Por: Nahuel Reussi Calvo1,2,3, Natalia Diovisalvi1, Agustín Bianchini4 y Fernando O. García1,2,5 –1Laboratorio FERTILAB, 2FCA-INTA Balcarce, 3CONICET, 4Okandu, 5Consultor privado
En un contexto de producción agropecuaria cada vez más demandante, diagnosticar correctamente el estado nutricional de los cultivos, es condición necesaria para mejorar la eficiencia de utilización de los recursos e insumos involucrados en el sistema productivo. El manejo adecuado de la nutrición de los cultivos de maíz y soja constituye uno de los principales factores para maximizar la producción actual y reducir la brecha de rendimiento en las diferentes zonas argentinas.
Dentro de los nutrientes, el nitrógeno (N) y el fósforo (P) son los que con mayor frecuencia limitan el rendimiento, sin embargo, en las últimas décadas, la intensificación de la agricultura ha generado una disminución en la disponibilidad de azufre (S) en los suelos y, por lo tanto, es cada vez más frecuente determinar la respuesta en rendimiento frente al agregado de dicho nutriente. Asimismo, otros nutrientes como el zinc y el boro se han diagnosticado como deficientes en algunos sistemas de producción de la región pampeana. Trabajos realizados en los últimos años en forma conjunta entre CREA Sur de Santa Fe, IPNI y Nutrien Ag Solutions, muestran que la nutrición balanceada con NPS genera respuestas promedio en rendimiento de maíz de 4793 a 5158 kg ha-1, lo cual se traduce en márgenes brutos que varían desde 120 hasta 240 $/ha según sitio experimental (Fig. 1).

En el caso de soja, las redes experimentales de las regiones CREA Sur de Santa Fe y Oeste muestran que la nutrición balanceada con PS genera respuestas promedio en rendimiento de 620 y 596 kg ha-1, un 16% de incremento sobre el testigo sin fertilizar. Estas respuestas se traducen en márgenes brutos de 80-90 $/ha según sitio experimental. Para captar estos incrementos en producción y rentabilidad, debemos diagnosticar los ambientes deficientes en P, S u otros nutrientes.
El nutriente clave: nitrógeno
Para producir 1 tonelada de maíz, el cultivo necesita absorber aproximadamente 18-22 kg de N. Considerando una eficiencia de recuperación de N del sistema del 60%, se necesitan 30-32 kg de N en el suelo para producir 1 tonelada de maíz (Fig. 2). El N disponible a la siembra junto con el N mineralizado del suelo y de los residuos del antecesor durante el ciclo del cultivo, constituyen las principales fuentes nitrogenadas que determinan el rendimiento en cultivos de maíz sin fertilizar.
Para evaluar la disponibilidad de N inicial se recomienda el muestreo de suelo a la siembra del cultivo en los estratos superficiales (0-20 cm) y subsuperficiales (20-50 o 20-40 y 40-60 cm). No obstante, en años o regiones con excesos hídricos durante la pre-siembra del cultivo y/o con bajas temperaturas, es conveniente realizar el muestreo de suelo en el estadio de 4 o 5 hojas. Se han propuesto distintos umbrales de disponibilidad de N a la siembra (N suelo0-60cm + N fertilizante) que varían desde 125 kg N/ha para alcanzar 7 t/ha de rendimiento hasta 250 kg N/ha para 14 t/ha.
En ensayos que lleva adelante Okandu desde hace 6 años en el sudeste de Córdoba, se hace foco en los ajustes de tecnologías para poder alcanzar altos rendimientos, y así reducir la brecha entre los rendimientos potenciales y los logrados. Las respuestas obtenidas en el Sudeste de Córdoba en los últimos 9 años muestran incrementos importantes de rendimiento hasta 250 kg N ofrecido (Fig. 3), a diferencia de los antiguos umbrales de 170-180 kg N.
El N mineralizado de la materia orgánica durante el ciclo de crecimiento del cultivo puede estimarse a partir de la determinación del N anaeróbico (Nan). El diferente potencial de mineralización que existe entre lotes -o ambientes dentro de un mismo lote- debido al manejo previo y/o los efectos de tipo suelo, se refleja en este índice. El muestreo de Nan puede realizarse en cualquier época del año y solo en el estrato 0-20 cm. En función de más de 5000 muestras analizadas por FERTILAB para el sudeste bonaerense, el valor promedio de Nan fue de 60 ppm, con un 25% de los lotes con valores menores a 45 ppm y mayores a 75 ppm. En general, para el cultivo de maíz el aporte de N por mineralización es de 3.0 a 4.2 kg N/ha por cada ppm de Nan, valor que varía según zona, fecha de siembra y textura del suelo.
El aporte de N por mineralización desde el residuo del cultivo antecesor se puede estimar a partir de información local. En general, se esperan aportes de N de antecesores leguminosas como soja o coberturas como vicia y, aportes nulos o inmovilización de N, con residuos voluminosos de antecesores de gramíneas de alta relación C/N como trigo, cebada y avena. Los valores pueden ir desde inmovilizaciones (competencia con el cultivo) de N de 60 kg/ha hasta mineralizaciones (aportes al cultivo) de 100 kg N/ha.

