UBER y CARNE sintética: tecnologías diferentes, debates similares.

Dos innovaciones que nada tienen que ver a simple vista, pero que plantean desafíos semejantes para el sector público, el privado y para la sociedad en su conjunto. Por Gabriel Delgado[1] y Delfina Tropeano[2] [1] Dr. en Finanzas. Director del Centro e Investigación en Ciencias Sociales, INTA [1] Lic. en Comunicación Social. Responsable de comunicación […]
enero 24, 2018

Dos innovaciones que nada tienen que ver a simple vista, pero que plantean desafíos semejantes para el sector público, el privado y para la sociedad en su conjunto.

Por Gabriel Delgado[1] y Delfina Tropeano[2]

[1] Dr. en Finanzas. Director del Centro e Investigación en Ciencias Sociales, INTA

[1] Lic. en Comunicación Social. Responsable de comunicación en Centro e Investigación en Ciencias Sociales, INTA

    Que los avances en ciencia y tecnología ponen en jaque las formas tradicionales de producción no es novedad. Ahora bien, ¿qué pasa cuando los principales inversores del mundo ponen el ojo en innovaciones que podrían desplazar en forma parcial a la tierra como factor de producción de proteínas? El –ya no tan- incipiente boom de la agricultura celular y biología sintética plantea nuevos desafíos que necesitan ser enfrentados.

Conocida como una técnica de ingeniería de tejidos, la Agricultura Celular surge como una nueva forma de producir carne, huevos y otros productos derivados de animales, reemplazando la forma tradicional por un sistema de producción realizado a partir del cultivo de células animales. La carne sintética es un ejemplo de estos productos.

Hace unos meses se llevó a cabo en Nueva York el Congreso de Agricultura Celular (AC), organizado por New Harvest, una organización sin fines de lucro fundada en 2004 en Estados Unidos que financia y conduce investigaciones abiertas y públicas en materia de AC.

El Congreso contó con una serie de charlas enfocadas en AC, particularmente carne sintética. Las primeras se refirieron a técnicas con diferentes grados de eficiencia, costo y calidad. Una de ellas abarcó la cuestión de los impactos. En esta última participaron un productor americano, uno neozelandés y representantes de las dos principales empresas de carne sintética del mundo-una americana y otra holandesa-. Durante los intercambios entre ellos, surgieron algunas discusiones sobre la posible concentración de la producción de carne para aprovechar las economías de escala y pulverizar el costo, qué podría ocurrir con el precio de la tierra, o cuál sería el efecto en el medio rural, entre otras cuestiones. El último tópico del panel plantó la incógnita de qué sucedería con los animales del mundo y con toda la tierra dedicada a producción en caso de que esta tecnología prosperara. La charla de los expositores se dio de modo muy cordial, con una sensibilización por parte de los productores al tratarse los posibles alcances de los proyectos. Esa misma reacción se hizo evidente en el primer seminario de carne artificial que organizamos desde el Centro de Ciencias Sociales en el INTA en el mes de mayo de este año. Durante el mismo se percibió un escepticismo generalizado y hasta cierta incomodidad de muchos actores del sector privado por analizar esta tecnología que recibe grandes montos de inversiones a nivel global.

Acerca de la carne artificial

La carne artificial tiene algunos números impactantes. Un dato a tener en cuenta en este sentido es que los chinos invirtieron 300 millones de dólares en esta forma innovadora de producción de proteínas; Cargill y la Fundación Gates también invirtieron en ella algo menos de 20 millones. Ya es un hecho que las empresas de capital de riesgo están apostando a este segmento.

Existen una serie de compañías a nivel internacional que han incursionado en esta técnica de forma exitosa, a pesar de que la producción actual es aún no competitiva y subsisten desafíos importantes en términos del gusto, la aceptación de lo “sintético” por parte del consumidor y la posibilidad de cultivar células madre a gran escala.

Hay incluso emprendimientos de impresoras biológicas 3D que producen cortes de carne vacuna y pollo en base a células animales multiplicadas en laboratorio. Se estima que en los últimos 5 años se han invertido más de 500 millones dólares en estas compañías.

En lo que respecta al costo, producir 1 kilogramo de carne sintética pasó de costar 350 mil dólares en 2013, cuando se cocinó la primera hamburguesa sintética, a 64 en 2017.

Efectos de la irrupción de la AC

Es importante destacar, sin embargo, que hay una serie de factores de peso en la incipiente irrupción de esta tecnología que algunos ven como amenaza y que quedó explícitamente expuesta en el Congreso de NY: las cuestiones ambientales, el costo, las tecnologías para producirla, la salud animal, la percepción de los jóvenes, y las costumbres de consumo. Además, hay que tener en cuenta el cambio en los hábitos alimenticios en las sociedades más ricas del mundo (nuestros principales clientes): el consumo de los cortes tradicionales de carne parece ser más bien propio de los Baby Boomers y de la Generación X.

