Escenario desafiante – Por: Dr. R. Gabriel Delgado

Es frecuente escuchar en los medios la importancia y trascendencia que la producción de alimentos tendrá en el futuro cercano. Las proyecciones de todas las instituciones y organismos multilaterales indican un número cercano a los 9000 millones de habitantes para el 2050. Esto trae aparejado un conjunto de discusiones acerca de la necesidad de aumentar […]
mayo 30, 2018

Es frecuente escuchar en los medios la importancia y trascendencia que la producción de alimentos tendrá en el futuro cercano. Las proyecciones de todas las instituciones y organismos multilaterales indican un número cercano a los 9000 millones de habitantes para el 2050.

Esto trae aparejado un conjunto de discusiones acerca de la necesidad de aumentar la tasa de crecimiento de producción y productividad de alimentos con el fin de acompañar este proceso de incremento poblacional- cuestión que en el siglo XIX vigorizó Malthus con sus plétoras.

La proyección de la población mundial, el rol de los biocombustibles, la revolución de los biomateriales, la irrupción de la farmacéutica, la nutraceútica y la química verde son algunos de los factores que hoy en día interactúan ante este escenario que resulta, cuanto menos, desafiante.

Argentina ha decidido desde hace décadas llevar adelante un camino dominado por la idea de producir cantidades a bajo costo. Las negociaciones internacionales, la política sanitaria, la política tecnológica, los códigos regulatorios, etc., han tenido un sesgo en ese sentido. Esta estrategia exitosa en varias cadenas nos ha posicionado como un jugador relevante en la producción de alimentos global y en la agenda de lucha contra el hambre. La idea de “agregado de valor en origen” y “supermercado del mundo” son como evoluciones de aquel modelo. Otras opiniones, en cambio, no están completamente alineadas a esas premisas y sostienen la idea de una Argentina “almacén” o “boutique” de alimentos, siguiendo las tendencias de consumo en los principales países de ingresos medios.

Producir más bien cantidades

Si China tendrá para 2050 una cantidad de 800 millones de personas en clase media, la estrategia ya no debería enfocarse en los mercados de commodities de baja calidad o con destino a piensos. Hoy Argentina cuenta con un enorme consenso sectorial que continúa con esta idea de producir más bien cantidades,  por lo que el abordaje de este artículo seguirá esa línea.

Las pautas de consumo cambiantes, los desarrollos tecnológicos nuevos, las oportunidades de mercado que abren el miedo a los transgénicos y los productos fitosanitarios, las políticas de salud, los ingresos medios de los países, las visiones políticas contrapuestas y tantos otros elementos están cambiando radicalmente el andamiaje sobre el cual la industria mundial de alimentos se ha venido desarrollando. La robótica, la agricultura celular, la edición génica, los biomas, los mapeos genéticos, la inteligencia artificial, el nuevo rol de los animales en las sociedades, las políticas de salud, son solo algunos de estos elementos que cambiaran fuertemente la producción mundial de alimentos. Y, por supuesto, generará profundos cambios en la estructura productiva de la Argentina.

Ahora bien, existe una serie de enunciados en el mainstream imperante en la opinión sectorial y periodística en torno a la cuestión del futuro de la producción mundial de alimentos. Con el objetivo de sentar una respetuosa discusión y desafiar algunas ideas instaladas, a continuación, señalaremos aquellas en donde buena parte de la opinión pública se anima a opinar y sentar posición.

¿Son estas afirmaciones realmente consistentes?

  1. Argentina tiene un futuro próspero por la demanda de alimentos y la rigidez de la oferta de tierra. En consecuencia, enfrentamos un futuro de altos precios de los commodities por futura escasez y, por lo tanto, de prosperidad para nuestro país.

Esta es quizás una de las frases más escuchadas en casi la totalidad de los encuentros relacionados con el sector de los alimentos y el futuro del país.  No solamente se incorporan cantidades de información para darle cuerpo a esta hipótesis, sino que hay además cierta militancia y ansias de que esto realmente sea así- al punto de que a menudo toda la dureza de la información pierde importancia relativa-. Si bien existen elementos objetivos para suponer esto (China, India, entre otros), esta perspectiva tiene también otros correlatos.

