Entrevista con Federico Luna “La Argentina es un ejemplo a seguir en la región”

Recién llegado del encuentro “Unión Europea y Sudamérica trabajando juntos en resistencia antimicrobiana”, realizado en Brasilia del 3 al 5 de abril, dialogamos con Federico Luna, referente de productos veterinarios del Senasa para la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), acerca de este fenómeno que ocupa un lugar prioritario en la agenda internacional relacionada con […]
mayo 23, 2017

Recién llegado del encuentro “Unión Europea y Sudamérica trabajando juntos en resistencia antimicrobiana”, realizado en Brasilia del 3 al 5 de abril, dialogamos con Federico Luna, referente de productos veterinarios del Senasa para la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE), acerca de este fenómeno que ocupa un lugar prioritario en la agenda internacional relacionada con la salud humana y la sanidad animal.

FEDERICO LUNA

 

Los antimicrobianos son medicamentos que se utilizan para tratar las infecciones origen bacteriano. Estos medicamentos son esenciales para preservar la salud humana y la sanidad animal. Desde su descubrimiento, y a medida que se fueron incorporando nuevos principios activos, millones de vida se han salvado gracias a ellos. Sin embargo el uso masivo de antibióticos ha generado la aparición y el veloz desarrollo de la resistencia antimicrobiana (RAM). Se trata de un fenómeno complejo, que depende de múltiples factores asociados entre sí, y constituye una amenaza potencial que pone en riesgo el control de las enfermedades, por lo que todos los países deben impulsar planes de acción coordinados entre las áreas de salud humana, sanidad animal y ambiente en el marco de la colaboración regional.

“La resistencia antimicrobiana ―explica Luna― es un fenómeno natural por el cual las bacterias, tanto las que pueden causar una infección o no, generan mecanismos de resistencia o adaptación ante medios desfavorables. Es una forma que tienen las bacterias de adaptarse cuando le ponemos un antibiótico que, en teoría, debería matarla o retardar su crecimiento. Es decir, la bacteria evoluciona y genera un mecanismo para defenderse del antimicrobiano al cual se vuelve resistente”.

Y subraya que se trata de un proceso natural. “Es la evolución de la bacteria misma ante un medio desfavorable. La diferencia es que mientras la evolución hasta llegar al ser humano es un proceso de millones de años, las bacterias demoran apenas meses en evolucionar. En un minuto las bacterias comienzan a replicar y en cinco horas tenés millones de bacterias. La velocidad evolutiva de los microorganismos va en quinta a fondo comparado con otras especies”

¿Qué pasa con las resistencias durante esta rápida evolución?

Las resistencias no son específicas de una bacteria y se pueden transferir entre bacterias. Las bacterias “hijas” no solo heredan la resistencia sino que también pueden transferir los mecanismos de resistencia a bacterias pares. Es decir, pueden transferir un mecanismo de resistencia de una bacteria a otra. Y no hace falta que sean de la misma especie bacteriana.

En este punto, Luna aclara que no necesariamente la bacteria patogénica genera enfermedades o mecanismos de resistencia. “Aquellas bacterias, digamos normales —las de la flora intestinal, del ambiente, del agua, que no hacen nada y que pueden ser benéficas—, también tienen la capacidad de generar resistencias y transmitirlas a otras bacterias que sí pueden ser patógenas y generar una enfermedad”.

FEDERICO LUNA

¿Pero cómo es que este proceso natural de adaptación se ve acelerado cuando se usan antibióticos?

 En una comunidad de 100 bacterias, donde hay una sola bacteria resistente y el resto son susceptibles al antibiótico, las bacterias compiten entre sí por los nutrientes, por ejemplo. Cuando se aplica un antibiótico en esa población de bacterias, donde una es resistente, esa bacteria se verá beneficiada porque el antibiótico mata a las bacterias que sí son susceptibles. Resultado, sobrevive y crece libremente. Y si es patógena produce una enfermedad y el antibiótico que se aplica para curar la infección no tiene efecto en esa bacteria. Este sería el principio básico. El problema es que no se genera sólo un mecanismo de resistencia. Hay bacterias que pueden generar dos, tres y hasta cuatro. Son superbacterias, porque precisamente son resistentes a más de un antibiótico. De ahí lo de multirresistentes.

