocios adecuado. Argentina deberá debatir si exportará lo mismo que hace un siglo (carne enfriada y granos) o a esas materias primas se le aplicarán procesos que agreguen valor y generen trabajo en el país”.
Mundo árabe
Vilella explicó que “el mundo árabe interesa también por cuestiones estratégicas”.
Marruecos tiene el 75% de reservas mundiales de roca fosfatada, con la cual se fabrica un de los tres nutrientes más importantes e irremplazables para la agricultura, como es el fósforo -que no existe en el país- y que se importa como materia prima para la producción de distintos fertilizantes fosfatados.
Por otra parte, Egipto -con 88 millones de habitantes- es el mayor importador de trigo del planeta; compra 10 millones de toneladas anuales, de las cuales Argentina solo le provee 3%. E importa 170.000 toneladas de carne vacuna por año, casi todo lo que exporta argentina, aunque no toda las ventas externas del país van a ese destino.
Arabia Saudita es el mayor importador mundial de pollos -800.000 toneladas anuales-, cuyo principal proveedor es Brasil. Vilella dio otro dato: la empresa láctea integrada más grande del mundo está en Arabia Saudita: tiene 100.000 vacas en ordeño, estabuladas con aire acondicionado, en el medio del desierto, a las que hay que darles de comer.
Finalmente, Emiratos Árabes Unidos, Libano, Kuwait y Qatar solo producen el 15% de los alimentos que consumen y tienen alto poder adquisitivo. Además, todos estos países -por su baja disponibilidad hídrica- están desafectando el agua dulce para riego y -varios de ellos- en los próximos 3 años, no podrán regar más, con lo cual demandarán más alimentos importados.
Las importaciones de alimentos de la región, ascienden a 6.000 millones de dólares, de los cuales Argentina solo participa con 5 a 6 % de ellas, muy poco respecto de su potencial. “Hay mucho por hacer en este mercado, si se toman algunas decisiones en la dirección correcta”, enfatizó Vilella.
Más allá de China y de la soja, una estrategia que conduzca al éxito
La producción china de soja se estabilizó en 15 millones de toneladas desde 2003 y actualmente importa 75 millones anuales. Para Vilella “la leyenda cuenta que China importa solo productos sin valor agregado pero la realidad es otra. El crecimiento de la demanda de productos con valor agregado es muy superior a la de otros. De 2011 a 2013 aumentó 46% su importación de carne bovina y actualmente es el principal importador de carne vacuna en forma directa, o a través de Hong Kong o Vietnam. Los alimentos no commodities importados por China, en ese mismo período, aumentó 45%”. En estas importaciones chinas, el hemisferio sur mantuvo su participación en torno al 29%, pero Argentina cayó del 2,1 al 0,9%.
Como conclusión de este panorama, Vilella señaló que como la producción de proteína animal depende de la soja y la oferta global está muy concentrada, quien domine el flujo de la soja, va a dominar, en buena medida, la alimentación global. La producción mundial de 2015 será de 315 millones de toneladas (más del 10% del ciclo anterior). De ese total, 88% se produce en América, que tiene el 14% de la población global. Y el 81% en Estados Unidos, Brasil y Argentina, que entre los tres, a su vez, generan el 80% de las exportaciones mundiales. “Si estos tres países se unieran para poner condiciones, es muy difícil que del otro lado (la demanda) no se tengan que sentar a negociar”, dijo.
“Deberíamos tomar conciencia de esta situación y utilizarla para sacar mejor provecho en todo tipo de negociaciones que el país deba hacer. En este contexto, hay muchas condiciones para generar una situación de éxito. Pero este éxito no es inexorable. Se requiere construirlo con una estrategia, con vocación competidora, con mucho trabajo en equipo y con la interacción de las empresas, el sector público y la academia (universidades)”, opinó.