Martín Diaz-Zorita -FA UNLPam –
El girasol es un cultivo que encontramos en todas las regiones agrícolas argentinas concentrándose principalmente en ambientes con alta variabilidad productiva y frecuentemente bajo condiciones extremas de balance hídrico. Su adaptación a estos sitios está en parte sustentada por el veloz crecimiento en profundidad de sus raíces que le permite explorar rápidamente mayor volumen de suelos y así superar condiciones de restricción hídrica durante su crecimiento. Es asi, que la adaptabilidad ante condiciones desfavorables en la oferta de agua, frecuentes en ambientes semiáridos y subhúmedos extremos, se logra cuando el girasol alcanza una adecuada implantación (densidad y uniformidad de plantas logradas) y en rotación agrícola con cobertura de rastrojos además de instalar el cultivo en sitios con abundante agua en el suelo (barbechos eficientes) y en siembras tempranas.
“En términos de fertilizantes, y solo considerando las necesidades de nitrógeno y de fósforo, para producir dos toneladas de granos consume en promedio unos 160 kg de urea, 50 kg de superfosfato triple”
En este contexto, la oferta de nutrientes en cantidad y oportunidad adecuadas tiene un papel de relevancia para el logro de cultivos eficientes en el uso del agua disponible. Son varios los estudios que en regiones del norte de la región pampeana y del Chaco, del oeste bonaerense y de La Pampa y del sudeste bonaerense muestran que, independientemente de la región considerada, al aumentar el potencial productivo del sitio las fallas en el manejo de la fertilización limitan los rendimientos alcanzables por el cultivo (Fig. 1).
Fig. 1. Contribución de tecnologías de producción y rendimientos de girasol según niveles de producción alcanzable (Adaptado de Díaz-Zorita y col. 2009).
El girasol, hasta que particiona los recursos que destinará a la formación de granos, requiere de una balanceada nutrición, con altas exigencias de nitrógeno y de fósforo similares a las de maíz hasta floración (Andrade y col. 2000). En términos de fertilizantes, y solo considerando las necesidades de nitrógeno y de fósforo, para producir dos toneladas de granos consume en promedio unos 160 kg de urea, 50 kg de superfosfato triple.
Los estudios que muestran que en gran parte de los suelos argentinos bajo prácticas agropecuarias la oferta de fósforo limita el crecimiento normal de los cultivos de cosecha, entre los que se incluye el girasol son crecientes. Por ejemplo, la reciente evaluación del mapa de distribución de indicadores de fertilidad desarrollados en el noroeste y noreste argentinos muestran significativas reducciones en los niveles extractables de fosforo en áreas donde tradicionalmente estos valores distaban de sugerir potenciales deficiencias para crecimiento normal de las plantas.
Es asi que en lotes con menos de 15 ppm de Pextractable (Fig. 2) o cuando la siembra se realiza con condiciones de implantación lenta (ej. suelos fríos, con compactaciones superficiales moderadas) es conveniente aplicar fertilizantes fosfatados próximos a las raíces. Asi se logra facilitar la incorporación de este elemento en las plantas sosteniendo su crecimiento y aumentando la eficiencia en el uso del agua. Esta práctica requiere de cuidar la regulación de los dosificadores de fertilizantes y evitar el contacto directo de las semillas con los fertilizantes, en particular si estos aportan más de 12 kg/ha de nitrógeno porque aumenta el riesgo de toxicidad por amoniaco además de daños salinos sobre la normal imbibición, germinación e implantación del cultivo.
Fig. 2: Contribución de la fertilización con fósforo en cultivos de girasol según niveles de P en el suelo (Elaborado a partir de Ustarroz y Boga, 2002 y Zubillaga y col. 2002).
La disponibilidad de nitrógeno en la solución de los suelos agropecuarios argentinos también muestra muy frecuentes limitaciones para el normal crecimiento de cultivos principalmente durante la formación de las estructuras vegetativas y de formación del rendimiento. En girasol, cuando la provisión de nitrógeno es insuficiente se reduce la expansión de las hojas y la formación de proteínas reduciendo la intercepción de la radiación y su eficiencia de uso. Esta condición limita la formación de los aquenios y su llenado reduciendo los rendimientos y la eficiencia de uso del agua por el cultivo.
Al diagnosticar restricciones nitrogenadas es recomendable la aplicación de entre 40 y 50 kg/ha de nitrógeno entre la siembra y hasta el estadio de 6 hojas (Fig. 3). Con esta aplicación, en promedio se esperan mejoras de unos 7 kg de granos por kg del nutriente aplicado. Los mayores retornos se logran en lotes profundos, arenosos, con adecuada oferta de agua durante el crecimiento y en cultivos sin otras limitaciones para su desarrollo.
