Estamos en escenarios extremos, en el presente y probablemente en el futuro. Ninguno de los dos trae nada bueno.
I.P.A Adrián Poletti
En el mes de febrero hablábamos de la sequía extrema que estábamos (y en algunos casos seguimos) transitando, con una nota llamada “Ante la acción de la sequía y otras yerbas”. En ese momento hablábamos entre otras cosas que con un dólar de $180 de esa época (hoy el dólar divisa BNA está a $214 o sea una devaluación del 19% aproximadamente, con un nivel de variación del IPC del mismo tenor para el período) era literalmente imposible poder competir ya que estábamos con costos disparados en términos de dólares oficiales y decíamos que para que podamos volver al nivel histórico de costos operativos era necesario que las economías regionales pudieran liquidar sus divisas a través de alguno de los mecanismos de dólares financieros libres, dado que una medida como esa permitiría una oferta de dólares que hoy no existe y mejoraría los diferentes ámbitos regionales donde dichas actividades se llevan a cabo.
También decíamos que dada la estructura exportadora única de nuestro país, el efecto sobre los precios al consumidor iba a ser acotado, salvo en aquellas cuyo componente de consumo interno fuera tal que justificara un acuerdo especial.
Sesenta días después, el gobierno implementó el llamado dólar Agro, que no solo incorpora a una tercer versión del dólar soja, sino que incorpora a la mayoría de los sectores agropecuarios que exportan. El valor del mismo fue fijado en $300 por dólar ingresado, variando su validez en el tiempo. Cuarenta y cinco días para la soja y sus derivados y hasta el 30 de Agosto del corriente para el resto. En apariencia una buena medida. Esto quiere decir que se tendrán en cuenta aquellos embarques realizados entre el 8 de Abril y el 30 de Agosto y cuyas divisas por el pago de las mismos sean liquidados entre esas fechas. Grave error sobre el que volveremos.
Pero cuando comenzamos a ver los términos de implementación de la misma podemos ver que su implementación es poco conocida al momento de escribir estas líneas. Se habla de acuerdos sectoriales marco, cosa que es lógica ya que hay economías regionales que exportan casi el 95% del total producido y hay otras donde el consumo interno tiene una alta relevancia e importancia. Por lo tanto, no se le puede exigir a un exportador que se desenvuelve en productos de alto nivel de exportación que venda al mercado interno volúmenes que este no puede absorber. Esto como primera medida.
Volviendo sobre los tiempos que dura esta medida, debemos decir lo siguiente:
- Una operación normal de venta de muchas economías regionales implica una venta contra entrega de documentación bancaria al comprador del exterior. Desde que un exportador tiene el pedido de compra, cotiza y cierra el negocio, prepara la mercadería, cierra la fecha de embarque con la naviera, prepara y envía la documentación, la mercadería llega a destino y el cliente del exterior abona la factura para retirar los documentos del banco pasan por lo menos 60 días como un proceso de alta eficiencia. Esto quiere decir que la ventaja cambiaria de embarques marítimos se termina el 30 de Mayo.
- Por lo tanto, los únicos actores del mercado que pueden aprovechar esta medida son aquellos que tienen el stock disponible en sus empresas, venden a países limítrofes donde los términos de cobranza son mas cortos. Y para estas operaciones, la ventaja se agota con embarques realizados antes del 31 de Julio.
- Pero lo peor es que según se desprende de la norma, no hay clausula gatillo que permita salir del esquema cambiario propuesto por el decreto 194/2023 si es que el ritmo de devaluación del B.C.R.A. es mayor al 6% mensual. Al 6% mensual de devaluación, el sistema empalma con un dólar oficial proyectado a Septiembre de $322. Si el ritmo devaluatorio se acelera al 8%, la ventaja cambiaria se agota en Julio ya que en agosto el dólar proyectado sería de $315, con lo cual si un exportador embarcó en junio y cobra a los 60 días, estaría cobrando a un dólar mas barato que el oficial.
- Ni hablar de las dificultades burocráticas, si es que es cierto que tanto exportadores como productores van a tener que abrir una cuenta especial donde liquidar los famosos dolares a $300. ¿Cómo se haría en actividades donde los tiempos de cosecha por parte del productor, entrega y comercialización son estacionales y la venta anualizada en programas de venta y carga?
Por lo tanto, entre las demoras y dificultades de implementación y puesta en marcha de la medida y las posibles modificaciones del ritmo devaluatorio, la media puede ser útil solo por 60 días. Todo esto en un año con sequia que genero abruptas caídas de los stocks disponibles, demoras en la implantación de los cultivos estivales y por lo tanto retrasos en la cosecha, pocos van a ser los productores que puedan tomar ventaja de la medida. Ni hablar de aquellas actividades que se cosechan y procesan hoy, pero que por cuestiones de estacionamiento, deben ser comercializadas en uno o varios años.
Y el futuro ¿Es mejor?
