Por: Agustín Bianchini, Martín Sánchez, Santiago Lorenzatti, y Rodrigo Tabasso. OKANDU SA
Introducción
La soja se caracteriza por ser eficiente en la utilización de recursos, y por tener gran habilidad para compensar déficits en su desarrollo, tanto a nivel de órganos vegetativos como a nivel reproductivos. Estos mecanismos de compensación, que tiene esta especie, hacen que responda de forma variable a la tecnología aplicada, a diferencia de lo que sucede con otros cultivos como maíz. Es por ello, que muchas veces resulta complejo encontrar o medir diferencias significativas de rendimiento en soja frente a la aplicación de tecnologías.
En la medida que el mejoramiento genético de soja evolucionó hacia mayores techos productivos, y los ambientes de producción han mejorado su calidad fisicoquímica y biológica producto de buenos manejos agronómicos, el cultivo de soja ha podido expresar rindes crecientes y sostener pisos productivos más altos.
Resulta fundamental conocer las características del ambiente de producción para planificar el cultivo, eligiendo los planteos productivos que permitan maximizar su productividad a lo largo del tiempo de manera sustentable. En OKANDU conjugamos la información generada en nuestra red de tecnologías en soja – que ya lleva 6 años – con la experiencia productiva real en campos asesorados.
En este artículo, repasamos las tecnologías más importantes en el cultivo y mostramos también los resultados de la red de soja de OKANDU, donde se comparan genética, sanidad y nutrición: genética nueva vs vieja, combinada con diferentes estrategias sanitarias (con y sin fungicida) y de fertilización (Foto 2).
Genética
A pesar de no tener estímulo por falta de una Ley de Semillas que regule la actividad y permita dar un horizonte de inversión a las empresas semilleras, el cultivo de soja ha progresado de la mano de la mejora genética, permitiendo elevar los techos productivos a una tasa de 44 kg/ha/año, lo cual representa el 1,1% de incremento anual, similar tasa de aumento que en el cultivo de maíz (de Felipe et al, 2016)
La red de ensayos de OKANDU muestra que la mejora genética logra incrementos de rendimientos a campo al comparar variedades de reciente aparición con genética de varios años atrás (Figura 1)
En 3 de los 4 años evaluados la variedad “nueva” supera a la “vieja” en rendimientos; con un incremento positivo promedio de casi 200 kg/ha.
Además de la mejora en rinde, también se ha logrado avanzar en desarrollos biotecnológicos, como la resistencia a Lepidópteros (clave en el norte del país), la tolerancia a un herbicida hormonal para aumentar las herramientas de control de malezas resistentes, o la tolerancia a factores abióticos adversos como sequía y salinidad.
Es importante que se pueda sostener y profundizar el trabajo de mejoramiento en el cultivo de soja, ya que es el pilar de la producción nacional, y además porque los sistemas de producción evolucionan y permanentemente aparecen nuevos desafíos de gestión, como lo es la cuestión sanitaria, la aparición de nuevas plagas y nuevas malezas.
Manejo de Enfermedades de fin de ciclo
La respuesta a enfermedades en el cultivo de Soja es muy variable, dependiendo de la condición ambiental para el desarrollo de las mismas, la susceptibilidad de las variedades y la presencia de inóculo. El manejo de esta variable requiere de conocimiento de la biología de los diferentes patógenos como así también de la fisiología del cultivo, del funcionamiento de los diferentes principios activos disponibles para el control y de las condiciones ambientales que median su interrelación.
En ensayos conducidos por Okandu a lo largo de 6 campañas (2014/15 a 2019/20) se observó una respuesta promedio de 15 kg/ha, lo cual es prácticamente una nula respuesta en promedio (Figura 2).
Sin embargo, al analizar todas las respuestas como casos individuales, es interesante observar que si bien la respuesta media es de 47 kg/ha, el 58% de los casos tuvo respuesta positiva en promedio de +229 kg/ha con respuestas máximas del orden de 600 kg/ha, mientras que el 42% de los casos arrojó resultados negativos con una respuesta promedio de -206 kg/ha (Figura 3). Esto indica la importancia de distinguir correctamente aquellas situaciones de mayor probabilidad de respuesta, y actuar oportunamente.
Nutrición
La nutrición y fertilización balanceada es una de la consideradas Buenas Prácticas Agrícolas; siendo la fertilización con al menos con fósforo, nitrógeno y azufre la que muestra respuestas positivas en la mayoría de las situaciones productivas para cultivos extensivos en la región pampeana. Generalmente, la fertilización se piensa en términos de rotación; aunque se sabe que hay cultivos que responden positivamente al agregado de determinados nutrientes, tal como es el caso de trigo y maíz con nitrógeno.