Fig.3. Momento de la fertilización con nitrógeno en girasol en siembra directa. Promedio de 10 sitios en 3 regiones de producción (Adaptado de Girasol SD, 2007).
En lotes del norte de la región pampeana, en noreste argentino y hacia la pampa arenosa con texturas gruesas y niveles medios a bajos de materia orgánica es posible observar deficiencias de boro. En estas condiciones el crecimiento de las plantas es limitado y se manifiesta con encrespado de hojas, ahuecamiento del tallo, fallas en la polinización y, como consecuencia del estrangulamiento del tallo, desprendimiento del capítulo (“corte de cuchillo”). La respuesta al agregado de este microelemento, principalmente por vía foliar próximo a la floración, es más consistente en años con baja provisión de agua durante la floración y en el inicio del llenado de los granos.
El manejo de la nutrición mineral del girasol, como en el resto de los cultivos, requiere del diagnóstico de necesidades de fertilización a partir del análisis de suelos (determinaciones de P-extractable antes de la siembra, de N-nitratos durante estadios vegetativos) combinado con proyecciones de condiciones de producción del cultivo (rendimiento esperado según calidad de implantación y de reserva de agua acumulada en el momento de la siembra). La integración de estos criterios para la nutrición eficiente del girasol repercute en mejores rendimientos.
“El manejo balanceado de la nutrición del girasol contribuye a mejorar sus rendimientos”
En la figura 4 se muestra que al fertilizar la intensidad de color verde (“lecturas SPAD”) y la concentración de N en las hojas próximas al capitulo en floración del girasol son mayores que en ausencia de esta práctica. Además, el tamaño de estas hojas fue en general mayor en los tratamientos fertilizados que en el control. Estas observaciones validan la importancia del manejo responsable de nutrientes tal que el cultivo alcance mayor capacidad fotosintética (“hojas verdes”) en momentos críticos de formación del rendimiento.
El mejor crecimiento vegetativo de los tratamientos fertilizados se manifestó en plantas con mayor desarrollo del sistema de raíces y mayor duración del área fotosintéticamente activa durante el llenado de los aquenios (Fig. 5) permitiendo alcanzar, además de mayor numero de aquenios un mayor peso de y producción de materia grasa (Tabla 1).
Fig. 4: Intensidad de color verde, concentración de nitrógeno y tamaño de hojas de girasol en floración según estrategias de fertilización en Macachin (LP). CTRL: control sin fertilizar, FREC = práctica frecuente de fertilización, ALTA = fertilización según necesidades para rendimientos extraordinarios, MEJ = fertilización para condiciones medias de producción.
Fig. 5: Plantas de girasol durante el llenado de los aquenios según estrategias de fertilización en Macachín (LP). Alta P. = fertilización según necesidades para rendimientos extraordinarios.
Tabla 2: Componentes del rendimiento de girasol según estrategias de fertilización en Macachin (LP). Control sin fertilizar, Frecuente en el este de La Pampa y Mejorada para producción media.
Estrategia de fertilización | Número de aquenios /m2 | Materia grasa (%) | Peso medio del aquenio (mg /aquenio) | Rendimiento (kg/ha) | Aceite (kg/ha) |
Control | 8584 | 53,7 | 48 | 4113 | 2209 |
Frecuente | 9432 | 53,6 | 50 | 4668 | 2502 |
Mejorada | 10145 | 53,5 | 50 | 5046 | 2700 |
Los resultados en dos de los módulos de la red de estrategias de manejo de la nutrición de cultivos coordinada por Fertilizar AC también muestran que el manejo balanceado de la nutrición del girasol contribuye a mejorar sus rendimientos. En 25 de Mayo (BA) la práctica frecuente de fertilización (dosis de 10 kg/ha de fósforo) superó en unos 450 kg/ha la producción sin fertilizar mientras que al complementar con 40 kg/ha de nitrógeno esta diferencia fue de casi 700 kg/ha que representan casi 20 % de mejora en los rendimientos. Un comportamiento similar se describió en Macachín (LP) durante la campaña 2023/24, con 555 kg/ha de aumento en los rendimientos al aplicar solo la base de un fertilizante fosfatado el sembrar y esta diferencia se amplió a unos 900 kg/ha cuando en la estrategia de nutrición se incluye el aporte de una fuente nitrogenada.
En síntesis, acompañar al desarrollo del girasol desde la implantación bajo condiciones eficientes de nutrición consolida la adaptación de este cultivo a condiciones difíciles y le permiten explorar alta productividad con rentabilidad.