- Cátedra de Fitopatología. (2) Cátedra de Sanidad Vegetal Departamento de Producción Vegetal, Facultad de Ciencias Agrarias, UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL
(3) Centro de Sanidad Sillon & Asoc., consultora de investigación aplicada
Todos los ciclos agrícolas nos enfrentan a enfermedades en los cultivos, algunas ya son muy conocidas para el técnico, aunque modifican su intensidad de acuerdo a las condiciones ambientales, trayendo aparejados problemas de diagnóstico correcto y de decisiones de manejo de acuerdo a su evolución.
Los desafíos en soja
Vale la pena recordar que los patógenos de semilla y de suelo son el primer desafío en enfrentar , con una adecuada rotación de cultivos, un correcto tratamiento de semilla a partir de los análisis de sanidad que nos indiquen qué calidad y que carga de patógenos está portando esa simiente, ya que el stand de plantas se puede ver muy comprometido si hay una intensidad importante de dumping-off y la posibilidad de patógenos como Phytophthora spp., Fusarium spp., Rhizoctonia spp., o Pythium spp (Foto 1).
Pero otro desafío son las enfermedades de fin de ciclo (EFC) que son un grupo de patologías foliares, que progresan en los estadíos reproductivos, ocasionando amarillamiento, pérdida de flores y/o vainas, disminución del llenado de granos, necrosis en hojas y hasta defoliación.
Hay un período del cultivo en que las EFC incrementan su nivel en forma exponencial, entre finales de floración (R2), formación de vainas (R3), y hasta mitad de llenado de granos (R5.2). Además desde el punto de vista fisiológico la planta está necesitando toda su energía para la reproducción, y cualquier intervención de un patógeno le generará un “gasto extra” que no puede compensar fácilmente.
A lo largo de los años de experiencia vemos reiteradamente como la eficiencia de un fungicida está altamente ligada a una buena aplicación. Esta “correcta aplicación” no es sólo por buen uso de la tecnología (hora, velocidad, tamaño de gotas, etc.) sino por realizar la protección química en el correcto sentido del término, es decir, “colocando una barrera entre patógeno y hospedante”.
Efectivamente cuando el progreso de un patógeno se hace exponencial la eficiencia de un fungicida es menor que cuando se aplica al comienzo de una infección. Por eso muy importante utilizar el monitoreo como herramienta previa al uso de fungicidas, revisando periódicamente los lotes y evaluando cómo va progresando el nivel de las enfermedades dentro del mismo.
Dentro de las enfermedades foliares más conocidas están la “mancha marrón” (Septoria glycines) y la mancha en ojo de rana (Cercospora sojina) que en algunos cultivares de ciclo corto comparten estrato medio y bajo del cultivo (Foto 2). En este nuevo ciclo agrícola se suma la aparición de síntomas diferentes en el tizón foliar (Cercospora kikuchii) que dificultan su buen diagnóstico y por lo tanto complican las decisiones de manejo de este patógeno. Recordamos que el síntoma típico es un bronceado en el estrato superior acompañado de encrespamiento del foliolo (Foto 3).
El fitopatólogo Marcelo Carmona (FAUBA) advirtió este año que aumentó la intensidad de algunas patologías en la Región Pampeana y se observaron síntomas en los cultivos que generalmente se relacionan con la Mancha Marrón, pero que al analizarlos en el laboratorio resultaron ser generadas por Cercospora spp. Esta situación se repitió también en la región central de Santa Fe y se pudo confirmar en algunos cultivares de GM VII y VIII (foto 4).
Otras patologías a tener en cuenta en la próxima campaña agrícola son la mancha anillada (Corynespora casiicola) que presenta lesiones circulares en forma de “blanco de tiro” en hojas y que es una enfermedad típica del NOA, pero se la ha detectado en la zona sojera con intensidad progresiva. Y completando el panorama de patógenos debemos mencionar a las bacterias ya que este año desde Santa Fe nuestro equipo ha trabajado mucho en conjunto con el laboratorio de Fitopatología de la Universidad Católica de Córdoba (UCC) en el diagnóstico de bacteriosis. La especialista Cristina Plazas ha detectado al género “Curtobacterium” afectando soja en lesiones irregulares de tejido necrótico que pueden llevar a confusión con hongos como Phyllosticta. Cuando existen dudas se recomienda remitir muestras a dicho laboratorio porque hay que recordar que en este caso no correspondería el control con fungicidas, y un diagnóstico errado puede traducirse en recomendaciones técnicas incorrectas.
