“No queremos mujeres en suspenso”

Por: Lic. Cecilia Vignau – Lic. en Administración Agropecuaria Los fines de año suelen ser etapas de balances y cierres. De balances que son positivos y de otros que nos hacen pensar en los cambios o ajustes que tendríamos que hacer el próximo año. Con cada análisis se generan sentimientos que probablemente delineen nuestras acciones […]
diciembre 29, 2021

Por: Lic. Cecilia Vignau – Lic. en Administración Agropecuaria

Los fines de año suelen ser etapas de balances y cierres. De balances que son positivos y de otros que nos hacen pensar en los cambios o ajustes que tendríamos que hacer el próximo año. Con cada análisis se generan sentimientos que probablemente delineen nuestras acciones futuras diseñando el plan de lo que vendrá. Y cada vez, ese balance tendrá su base en el pasado, repasaremos cada una de las decisiones que tomamos y sus consecuencias como así también la influencia de factores externos. Terminaremos comparando aquello que habíamos planeado con lo que realmente sucedió y en función de ese análisis decidiremos si nuestro balance es positivo o negativo.

Hay años que son particularmente complicados, 2020 fue unos de ellos, cambiando por completo de vida de millones de personas consecuencia de una serie de eventos que no estaban en los planes de nadie. 2021 se presentó como una continuación de la disrupción que significó 2020 y todos lo tomamos sin demasiadas expectativas, solo esperando que fuera apenas mejor que el anterior.

Pero, ¿Qué pasó en 2021?

Arrancamos enero con un terremoto de 6,4 grados en la escala de Richter que afectó a la provincia de San Juan y sus alrededores. Si veníamos pensando que se acercaba el fin del mundo, para los sanjuaninos estuvo bastante más cerca. En marzo, se cumplió el aniversario del primer caso de coronavirus en nuestro país. De esos casos que eran culpa de los turistas que se habían ido a vacacionar fuera del país. Para el mes de mayo el mundo atravesaba una segunda ola y por estos pagos se nos impuso un nuevo confinamiento. Hecho que vino acompañado de un cierre de las exportaciones de carne porque si le íbamos a decir a los argentinos que se tenían que quedar en sus casas de nuevo, mejor que lo hicieran comiendo carne barata. Julio vino con la Copa América bajo el brazo con el condimento de haberla conseguido en Brasil, contra los brasileños. Los festejos alrededor del Obelisco decretaron el fin de las restricciones y pudimos volver a salir. Agosto se presentó trágico para el sector agropecuario, con la bajante histórica del Río Paraná y los barcos que se empezaban a amontonar en los puertos. En septiembre, con algún resabio de protocolos fuimos a votar en las PASO. Noviembre nos tuvo igual de ocupados y todo giró en torno a los comicios legislativos y sus repercusiones. Diciembre promete escurrirse entre los dedos mientras planeamos las reuniones y regalos para las fiestas. 2021 se vislumbra como otro año para el olvido pero lamentablemente, no olvidaremos. 

#QuedateEnCasa

En el momento de mayor cierre de la economía argentina, la tasa de participación económica de las mujeres caía 8,2 puntos porcentuales, ubicándola en un nivel comparable al de DOS DECADAS atrás.  Un retroceso de 20 años compactado en unos pocos meses en los cuales más de 1 millón y medio de mujeres salieron de la actividad.

Múltiples estudios cuantitativos y cualitativos que analizan el uso del tiempo desde una perspectiva de genero muestran que las mujeres se encargan mayoritariamente de la salud, la educación, la limpieza, el acompañamiento y la provisión de bienestar de los demás tanto en la esfera publica de su vida como en la privada. En un país donde la división sexual del trabajo estaba ya tan presente, el aumento de las responsabilidades domésticas derivadas del confinamiento por la crisis ha planteado el riesgo de un “retorno a lo convencional” con respecto a los roles de género. Sucede que este aumento de las tareas de cuidado amplió las dificultades de las mujeres para acceder y permanecer en el mercado de trabajo.

La situación más crítica se observa en las mujeres jefas de hogar sin cónyuge y con niños y adolescentes a cargo. Para ellas, la caída en la actividad fue del 14%. La conciliación entre las responsabilidades familiares y el mercado de trabajo resulta particularmente compleja para las mujeres en hogares monoparentales. Es decir, quienes enfrentan las mayores cargas de cuidados son las que se vieron más afectadas por la crisis y más alcanzadas por la pobreza. En el último trimestre de 2019 el desempleo de las mujeres era 1,1 punto porcentual más alto que el de los varones y en el primer trimestre de 2021 esa diferencia fue de 3,8 puntos.