En primer lugar, el cambio tecnológico ocurrido en estos últimos años de altos precios de los commodities ha sido relevante. Un ejemplo de estos avances es la irrupción de otras maneras de producción de proteínas sin tierra que están asomando y que podrían tirar por tierra esta eventual futura escasez. Sin embargo, lo más relevante de todo es que si efectivamente se cumple esta hipótesis, el hecho de que el mundo conviva con altos precios de commodities implica que conviva a su vez con niveles decrecientes de acceso a alimentos -un camino que en términos de convivencia global resulta cuanto menos dificultoso.

Los cambios en las pautas de consumo, mercados amenazados y formas disruptivas de producción completan este cuadro.

  1. El país tiene enormes oportunidades para producir alimentos en vista al incremento de la población hacia el 2050

Esta idea es una afirmación muy parecida a la anterior, pero con una visión optimista y además puramente de demanda y que no tiene en cuenta ninguna cuestión asociada al cambio técnico y desplazamientos –o no- de la oferta y que, en términos de teoría del juego, supone que el resto de los países no cuenta con su propia estrategia.

El sector agrícola argentino enfrenta en el mediano plazo algunas cuestiones conflictivas: problemas ambientales internos, opiniones políticas relativas al dinamismo del sector agropecuario pampeano controversiales, negociaciones internacionales en materia de comercio complejas, cuestiones internas y externas relacionadas a los derechos de propiedad, problemas de poder de mercado en casi la totalidad de las cadenas agroalimentarias y un dispar desarrollo relativo de las mismas, y problemas de acción colectiva. Este conjunto genera una agenda magra en términos estratégicos de gran parte de los actores que integran el complejo agroindustrial (en comparación a Brasil, Australia, Canadá). En este sentido, es difícil pensar que solo con la enorme capacidad de innovación e inversión del sector (en especial el productivo primario pampeano, un trío de cadenas de economías regionales y algunas nuevas pequeñas empresas de tecnología relacionadas a la bio-economía) se pueda lograr esta predicción.

  1. La producción de biocombustibles y biomateriales colaborarán con esa escasez, mejorando aún más los precios de nuestros productos.

Los dos temas involucrados en este caso son tan diferentes, que es necesario darles tratamiento por separado.

En primer lugar, los biocombustibles -de primera generación-, si bien representan una parte importante del comercio, lo cierto es que para gran parte del mundo ya han dejado de ser considerados como energías limpias en comparación a otras como la eólica y la solar. Sin embargo, en el futuro mediano la industria de los biocombustibles colaboraría con la disminución de la escasez de alimentos por los serios riesgos de ser sustituida por las otras que están ahora captando las inversiones para investigar y mejorar su performance. Lo que sucede con el petróleo, es un ejemplo de esta posible transformación: especialistas indican que éste dejará de ser utilizado antes de que se acabe.

Los biomateriales, en cambio, más allá de ser algo extremadamente incipiente, prometen otro tipo de escenario más consistente de cara al futuro, al igual que la química verde, la farmacéutica y la nutraceútica. No obstante ello, las cuestiones de precios relativos, las externalidades, las negociaciones internacionales, la capacidad de innovación, la discusión de los derechos de propiedad relacionadas a la ciencia de la vida y las oportunidades comerciales, entre otros factores, determinarán de manera creciente que nuestro país pueda aprovechar acabadamente estas oportunidades.

  1. Argentina produce alimentos para 400 millones de personas y puede duplicar su producción fácilmente.

Esta afirmación es una construcción matemática que suena muy bien pero tiene algunas consideraciones que pueden resultar peligrosas para tomarla como base de otras conclusiones.

En primer lugar, eso es real en términos de cantidad de calorías, pero lo cierto es que con ese tipo de plato de comida, más de ¾ de la dieta de cada uno de los 400 millones de personas sería de soja. Soja que además, en el caso de Argentina, tiene un destino internacional muy relacionado a alimentar animales más que seres humanos, y eso implica un número muy inferior a los 400 millones de personas.

Cierto es que, cuando uno lo mide en cantidad de ha productivas por habitante, Argentina tiene la cantidad de producción de alimentos más importante a nivel global. Pero no es menos cierto que también lo fue en trigo a comienzos del siglo XX, lo fue en lino promediando los 50 y ahora le tocó el turno a la soja. A diferencia de Argentina, en aquellos países donde la escasez de alimentos o de energía sí es un problema nacional, la decisión de destino de la producción tiene que ver más con cuestiones políticas estratégicas, como por ejemplo China y Estados Unidos.