Los desafíos en maíz
Las mermas ocasionadas en los rendimientos, a causa de las enfermedades, resultan debido a la interferencia de los distintos patógenos en los diferentes procesos involucrados en la producción y partición de biomasa en el cultivo. Por lo tanto el objetivo principal del control de las enfermedades del maíz es destruir la combinación de los factores necesarios para su aparición y esto solo puede lograrse conociendo los síntomas que nos anuncian la presencia de un microorganismo, los ciclos de la enfermedad, las partes vegetales involucradas y la diseminación o propagación.
La roya común es una enfermedad ampliamente difundida en la zona maicera, afectando al cultivo desde estados vegetativos. El patógeno es un hongo (Puccinia sorghi) que necesita de los tejidos vivos de la planta de maíz para desarrollarse y que presenta más de un ciclo durante la estación del cultivo, dependiendo la cantidad de ciclos de las condiciones ambientales predisponentes, (temperaturas de 16ºC a 23ºC y mojado foliar). El signo son pústulas alargadas u ovales, de color castaño-rojizo, en ambos lados de la hoja, y en las vainas. En la zona NEA de Argentina (Corrientes, Chaco, Norte de Entre Ríos y Santa Fe) también hay presencia de roya sureña (Puccinia polysora). Esta se ve favorecida por temperaturas más elevadas (27ºC-30°C). Las pústulas aparecen con mayor preponderancia en la superficie superior de la hoja, siendo más chicas que las de la roya común y numerosas.
En los cultivos de segunda fecha de siembra se presenta, con mayor frecuencia, el tizón común (Exserohilum turcicum), que causa lesiones elípticas en hojas, al principio color verde grisáceo, que luego van desarrollándose y al madurar pueden volverse de color marrón. Normalmente la enfermedad comienza en las hojas inferiores y avanza hacia las superiores. Los trabajos de investigación desarrollados en este aspecto confirman que estas enfermedades pueden progresar rápidamente después de la antesis, ocasionando finalmente una completa marchitez de hojas.
A estas enfermedades se agregan dos nuevos desafíos a enfrentar en el próximo ciclo agrícola con los problemas foliares: la mancha gris y la mancha blanca, que ya dieron dolores de cabeza durante el comienzo de 2017.
La mancha gris, o mancha “habano” es una enfermedad ocasionada por el hongo Cercospora zea maydis, que causa lesiones alargadas en hojas como se observa en la Foto 5 que corresponde a severidades registradas para centro de Santa Fe en el mes de marzo, en híbridos tardíos. El hongo es necrotrófico y se presentan diferentes respuestas a la enfermedad según los híbridos.
En el otoño y sobre híbridos tardíos resistentes a roya se verificó el avance sostenido de síntomas foliares que consistieron en lesiones circulares, primero cloróticas y luego blancas, con bordes oscuros definidos. Estas manchas progresaron en forma exponencial en 15 días, constituyendo una epidemia, en condiciones de alta humedad ambiental y marcada amplitud térmica. En el centro de las lesiones se analizaron numerosas puntuaciones negras que correspondieron a picnidios y conidios similares a las causadas por el hongo Phoma maydis, que es la faz asexual del patógeno Phaeosphaeria maydis, por lo cual esta enfermedad también se la conoce como “mancha por Phoma, o mancha por Phaeosphaeria”.
En híbridos susceptibles la enfermedad tuvo un ciclo de 20 días y las manchas coalescieron formando áreas necróticas completas, junto al desarrollo de tizón foliar (Foto 6).
Ante las primeras manifestaciones se instalaron ensayos de manejo que consistieron en el estudio de 18 tratamientos diferentes compuestos por formulaciones mezclas de distintos principios activos. Se verificó un control de las lesiones dentro de los 21 días de las aplicaciones, con eficacias comprobadas de 40% hasta 80% según tratamientos, y diferencias estadísticas con el testigo, que llegó a 90% de severidad (foto 7).
Conclusión
Como conclusión podemos indicar que en el mercado hay moléculas efectivas para el control de estas patologías foliares pero que deberán ser utilizadas con un nivel inicial de enfermedad que no supere el 2% de severidad. Esto solo puede lograrse efectuando una recorrida periódica de los cultivos con un análisis de las enfermedades presentes, conociendo los síntomas y cuantificando al menos las tres hojas que rodean la espiga y que son las que deberemos proteger para lograr una correcto llenado de los granos.