El programa dólar soja para traer liquidaciones de soja del verano a octubre costó un millón y medio de millones de pesos. El central compró dólares a 200 pesos que ahora vende a menos de 160 a los importadores, para poder hacerlo emitió pesos que luego recompró con LELIQs. Desde que finalizó el BCRA pierde un promedio 100 millones de dólares diarios de reservas mientras crece la deuda por importaciones y la situación se torna insostenible. Al precio oficial no hay dólares que alcancen. El Ministro de Economía quiere lo mejor de los 2 mundos: un dólar atractivo para que se liquiden las exportaciones (los únicos obligados a liquidar a los 7 días de despachar la mercadería son los exportadores de granos) sin generar presión sobre el dólar de los importadores y se pasea prometiendo “dólares de exportación especiales” a quién se lo pida, “qué florezcan miles de tipos de cambio” parece ser el lema.
La sequía invierno – primavera se llevó puestas 8 millones de toneladas de trigo (quizás más) y crece el nerviosismo. Todo el Planeta #Campo especula con el dólar soja II, la revancha.
Uno de los problemas de la “teoría económica kirchnerista” (para ponerle algún nombre) es que con el objetivo de resolver un problema coyuntural trastoca los incentivos de todos los agentes generando un problema futuro. Hoy nadie quiere liquidar porque todos esperan un nuevo dólar soja, agravando el problema. El otro concentrarse en stocks en vez de incentivar los flujos. El tipo de cambio real multilateral, una medida utilizada para medir el poder de compra del peso en el mundo, nos muestra que en su versión “oficial” el peso está ridículamente atrasado, solo un 20% más barato que antes de abandonar la Convertibilidad en septiembre de 2001 e igual de caro que el día que Cristina Kirchner dejó el mando. Como todos los agentes de la economía esperan una devaluación, por lo tanto nadie quiere soltar sus dólares al mismo tiempo que todos quieren desprenderse de sus pesos, y hay muchos, muchísimos pesos.
En los mercados de alimentos si a esto se suma la sequía se genera un descontrol total: la cebolla aumentó en un año un 572% medido en pesos y un 300% medido en dólares. Esta estaba particularmente barata en octubre de 2021, lo que generó una menor intención de siembra e inversión y sobrevino la sequía incrementando su escasez. Según el INDEC los argentinos pagamos el kilo de cebolla a 2,3 dólares oficiales, mientras que en un supermercado boliviano se venden online a 85 centavos de dólar. Es obvio que al productor de cebolla le conviene arbitrar el mercado y vender sus cebollas en Argentina hasta que se equipare el precio ¿por qué no lo hace? Es muy sencillo: porque al dólar oficial el importador no consigue dólares para pagarle. Al paralelo la distancia se acorta (la cebolla se pagaría a 1,3 dólares), pero Argentina sigue presentando una oportunidad.
La sequía tiene otro costado. Argentina ya contaba la carne vacuna más barata (y de mayor calidad) de Sudamérica, pero debido a la sequía los ganaderos se desprenden rápidamente de su hacienda generando un exceso de oferta. El kilo de carne picada se consigue a la irrisoria suma 4,3 dólares oficiales, un producto que en Chile se paga 16,6 dólares, en Brasil 10 y en Paraguay 7,2. Sin embargo, nunca los argentinos comieron menos carne vacuna per cápita que ahora. ¿Por qué? Por una razón obvia: nunca fueron tan pobres.
Argentina es una de las economías más cerradas del mundo, con una legislación laboral extremadamente anticuada y un Estado que consume el 40% del PBI. Es imposible que la economía crezca de esta manera: no hay oportunidades para la inversión o la exportación, con un consumo de una población totalmente empobrecida el país se encuentra en un estancamiento secular. Los argentinos se preguntan permanente ¿cuándo explota? y esto nos obliga a cuestionarnos si a esta altura la sociedad no quedó sorda.
El bum fue hace rato.