A partir de la estimación del aporte de N de las tres fuentes (N suelo siembra, N mineralizado y N aportado por residuos), se puede decidir las necesidades de fertilización nitrogenada según el rendimiento objetivo de maíz para un lote o ambiente. Necesitamos aplicar 30-32 kg de N como fertilizante por cada tonelada de rendimiento que queremos producir por sobre el cultivo sin fertilizar. Esta necesidad puede variar entre 20 y 40 kg N en función de la eficiencia de absorción del N del suelo y potencial del ambiente.

En Okandu, con la nueva genética seleccionada para rendir en altas densidades, se evaluó el impacto de la oferta nutricional en planteos de densidad creciente. En los últimos 6 años, se plantearon ensayos ambiciosos en diseño experimental, que permiten evaluar en conjunto el comportamiento a densidades y niveles de nutrición crecientes. Los resultados muestran que es posible incrementar el rendimiento aumentando en simultáneo la densidad y oferta de nutrientes (principalmente Nitrógeno). También, observamos que variando solo la oferta de Nitrógeno podemos mejorar el rendimiento en forma más marcada que aumentando solo la densidad. Sin embargo, el ajuste combinado de ambas variables, permite el mayor incremento en productividad (Fig. 4).

Los planteos tradicionales de Maíz Temprano en una amplia zona de producción utilizan densidades que van de 70 a 80.000 pl/ha y una oferta de Nitrógeno (suelo + fertilizante) de 175 a 200 kg N/ha; con rendimientos alcanzados de 11.500 a 12.500 kg/ha. Sin embargo, de acuerdo a los resultados de los ensayos en zona núcleo, ajustando densidades mayores (90-95.000 pl/ha) y acompañando con aumento de los nutrientes ofrecidos, se puede acceder a rendimientos superiores a 14.000 kg/ha.
Este ajuste de densidad y nutrición se puede observar en la Fig. 5, en la cual la oferta de N varía según el potencial de rendimiento explorado. Es así como las parcelas con planteos de menor densidad logran techos de rendimiento menores, y saturan la respuesta a Nitrógeno en un umbral más bajo. Por el contrario, los planteos de densidades mayores alcanzan mayores rendimientos y saturan con ofertas mayores de N.
Conceptualmente, la construcción de este tipo de curvas de respuesta de nitrógeno resulta fundamental para explorar y alcanzar techos productivos. La evolución de la genética nos permite explorar nuevos techos productivos sensiblemente más altos.

El fósforo, la base para los altos rendimientos
La recomendación de fertilización fosfatada se basa en el diagnóstico de fertilidad a partir del análisis de suelo del P extractable (P Bray) a 0-20 cm. Para maíz es ideal ubicarse por arriba del rango crítico de P Bray de 9-12 ppm, el cual varía según la textura de los suelos. Para soja es ideal ubicarse por arriba del rango crítico de P Bray de 8-11 ppm, el cual varía según la textura de los suelos.
La recomendación a partir del análisis puede orientarse a satisfacer las necesidades de los cultivos de maíz y soja, también llamada Suficiencia, o a mejorar/mantener los niveles de P Bray del suelo, Reconstrucción y Mantenimiento. A modo de ejemplo, la Tabla 1 muestra recomendaciones generales sugeridas para distintos niveles de P Bray del suelo y según el rendimiento objetivo de soja:
- Las dosis de Suficiencia sugeridas dependen del nivel de P Bray y consideran solo el cultivo de soja siguiente.
- Las dosis de Reconstrucción y/o Mantenimiento buscan elevar niveles menores a 20 ppm y mantener niveles altos de P Bray (entre 20 y 30 ppm). En este caso se estima que para subir 1 ppm de P Bray se requiere aplicar 3 kg de P por arriba de la remoción de grano de los cultivos (Tabla 1), pero este valor varía entre 2.5 y 4 kg P por ppm P Bray. Para reponer el P removido en granos de soja, se estima una concentración de 4.5 kg P por tonelada de grano, y este valor varía entre 3.5 y 5.5 kg P/t grano.
Tabla 1. Recomendaciones sugeridas de fertilización fosfatada para soja según niveles de P extractable (ppm P Bray, 0-20 cm) y rendimiento objetivo (t/ha).