Un gráfico incluido en el reporte anual de 2016 de New Harvest que se presenta a continuación da cuenta de las diferencias de impacto que generan los distintos tipos de carne (vaca, oveja, cerdo, ave, sintética) en términos de uso de energía, emisión de gas de efecto invernadero, uso de la tierra y uso del agua. Es altamente llamativo el hecho de que en los cuatro casos, la carne cultivada muestra un porcentaje de impacto considerablemente menor que los otros cuatro tipos de carne convencionales.

 

Por otro lado, la agenda contra los GMO y los agroquímicos, genera una enorme oportunidad para que se instale un mensaje optimista al consumidor respecto del desarrollo y producción de estos productos más “limpios”. Especialmente si tenemos en cuenta las fuertes consideraciones morales respecto a la dignidad de matar animales en masa (algo que naturalizamos todos los que hemos sido criados en el campo). A su vez, es destacable la agenda que se ha ido instalando y arraigando a nivel mundial, sobre todo en los países desarrollados y en los consumidores más jóvenes, respecto de que la agricultura y la ganadería específicamente son uno de los mayores factores de daño al medioambiente.

¿Y Uber?

La reacción defensiva que genera en los productores el boom de la AC puede compararse con la conmoción que se vivió en Argentina cuando comenzó a funcionar la plataforma digital de transporte Uber. 

Volviendo a la ciudad de Nueva York, por ejemplo, allí Uber hizo bajar el precio de las matrículas de los taxis un 30%. El fenómeno de esta plataforma es tan fuerte en Estados Unidos que ya no hay vuelta atrás. Los autos de esta aplicación están limpios, los choferes tienen un trato cordial, el sistema funciona a la perfección. Además, Uber ofrece diferentes servicios: desde ir con un viajero que va a un destino parecido al propio para pagar menos, hasta un servicio premium con vehículos SUV que están nuevos. Los taxis, por su parte, forman parte de un servicio que se vuelve incomparable ya que no ha sufrido grandes transformaciones.

Trasladándolo a la situación argentina, para los que vivimos en Buenos Aires, la irrupción de Uber en el país nos trajo grandes dolores de cabeza y eternos debates. El obelisco fue sitiado en varias oportunidades por taxistas. Algunos choferes recibieron agresiones, hubo amenazas y hasta violencia física entre conductores de ambas modalidades. Incluso parte de la academia más pro-mercado, criticó con crudeza la decisión del gobierno de aceptar el reclamo de los taxistas y no dar lugar a una apropiación normal de la nueva plataforma disruptiva en Argentina. Lo curioso es que Uber de todos modos se instaló y comenzó a operar.

Es entendible que los propietarios de los taxis se opongan a Uber, teniendo en cuenta que es una fuerza que ha roto su status quo. Sin embargo, por más descontento que pueda generar en algunos sectores, Uber es ya una realidad y existe la posibilidad de que, como consecuencia, las matrículas de los taxis disminuyan cada vez más.

Hay una cuestión no menor en lo que respecta a la irrupción de Uber y es la batalla legal en la que se encuentran envueltos los propietarios de la aplicación y el gobierno. Si bien la plataforma funciona de manera óptima en la ciudad, existen aún problemas legales que resolver, un debate muy complejo que no es materia del presente artículo pero que sí es importante tenerlo en cuenta al pensar en esta tecnología.

Dos tecnologías, una misma reacción

¿Será la agricultura celular a la tradicional lo que es Uber a los taxis?

En cualquier caso, Uber y la carne sintética comparten su condición de ser desafiantes a tradiciones muy instaladas en las sociedades. Existe aún gran incertidumbre en cuanto a los posibles impactos de estos cambios, pero la tecnología avanza sin mirar a los costados.

El desenlace de la instalación de Uber en nuestra sociedad nos está enseñando cuan necesario es agarrar a tiempo las transformaciones que se aproximan y el desarrollo de la AC es una oportunidad para poner en ejercicio este aprendizaje. En lo que respecta a la carne sintética específicamente, hay muchos desafíos por delante: la necesidad de no utilizar antibióticos ni suero de ternero para la reproducción celular in vitro, o desarrollar músculo esquelético para lograr cortes en lugar de carne picada, entre otros.

A tomar nota…

Todavía falta mucho camino por recorrer, es una tecnología que aún no es comercializable, y que tiene muchos riesgos de diferente índole. Puede que transcurran al menos 10 años hasta que se instale el consumo de carne artificial y además posiblemente convivan el modo tradicional con las nuevas formas de producción -así como sucede entre Uber y los taxis-.  Sin embargo, cabe hacernos la pregunta: ¿y si esta tecnología tiene éxito? Es importante q el complejo agroindustrial tome nota de estos avances. Si queremos formar parte de la agenda global, debemos contemplar con seriedad estas nuevas tendencias y asumir un compromiso con respecto a su tratamiento. Y en el caso de que estemos en un tobogán, es mejor estar sentado que parado.

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