Adelantándose a la pregunta, Luna explica que en la Argentina, como en todo el mundo, también existen este tipo de bacterias. “Antes se hablaba de infección intrahospitalaria. Cuando el paciente ingresaba a un hospital corría el riesgo, si quedaba internado, de infectarse con alguna de estas superbacterias resistentes. Hoy, el problema es, según surge del monitoreo de más de veinte años de Salud, que el paciente enfermo ya ingresa al hospital con alguna infección causada por una bacteria resistente. En otras palabras, este fenómeno dejó de ser exclusivo de un nicho ecológico, como puede ser un hospital. El problema es que en estos casos un antibiótico no sirve y dos tampoco. En ocasiones se requieren cinco o seis antibióticos para poder matar a una bacteria multirresistente”. Añade que estas circunstancias implica un considerable incremento de fondos. En salud pública, gastando fortunas y en sanidad animal afrontando considerables pérdidas económicas. Y pone énfasis en remarcar que esto pasa en la Argentina y el mundo. “La globalización, el hecho de que todos podamos subirnos a un avión y viajar, el comercio internacional de alimentos, hace que las bacterias también viajen de un lado a otro y mecanismos de resistencias que se originan aquí reaparezcan en Islandia o un país asiático. No tienen ninguna restricción, las bacterias no reconocen fronteras. De ahí entonces el interés de la unión Europea para que los países comiencen a trabajar en materia de resistencia antimicrobiana.

¿Qué antecedentes hay al respecto en nuestro país?

 En 2014, el Ministerio de Salud y el entonces Ministerio de Agricultura, hoy de Agroindustria, conformaron, con el Senasa como punto focal, una mesa de trabajo que cuenta con la colaboración del INTA, la OIE, facultades de Veterinaria, Bioquímica y Medicina, sociedades profesionales, como la de Infectología e investigadores del Conicet. La tarea es realizar una primera evaluación de cómo estaba parado el país en este tema, tanto en medicina humana como en medicina veterinaria. De esta mesa surgieron a su vez grupos de trabajo. Y en junio de 2015 ambos Ministerios firman una resolución conjunta donde queda establecida la estrategia argentina para el control de las resistencias antimicrobianas.[1] Es decir, las políticas de salud y sanidad animal para combatir este flagelo, casi desconocido para el ciudadano común pero no para los profesionales de la salud. Como dije, es un problema silencioso que lo conocen aquellos que lo padecen y que genera gastos millonarios al sistema de salud y cuantiosas pérdidas a la producción pecuaria.

¿Cuáles son los objetivos básicos de esta estrategia? 

Retrasar o impedir la emergencia y diseminación de bacterias resistentes por medio de la regulación y fiscalización de la comercialización de antimicrobianos, de la promoción del consumo racional y prudente y de la detección precoz y el control de infecciones en hospitales y establecimientos agropecuarios. Obviamente, este implica fortalecer la vigilancia de la RAM y del uso de antimicrobianos tomando como modelo la estrategia “Una salud”.

¿Puede desarrollar este concepto de “Una salud”?

 El 60 por ciento de los agentes patógenos peligrosos para el hombre son de origen animal. Es decir, los seres humanos y los animales tienen en común bacterias patógenas, de modo tal que resulta indispensable combatirlas y prevenirlas a nivel nacional, regional y mundial. Dicho de otra manera, para reducir la aparición de fenómenos de resistencia es precisa una armonización a gran escala de las estrategias y las medidas con vistas a mejorar las políticas de salud pública, la sanidad animal y el medioambiente.

En el marco de la estrategia establecida por los ministerios de Salud y Agricultura, el Senasa, con la cooperación de Anlis, INTA y facultades de veterinaria de universidades nacionales, lidera la instrumentación de un programa de vigilancia de las resistencias antimicrobiana en animales de consumo. Por tal motivo, el Servicio crea en 2015 y en el ámbito de la Dirección Nacional de Agroquímicos, Productos Veterinarios y Alimentos, el Programa nacional de vigilancia y monitoreo de la resistencia a los antimicrobianos.[2]

“El programa ―explica Luna― tiene el objetivo de prevenir la generación y difusión de bacterias que resistan las acción de los antibióticos. El tal sentido, busca determinar y monitorear la prevalencia de resistencias a diferentes antimicrobianos en bacterias comensales y zoonóticas para evaluar posibles medidas que puedan retrasar o impedir la emergencia y diseminación de bacterias resistentes y así minimizar su riesgo en la salud pública y animal.”

En una primera etapa el programa centrará las tareas de vigilancia en bovinos, aves y porcinos; es decir, las tres producciones pecuarias más relevantes del país desde la perspectiva económicas. “Sobre todo en aves y cerdos, ya que se trata de producciones intensivas donde se crían muchos animales en espacios pequeños, características productivas en las que crecen las posibilidades de generar enfermedades y contagio”, apunta Luna.

¿Cuáles son las bacterias comensales y zoonóticas que se monitorean desde el Programa?

 Para determinar la presencia de resistencia a diferentes antimicrobianos el Programa monitorea a partir de la toma de muestras dos bacterias comensales, Escherichia coli y Enterococcus, y dos zoonóticas, Compylobacter y Salmonella.

¿Por qué esta diferencia entre comensales y zoonóticas?