Las recomendaciones sugeridas, además de depender el nivel de P Bray y rendimiento, variarán de acuerdo a la relación de precios fertilizante/grano, el capital disponible y la percepción frente al riesgo.
En el caso de Reconstrucción y/o Mantenimiento lo recomendado es aportar los kg de P de reconstrucción a lo largo de 3-6 años de manera de reducir las cantidades aplicadas por cultivo. Esto reduce el costo financiero y la posibilidad de que se produzca un consumo excesivo de P (consumo de lujo).
Respecto a la forma de aplicación de P, existen varios trabajos que han demostrado, para suelos con bajo nivel de P Bray y/o para dosis bajas de fertilización, una mayor eficiencia de la aplicación en la línea respecto al voleo. Las diferencias entre sistemas de aplicación es menor cuando mayor es el nivel de P Bray del suelo o la dosis de P aplicada. Las aplicaciones al voleo anticipadas alcanzan eficiencias similares a la aplicación en línea con P Bray de 10 ppm o mayor y con dosis de 20 kg/ha de P o mayores. Son especialmente útiles en planteos de Reconstrucción y/o Mantenimiento que generalmente utilizan dosis de fertilización altas.
En soja, es recomendable evitar la colocación del fertilizante junto a la semilla debido al efecto fitotóxico del mismo sobre el cultivo y también sobre las bacterias fijadoras del N.
El plus del azufre
La deficiencia de S se ha generalizado en numerosos sistemas de maíz. La principal reserva de S del suelo es la materia orgánica, al igual que la de N y una gran parte del P. El diagnóstico se basa en identificar los lotes deficientes a partir de las siguientes observaciones:
- Caracterización del ambiente.
- Suelos con bajo contenido de materia orgánica, suelos arenosos.
- Sistemas de cultivo más intensivos, disminución del contenido de materia orgánica.
- Análisis de S-sulfato: Nivel crítico menor de 7 ppm (0-20cm).
- Presencia de napa o uso de riego: Frecuentemente las napas y las aguas de riego pueden contener altos niveles de sulfato. Algo similar se observa en suelos con tosca por acumulación de sulfato.
- Balances de S en el sistema: Buscar balances neutros o levemente positivos.
En Okandu, se han evaluado diferentes estrategias de fertilización en soja de primera en 6 campañas, desde un testigo sin fertilizar, hasta tratamientos con altos aportes de fósforo y azufre (Fig. 6).

Tal como sucede a menudo en muchos campos productivos, las respuestas positivas en rendimiento se observan en lotes y ambientes donde se diagnostican deficiencias de P y/o S (2015/16 en la Fig. 6). La clave es detectar esos ambientes en donde sí tenemos respuesta para acompañarlos con fertilizaciones acordes.
Comentarios finales
En ambientes con deficiencias de nutrientes, los niveles de EFICIENCIA más frecuentes de uso de los nutrientes en la región pampeana son de 15-25 kg grano de maíz por kg de N aplicado; de 25-65 kg de maíz u 8-12 kg de soja por kg de P y 45-95 kg o 20-60 kg soja por kg de S. Los COSTOS (kg grano necesarios para pagar un kg de nutriente) son del orden del 5% al 40% de estas eficiencias, lo que evidencia la RENTABILIDAD de la práctica de fertilización, aún sin considerar el efecto residual de cada nutriente. Además, considerando los niveles actuales de extracción de los distintos nutrientes mencionados, la residualidad en el suelo, sobre todo de P y de S, y el reciclaje a través de los residuos de cosecha, es fundamental empezar a manejar la fertilización en función del balance de nutrientes dentro de la rotación para una agricultura sustentable.