Por Iván Ordóñez
I+E Consultores
El cambio de ciclo político renovó el aire en el sistema de agronegocios argentino. Los planes de siembra que pudieron mover algo del área de verano a una porción de maíz lo hicieron, lotes que quedarían baldíos fueron sembrados. Quienes en la campaña de invierno apostaron al trigo tuvieron motivos para festejar. La caída del área agrícola que superaría el millón y medio de hectáreas se aminoró. Mucho. El problema de la campaña 16/17 que por ahora solo está en la imaginación dejó de ser el margen: hoy lo que se discute es la financiación con capital de terceros, de la cual nuestra agricultura se volvió adicta por carecer de fondos propios y la disponibilidad de semilla, particularmente de los cultivos castigados con el cierre de la exportación como el maíz y el trigo.
Mirando a más largo plazo la única forma de recomponer los ingresos de los productores extensivos argentinos es elevando significativamente la productividad de cada hectárea, a la vez que estabilizando el flujo de ingresos. Por algunos ámbitos del #Campo circula la idea de que es posible ampliar la producción de granos de Argentina alcanzando las 180 millones de toneladas para el 2025. Esto implica un crecimiento anual promedio del 6% anual, un ritmo bastante inferior al de los 15 años posteriores al 2000. Es un objetivo realista, es posible.
Una parte muy importante de ese crecimiento se dará en las próximas dos o tres campañas, elevando la proporción de cereales en la rotación, que tienen un mayor rendimiento por hectárea. Se necesitarán incentivos múltiples para guiar al productor en ese sentido, teniendo en cuenta el entorno competitivo argentino como un todo: en las zonas alejadas a los puertos o centros de consumo hoy es difícilmente viable optar por el maíz. Desde soluciones ligadas a la reducción del costo del transporte (autopistas, trenes, nuevos esquemas de comercialización) hasta diseños de seguros (u otros mecanismos asociativos) que permitan absorber la altísima volatilidad climática de la zona.
Otra de las claves será la inclusión masiva de conocimiento en el proceso productivo. Desde tecnologías blandas de gestión que incluyen todo lo relacionado a la generación, procesamiento y análisis de la información de un lote para gestionarlo o nuevos esquemas financieros para la producción hasta tecnologías duras que “podemos tocar” como avances en biotecnología y germoplasmas, maquinaria, agroquímicos y fertilizantes. Remunerar al conocimiento será clave para incentivar la aparición local de estas soluciones.
Finalmente, la forma en la que los actores se relacionan y fijan las normas de juego, el softwaredel sistema, será tan importante como la infraestructura hídrica, vial y de telecomunicaciones, el hardware. El cambio de ciclo político otorga una oportunidad única al respecto. Sin buen software nunca será posible explotar al máximo el hardware.
Los contrarios también juegan. El ritmo de crecimiento de la economía global dudosamente sea el mismo del de los 2000, y los países que crecerán no serán los mismos. Si continúa la tendencia que indica que no son los “emergentes” quienes liderarán el crecimiento global no serán ellos, eso quiere decir que nuestros clientes naturales dejarán de ser lo robustos que eran. Tranquilos, el petróleo se desplomó, la soja solo bajó de precio. Sin embargo, el #Campo no puede dormirse en sus laureles: no es obvio que Argentina será el proveedor preferido de alimentos.
La tecnología que estará disponible en Argentina tarde o temprano lo estará en otras naciones agrícolas. Si el sistema de agronegocios argentino es el que se apura a aplicarla será el que recoja sus mieles, si los argentinos se superan en software y hardware pueden desarrollar ventajas competitivas no apropiables por otros países. Si no lo hacen otros lo harán.
Lo que suceda en los próximos 10 años en el sistema de agronegocios determinará el modelo de ecosistema y de productores con los que contará el país: se puede llegar a 180 millones de toneladas de muchas formas, el desafío es hacerlo de manera sostenible e insertando al #Campo argentino en las zonas conocimiento intensivas del sistema de agronegocios para tomar provecho del esfuerzo aguas arriba que esto implica. Será clave participar del desarrollo y la difusión del conocimiento, no solo de su inyección tranquera adentro. Casi duplicar la producción de granos abrirá la oportunidad para traccionar competitividad de todo el sistema de agronegocios: las proteínas animales, fibras y las bioenergías. Posicionándose aguas arriba y abajo se generarán oportunidades de riqueza y desarrollo personal y profesional para los 55 millones de argentinos del 2025. Uno que será federal e inclusivo y basado en conocimiento, como solo los agronegocios pueden lograrlo.