 La razón es que tanto la Esterichia coli como el Enterococcus no generan enfermedades. Son, digamos, bacterias benéficas que todos los mamíferos tienen en el intestino, pero que no están exentas de generar mecanismos de resistencia que pueden pasar a otras bacterias patógenas como la Salmonella y Compylobacter. Por eso al referirnos a las Esterichia y Enterococcus decimos que son indicadoras. Es decir, si bien no son patógenas, no generan enfermedad, sí pueden generar mecanismos de resistencias que pueden pasar a otras bacterias. Entonces, si en una muestra de materia fecal de un ave, un cerdo o un bovino no encontramos Salmonella y Compylobacter, las bacterias “malas”, si vamos a encontrar Enterococcus y Esterichia, y si éstas tienen mecanismos de resistencia te dan una idea de cuál es el nivel de resistencia que pueden desarrollar. Obviamente, si detectamos una bacteria de Salmonella o Compylobacter con más de una resistencia el alerta es más grave porque, aparte de ser resistente, es patógena. Ahora, el hecho de encontrar resistencias o varias resistencias en bacterias indicadoras no deja de ser grave, ya que son bacterias potencialmente peligrosas por el hecho de poder pasar mecanismos de resistencias a otras bacterias.

A partir de la creación del Programa nacional de vigilancia y monitoreo de la resistencia a los antimicrobianos el Senasa comenzó a trabajar en el montaje de un laboratorio de microbiología en Martínez. ¿Ya está funcionando?

 Sí, ya está funcionando con equipos específicos para esta tarea y mientras se estaba construyendo se capacitaron a dos profesionales en el Instituto Malbrán, el organismo de referencia regional en América latina que coordina una red de 80 laboratorios en todo el país. El nuestro es uno de ellos y aspiramos a generar una red de al menos tres laboratorios. Pero arrancar con uno no es poca cosa si se tiene en cuenta que en la región todavía no se está haciendo mucho en relación con las resistencias antimicrobianas. En todo el continente americano solamente Canadá y los Estados Unidos, y ahora la Argentina, están trabajando integrando salud humana y sanidad animal. Ciertamente, se hace vigilancia en salud pública pero les está faltando esa pata de sanidad animal que es lo que termina de completar el sistema.

―Venís de participar del encuentro organizado por la Comunidad Europea en Brasilia, qué comentarios podes formular o qué conclusiones sacas de esa reunión a la que asistieron los ministros de Salud y de Agricultura de Brasil, representantes de la OIE, FAO, OMS y de la Comunidad Económica Europea, donde por América expuso Argentina, Perú, Chile, Colombia y Paraguay.

 En primer lugar, que la resistencia a los antimicrobianos es un problema que por su propia naturaleza, no se va terminar jamás y que todos los esfuerzos deben dirigirse a mitigar el riesgo.

Segundo, la Argentina es considerada por la FAO, la OMS y la OIE como un ejemplo a seguir en la región. La Argentina fue invitada a este encuentro en carácter de disertante para compartir su experiencia con los países de la región. Y creo que eso se debe a que logramos juntar dos Ministerios, que históricamente trabajaron juntos pero atendiendo problemas particulares. Ambas carteras siempre transitaron caminos paralelos al objetivo de la salud humana, pero creo que esta es la primera vez en los 16 años que estoy en el Senasa que se ponen a pensar en el largo plazo, en el futuro. Eso se percibió claramente durante el encuentro.

La disertación acerca de la estrategia argentina para el control de la resistencia antimicrobiana fue una exposición conjunta entre el presidente del Senasa, Jorge Dillon, y el representante del Ministerio de Salud de la Nación, Rubén Nieto.

Tercero, América es un continente agroexportador y los europeos consumen nuestros alimentos. Y como la emergencia de la resistencia antimicrobiana no reconoce fronteras tienen la preocupación que por medio de los alimentos puedan llegar a Europa bacterias con resistencias y que estos mecanismos se instalen en su población generando problemas de salud. Por eso comenzaron a incentivar o estimular a los países que son sus proveedores de agroalimentos a tomar cartas en el asunto. Y así fortalecer las capacidades regionales en la lucha contras las resistencias antimicrobianas.

En cuarto lugar, creo que es preciso asumir que estos planteos de la CEE mañana pueden transformarse en exigencias para aprobar exportaciones. Y, por último, y para mí lo más importante y significativo, hay que pensar y trabajar en este problema no solamente con la visión de satisfacer las demandas de nuestros compradores, sino que es preciso pensarlo para adentro desde la perspectiva de la salud pública, velar por la salud de nuestros consumidores internos y no solamente para generar mercados externos.

[1] Luna se refiere aquí a la resolución conjunta 834/2015 y 391/2015.

[2] La resolución del Senada que crea el Programa es la 591/2015.

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