En 1925, José Buck, un joven agricultor alemán, llegó a la Argentina con apenas sus manos laboriosas y un sueño.
Por Carlos Becco
Tras varios años de trabajo en desmontes y campos arrendados, José regresó a Alemania para contraer matrimonio con María Ana Hummler, una joven de su tierra natal. Una vez casados, la pareja volvió a Argentina, estableciéndose en Necochea, provincia de Buenos Aires. Allí comenzaron a formar una familia y consolidar su proyecto familiar. Su hogar se convirtió en el núcleo de una tradición de innovación y trabajo en el campo, que luego daría origen a Buck Semillas, un criadero que revolucionará el mejoramiento genético del trigo.
La hija menor que tomó la posta
De aquella unión nació Hilda Buck, en 1946, la menor de cinco hermanos, quien eligió unir ciencia y campo. Se formó como Licenciada en Ciencias Biológicas con especialidad en genética vegetal y desde joven se sumó al proyecto familiar. Su vida profesional transcurrió entre los campos experimentales y los laboratorios de Buck Semillas, donde aportó rigor científico al legado paterno.
Se especializó en el mejoramiento genético del trigo, con foco en la resistencia a royas, enfermedades que amenazan la productividad del cereal. Gracias a su labor se lanzaron al mercado variedades emblemáticas como Buck Amancay, Buck Saeta y Buck Zafiro, que poblaron lotes en toda la pampa húmeda. Con un perfil bajo, pero una enorme capacidad de trabajo, Hilda se ganó el respeto de productores, técnicos e investigadores. Su impronta quedó en cada semilla que lleva la marca Buck.
Con el tiempo, Hilda asumió roles clave en la empresa familiar, incluyendo la presidencia, hasta el año anterior a su fallecimiento. Su liderazgo se caracterizó por un enfoque en la innovación genética, especialmente en la mejora de la resistencia del trigo a las royas, una enfermedad que afecta significativamente la producción de este cereal.
Bajo su dirección, Buck Semillas consolidó su posición como un actor clave en la economía agropecuaria argentina, desarrollando variedades de trigo adaptadas a las condiciones locales y contribuyendo al liderazgo de Argentina en la producción de trigo en América del Sur.

Legado de su padre
En el año 1998, Monsanto intentó adquirir aquel semillero emblemático, conforme a sus planes de expansión mundial. Durante aquellas intensas jornadas, como responsable del negocio en Argentina, tuve el privilegio de negociar con Hilda y aprendí a apreciar y valorar aquella líder de pocas palabras, pero profundamente comprometida con su apellido y su legado. El final de esta negociación es bien conocido: a pesar de todos mis esfuerzos no fue posible convencerla de vender el legado de su padre.
Además de su compromiso con la empresa familiar, Hilda integró asociaciones como Argentrigo, Aapotrigo y ARPOV, y representó al país en auditorías internacionales del CIMMYT. En 2005 presidió la comisión organizadora del Congreso Internacional de Trigo en Mar del Plata. En 2018 recibió el Testimonio Clarín Rural, reconocimiento a toda una vida dedicada al agro.
Innovación que continúa
El espíritu de innovación que Hilda defendió sigue presente en la empresa familiar. Un ejemplo reciente es el acuerdo con Neocrop Technologies, orientado a desarrollar nuevas variedades de trigo con valor agregado, mostrando que la semilla de la investigación y la mejora genética continúa germinando en Buck Semillas.
Relevancia económica actual
Hoy, Buck Semillas no solo es referente científico, sino también un actor clave en la economía agropecuaria argentina. La empresa comercializa una amplia gama de cultivos, incluyendo trigo, cebada, avena, girasol y maíz, y sus variedades son cultivadas en numerosas provincias, aportando significativamente al PIB agroindustrial y generando empleo directo e indirecto en la región de Necochea y zonas aledañas. Su combinación de innovación genética y presencia en el mercado consolidan a Buck como un protagonista estratégico del sector semillero nacional.
Un legado que florece en cada cosecha
Hilda Buck falleció en 2023, a los 76 años, dejando un camino de ciencia, compromiso y producción. Su historia resume la fuerza de una familia inmigrante y el papel de una mujer pionera que se abrió camino en un ámbito dominado por hombres. Hoy, cada espiga que madura en los campos argentinos guarda un poco de su historia: la de una vida dedicada a hacer del trigo una pasión y un legado.































