Durante tres días consecutivos, entre el 15 y 17 de octubre, se celebró el Día Internacional de las Mujeres Rurales, el Día Mundial de la Alimentación y el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza.El objetivo de estas celebraciones, es concientizar a la sociedad sobre la problemática y su impacto, preparando el terreno para la toma de acciones tanto en el ámbito público como privado.
Sin embargo, me lleva a reflexionar sobre el rol de la mujer rural; ¿por qué es importante reducir la brecha de género en el ámbito rural? ¿No deberíamos luchar por mejores condiciones laborales tanto para mujeres como para hombres?
No existe una única respuesta, pero es válido resaltar que el género femenino jugamos un papel central en la alimentación de nuestros hijos, y también en el de la sociedad; cerca del 43% de la mano de obra agrícola lo constituyen mujeres. Sin embargo, las desigualdades de género no son una excepción en el ámbito donde justamente toman vida los cultivos y alimentos; esta brecha alcanza entre un 4% y el 40%, dependiendo del país y del cultivo comercial[1].
Existe una urgencia indiscutible en atacar esta brecha de género si queremos una sociedad más justa y un planeta respetado. Es una paradoja impensable en el mundo actual, donde afrontamos el enorme desafío de producir millones de toneladas de alimentos para una población mundial en expansión. Según proyecciones elaboradas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), hacia el año 2030 habrá una mejora a nivel mundial en la nutrición humana, pero en términos numéricos será lento. Centenares de millones de personas seguirán padeciendo desnutrición, a menos que se conceda una prioridad más alta a la producción local agrícola y se reduzca la desigualdad en el acceso[2].
Es necesario romper con brechas que aún hoy afectan a las mujeres, como es la falta de acceso a la tierra, puesto que sólo el 20% de los propietarios de tierras en el mundo son del genero femenino y si le sumamos que de acuerdo a la FAO, tienen una probabilidad mayor que los hombres de padecer inseguridad alimentaria[3] en el mundo, el panorama es poco alentador.
Sin duda las mujeres hemos sufrido opresión durante cientos de años, y aún hay sociedades con gran desigualdad de derechos constitucionales; hoy, existen 5 naciones con sufragio femenino negado o condicionado.
Pero no se trata de resaltar lo injustos que hemos sido y somos como sociedad, sino de revisar los hechos y reflexionar sobre cómo podemos acompañar el cambio desde nuestra posición.
Siendo agrónoma y apasionada del mundo rural, siento la labor de las agricultoras como uno de los trabajos más nobles y a la vez duros que el ser humano pueda desarrollar. Ellas labran la tierra, siembran y observan germinar las semillas, cuidan sus cultivos de las inclemencias del tiempo, proveen protección ante plagas y enfermedades, agua y nutrición para producir los alimentos que llegan a nuestra mesa todos los días. Todos tenemos la responsabilidad de alimentar al mundo responsablemente y proteger el planeta.
Por todo esto, desde mi rol de mujer, madre y ejecutiva, siento una enorme responsabilidad por hacer un llamado a la reflexión, y a aportar desde cada rincón de la sociedad nuestro grano de arena, para construir una montaña de oportunidades que beneficien por igual a géneros en el campo latinoamericano.
Mujeres y hombres tenemos la misma capacidad de impulsar el desarrollo agrícola, juntos nos complementamos y juntos podemos construir una sociedad más justa para nuestras hijas e hijos.
[1] ONU Mujeres, el Banco Mundial y la Iniciativa sobre Pobreza y Medio Ambiente
[2] http://www.fao.org/docrep/004/y3557s/y3557s06.htm
[3] http://www.fao.org/gender/news/detail/es/c/1039089/