A nadie escapa que estamos en tiempos electorales, donde los candidatos a presidente pueden decir cualquier cosa. Y me refiero a la gran mayoría de ellos.
Viendo un reportaje a uno de los posibles futuros presidentes, le consultan sobre la dolarización y su viabilidad. Y muy suelto de cuerpo, hablando a favor de la medida, da el ejemplo de Ecuador y Panamá como casos exitosos de la misma. Pero da la casualidad que ambos casos no tienen absolutamente nada que ver con nuestra estructura geográfica, productiva y de logística. Ambos son países de cortas distancias y en muchos casos de movimientos de bienes de alto valor como frutas, petróleo o comercio de bienes terminados.
“Nosotros competimos con Estados Unidos, con Brasil, con Canadá, con Australia entre otros, todos países que tienen su propia moneda con las variaciones del caso respecto al dólar estadounidense, pero que tienen sistemas de logística y costos internos muchísimos más eficientes que los nuestros”
Canadá llega con sus productos desde las planicies centrales al puerto de Vancouver, recorriendo 4.000 kilómetros de distancia y cruzando una cordillera que en invierno tiene temperaturas de -20°C con U$S 110 dólares por tonelada transportada, gracias a un sistema de autopistas y ferrocarril de primer nivel que permite una alta eficiencia logística a lo largo de todo el año, salvo unas pocas semanas de enero. Lo mismo ocurre con Estados Unidos y Australia. Brasil va también en ese camino.
En Argentina una ruta como la RN 3 es autopista hasta San Miguel del Monte desde Buenos Aires. La RN8 todavía no llega a Pergamino. La RN7 que es fundamental, todavía no llegó a Junín. Ni siquiera la provincia de Córdoba, siendo la de más avanzada del país puede ser cruzada en cualquier sentido con autopistas terminadas ya que hacia el norte terminan en Colonia Caroya, hacia el oeste en Carlos Paz y hacia el sur en Río Cuarto. ¿Con esta estructura logística vamos a competir? ¿Conocemos la Argentina real? ¿La de la Ruta provincial 6 para allá? ¿O generamos ideas y soluciones para lo que sería una Ciudad Estado llamada AMBA?
¿Cómo se puede comparar países que son cruzados de punta a punta recorriendo 600 km aproximadamente, con los costos logísticos que eso implica, con Argentina, que recorriendo 600 km no llegamos desde Buenos Aires a la segunda ciudad del país que es Córdoba, desde la cual no disponemos un sistema ferroviario eficiente de circulación permanente que nos permitan competir con nuestros reales competidores en forma eficiente? ¿Acaso los brasileños no tuvieron inflaciones e hiper inflaciones y solucionaron el problema sin dolarizar? ¿Son mejores ellos que nosotros? ¿Dónde está escrito?
Para que la dolarización sea exitosa y virtuosa, debemos tener la misma estructura impositiva que Estados Unidos, el mismo sistema de logística que permita que una carga circule las 24 hs del día sin parar, ya sea en tren o en camiones que van haciendo postas cada 8 horas de traslado, cambiando al chofer y al tractor. Necesitamos el mismo sistema de leyes laborales y fundamentalmente el mismo tipo de sistema judicial para la resolución de conflictos. Difícil. Ahora, si hacemos todo esto, ¿para qué necesitaríamos dolarizar?
Donde vemos el problema.
El mayor problema acá es lo que me explicó un economista muy famoso, del interior del país, que conoce la Argentina real y es amigo, es que el Estado en sus diferentes niveles nos saqueó el negocio. Y necesitamos que nos lo devuelvan. Y nos lo saquearon a impuestos, cargas provinciales y municipales, percepciones impositivas, diferencias cambiarias y todo tipo de artilugio que hace que solo se trabaje para sobrevivir, sin que tengamos en cuenta que cada año que sobrevivimos es un año menos que vivimos creciendo.
Hoy un exportador que se precie, necesita un departamento contable – impositivo tres veces más grande que el departamento comercial. Solo para recuperar impuestos. Inviable ahora y ni hablar en una dolarización.
De nada sirven las devaluaciones, las dolarizaciones y toda la magia que se quiera implementar si no nos devuelven lo saqueado, que son nuestros negocios y nuestro futuro. Y no solo corre para la producción agropecuaria, corre para absolutamente toda la actividad económica. Desde la industrial a la cultural. A todos les pasa lo mismo. Y la defensa ante semejante latrocinio es la informalidad creciente, ya que el instinto de supervivencia es el más importante de todos.
“A modo de ejemplo, al sector agropecuario en concepto de retenciones se le sacó unos U$S 170.000 millones en 20 años. Este año, con una seca, salen de juego miles de productores que de haber tenido el dinero saqueado podrían pasar el mal trago. Ahora necesitan cinco años buenos para recuperarse”
La Rebelión del Atlas debería ser un libro de lectura obligatoria en el sistema educativo argentino de ahora y hacia el futuro. Fue escrito entre 1946 y 1957. Está, para nuestro país, más vigente que nunca.