Es curioso que el slogan elegido durante la pandemia con la intención de controlar la afluencia de personas en lugares públicos, coincida con la estrategia histórica para limitar y mantener a las mujeres en el ámbito privado. Durante décadas se les dijo a las mujeres que su lugar estaba en el hogar y ellas rebeldes, lucharon con todas sus fuerzas para salir a mundo. El balance económico post pandemia para las mujeres más vulnerables y especialmente para aquellas que perdieron su independencia económica, es claramente negativo.

#EnCasa (con el enemigo)

“A medida que la pandemia del COVID-19 profundizaba el estrés económico y social, la violencia contra las mujeres sobre todo en el ámbito doméstico se fue intensificando”  

Si bien las medidas de bloqueo ayudaron a limitar la propagación del virus, las mujeres y las niñas que ya sufrían violencia en el hogar se vieron cada vez más aisladas de las personas y los recursos que podían ayudarlas. Imaginen una niña conviviendo con un perpetrador que puede estar atravesando situaciones de desempleo, inestabilidad económica o estrés. Cuantas chances tiene de que la frecuencia y la severidad de la violencia aumente? Todas. Imaginen esa niña que encontraba un ambiente de contención o simplemente un lugar seguro por un rato en el ámbito escolar, confinada a un espacio de pocos metros cuadrados con su maltratador. Imagínenla también aislada de sus pares y otros afectos por problemas de conectividad. A quien recurriría? Y les hago pensar en una niña porque despierta nuestros más profundos sentimientos de vulnerabilidad pero podría pasarnos a cada una de nosotras.

Un estudio sobre el registro público de llamadas a la línea 137 de la Ciudad de Buenos Aires destaca que el confinamiento produjo un aumento del 32% en el número de llamadas a la línea directa de violencia doméstica. Al descomponer las llamadas por el tipo de violencia reportado, encontramos un incremento del 76% en las llamadas relacionadas con incidentes de violencia psicológica.

Lo mismo sucede cuando se analizan los datos recopilados en la llamadas a línea 144 a nivel nacional donde el 61% de las denunciantes entre 15 y 44 años manifestó haber atravesado ese tipo de violencia a manos de su ex pareja o pareja actual.

Dejemos entonces de imaginar a una niña pobre en algún rincón de Asia, víctima de violencia física y expuesta al matrimonio infantil. Comencemos a pensar en cualquiera de nuestras amigas. La violencia doméstica nos puede golpear mucho más cerca de lo que creemos y las restricciones que impuso la pandemia generaron el caldo de cultivo para que esas situaciones aparezcan o se agraven de manera significativa.

Un informe presentado por ONU Mujeres este año reveló que alrededor de una de cada cuatro mujeres se siente menos segura en el hogar desde que comenzaron los aislamientos. Imaginen vivir con esa permanente sensación de peligro dentro de sus propios hogares. Pidámosle a una de esas mujeres que haga un balance de su situación emocional…

Hazlo con miedo, pero hazlo

La pandemia del COVID-19 no es sólo una cuestión sanitaria; sino que provoca una profunda conmoción en nuestras sociedades y economías. 

“Las proyecciones de la OIT indican que el déficit de puestos de trabajo derivado de la crisis mundial llegará a los 75 millones en 2021 para luego reducirse a 23 millones en 2022. Para los grupos más vulnerables, la recuperación puede demorarse hasta cinco años más”

Tanto en términos económicos como sociales, la pandemia deja al desnudo la fragilidad de algunas de las conquistas en materia de género que creímos ya estaban completamente instaladas. Aisladas en sus hogares y desprovistas de las redes de contención y ayuda, muchísimas mujeres vieron retroceder sus derechos a niveles de hace por lo menos dos décadas. Se plantea como una interrogante aún cuánto tiempo les costará recuperarlos.

Usualmente, hacemos balances al finalizar un año o un período que nos invita a revisar qué ha pasado para saber los cambios que podemos generar en la nueva etapa. Para muchas de las mujeres que harán su balance 2020 – 2021 este diciembre, el saldo arrojará un resultado negativo. Porque sufrieron la muerte de sus seres queridos. Porque perdieron sus empleos o tuvieron que dejarlos para cuidar a su familia. Porque tuvieron que enfrentarse a situaciones de violencia nuevas o que recrudecieron consecuencia del confinamiento. Para ellas, esta nueva etapa se presenta llena de incertidumbres y no es extraño que el miedo al futuro se apodere de sus sentimientos.

Y el miedo paraliza. Y no queremos mujeres en suspenso, las queremos cumpliendo sus sueños y animándose a todo. Cada uno de nosotros conoce por lo menos una mujer que perdió las fuerzas, que se siente vencida.

Mi deseo de año nuevo es que podamos hacer algo para apoyarlas, aunque sea tan sólo darles un abrazo.

A todas las mujeres argentinas y a las Mujeres Rurales en particular les recuerdo: Nunca dejen que el miedo sea tan grande que les impida seguir adelante. Feliz Año!

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