En el caso particular de la soja, sucede que al tener un umbral de respuesta bajo al agregado de fósforo es difícil obtener respuestas significativas en rendimientos al fertilizarla.
Sumado a ello, su nutrición nitrogenada depende en buena proporción a la fijación biológica vía la nodulación simbiótica; de allí que no se la fertilice con nitrógeno. En el caso del azufre, si bien hay ambientes de mayor probabilidad de respuesta, no siempre se traduce en rendimiento su fertilización con este nutriente. En OKANDU, hemos evaluado por 6 campañas diferentes estrategias de fertilización en soja de primera, desde un testigo sin fertilizar, hasta tratamientos con altos aportes de P, S y Zn (Figura 4).
Tal como sucede a menudo en muchos campos productivos, no hay una respuesta positiva en rendimiento al analizar la fertilización con P+S en soja en el promedio de campañas analizadas en los ensayos de Okandu. Sin embargo, existe una campaña y campo en particular que mostró respuestas importantes. Justamente, la clave está en detectar esos ambientes en donde sí tenemos respuesta para acompañarlos con fertilizaciones acordes.
Si en estos ensayos solo se toman los años y ambientes en los que hubo respuesta, se observa un incremento de rendimiento promedio de 670 kg/ha a la aplicación de P+S, que pone en evidencia la severa deficiencia a estos nutrientes en la región (Figura 5).
En campos asesorados se han detectado ambientes con respuesta, diseñando en consecuencia estrategias de aporte de P y S en soja de primera (Foto 3). Así en la campaña 19/20 en esos ambientes las sojas de primera (ya sea con antecesor maíz o cultivo de servicio invernal) se fertilizaron con P + S, mostrando en los 5 campos analizados un promedio de respuesta superior a los 500 kg/ha.
En Okandú también contamos con experiencias de nutrición del cultivo de soja con el agregado de otros nutrientes como Zn. En la campaña 2012/13 se realizaron una serie de ensayos evaluando aplicaciones de PS y PS + Zn. La respuesta observada al agregado de Zn en ambientes de alto rendimiento (6.5 – 7 ton/ha) fue de 328 kg/ha (Figura 6). Esto muestra la importancia de nutrir al cultivo en forma balanceada como estrategia para alcanzar elevadas producciones.
Por último, es importante destacar que la fertilización deber ser considerada en el conjunto de la rotación apuntando a reponer los nutrientes que se extraen con las cosechas; de manera de no llegar a situaciones donde hasta la soja (cultivo de bajos niveles críticos de nutrientes en el suelo) logra diferencias de rendimiento por su aporte puntual. Cuando estas situaciones se detecten, la ventaja de fertilizar el cultivo se hace más que evidente.
Consideraciones finales
Por lo expuesto, es claro que en el cultivo de soja resulta más difícil y complejo detectar diferencias significativas en rendimiento por manejos tecnológicos diferentes, comparados con maíz. Sin embargo, en los ensayos de tecnologías en soja de OKANDU vemos que si comparamos el tratamiento de menor rendimiento con el aquél que lo maximizó, aparecen diferencias en promedio de 948 kg/ha, equivalente al 23% de brecha de rinde. Es decir, que todos los años ponemos en juego ese diferencial de rendimiento a la hora de tomar decisiones de manejo; aunque no siempre tenemos claro de antemano el impacto real de aplicar una u otra decisión. (Figura 7).
El cultivo de soja debe avanzar y profundizar la senda del incremento de rindes, y simultáneamente la adaptación a diferentes condiciones ambientales, pudiendo sostener un piso de rinde que permita la captura de renta por producción en las diferentes situaciones que se dan en el territorio argentino.
Será importante que la industria de semillas encuentre las condiciones para desarrollarse y brindar soluciones acordes a cada problemática.
Asimismo, también será importante acompañar este proceso con el desarrollo de nuevas soluciones tecnológicas que permitan competir de manera más eficiente con el complejo de malezas. Las respuestas no deben ser solamente químicas. Por el contrario, es necesario repensar el modelo de producción y apuntar a un manejo integrado de malezas.
Los equipos de siembra, pulverización y cosecha también tienen grandes desafíos de seguir adaptándose a la constante evolución de las tecnologías de información que cada vez más acompañan los diferentes procesos de producción.
Por último, es importante destacar la labor de los profesionales e investigadores de todo orden que intervienen en el proceso, los cuales enfrentan el permanente desafío de generar nuevo conocimiento e información para manejar sistemas más complejos en un ambiente de permanente innovación. En este camino estamos embarcados quienes hacemos OKANDU.