Es insoslayable la importancia que tiene para la economía mundial y local el complejo sojero, pero para las cuestiones de poder geopolítico no se cuenta con una matriz de alimentos diversificada, con trabajo agregado, a precios que internacionalmente compitan con holgadez. Esto nos pone en una situación de endeblez y fragilidad enorme frente a cambios bruscos en los mercados internacionales, a pesar de que la soja todavía continúa con una importancia geopolítica relevante.

  1. Los problemas de salud vinculados a la alimentación dependen de cada individuo.

Los países con Estados más dinámicos están viendo que la política de alimentos termina siendo en gran medida una política de salud. El etiquetado de calorías, riesgo cardíaco, o de numerosas dolencias es cada vez más frecuente, con consumidores que en la mayoría de los estratos sociales se están volviendo más complejos (esto sin considerar el futuro a 10 años vista).

El descubrimiento del genoma humano, la caída del precio de los análisis genéticos y el desarrollo de la medicina predictiva en reemplazo de la preventiva, combinado con el avance del estudio de la función de los biomas en el cuerpo, promete una revolución inédita en el campo de la salud que generará modificaciones estructurantes para pensar la producción de alimentos global.

El análisis de los biomas promete poner en jaque a la industria química en general. China, por caso, ya ha hecho obligatorio el análisis genético para todos los habitantes que tramiten el pasaporte. Ya son 40 millones los chinos mapeados. De esta manera se genera información para evaluar el riesgo genético de determinadas enfermedades, el cual podría administrarse con los alimentos que se ingieren. Bill Gates, por su parte, invirtió en una empresa de inodoros en Silicon Valley que tiene la particularidad de analizar diariamente la composición bacteriana de las heces, a partir de lo cual recomendarían a cada persona qué alimentos diarios debería consumir en pos de minimizar el consumo de productos de la síntesis química, teniendo en cuenta además su genoma.

  1. Los agroquímicos no son dañinos para la salud, el sector ambientalista está equivocado.

Como una de las características salientes de la ciencia hoy día es la convergencia de la mayoría de las disciplinas, este punto está íntimamente relacionado con el anterior. Los productos de síntesis química utilizados en el sector agropecuario son sometidos a rigurosos análisis de inocuidad para luego poder ser comercializados en los diferentes países. Existen numerosos estudios para determinar su toxicidad, su peligrosidad, las dosis adecuadas y las consecuencias para la salud humana. Hasta la fecha, todos aquellos que generan dudas y contradicciones han sido prohibidos.

Además, existe una escala de acuerdo a la peligrosidad que acarrean estos productos. Todos estos estudios han determinado que, a partir de las pruebas realizadas, no se han encontrado evidencias que generen problemas en la salud, aunque de ninguna manera afirman que “estos productos no la afectan”. En el mundo existe una mayor esperanza de vida, dato insoslayable. Parece que la post-verdad no funciona solo en las campañas políticas.

Con respecto al tema de los biomas, los estudios también alcanzan a los animales, a los biomas del suelo, etc. y se espera nuevamente una enorme revolución en este campo. Puede quizás ser un probiótico de suelo el que reemplace en el futuro un determinado herbicida o fertilizante de manera tal de sustituir los productos de síntesis química utilizados en la producción agropecuaria tradicional.

Un campo que está en estudio y resulta novedoso es analizar cómo los productos de síntesis química afectan los biomas. En este sentido, las conclusiones pueden incluso ser convergentes. Puede que, por ejemplo, muchos productos de síntesis química no generen daños de corto plazo en la salud y que el manejo de los biomas los sustituya. Estas investigaciones comienzan a afirmar que buena parte de estos productos químicos (fitosanitarios, medicamentos, productos químicos utilizados en la industria de los alimentos y bebidas, entre otros) generan modificaciones en los biomas, las cuales requieren, a su vez, nuevas correcciones con otro tipo de productos químicos, generándose así un círculo vicioso: la utilización de productos químicos aumenta su tamaño a medida que crece su utilización.

Esta nueva tecnología podría colaborar y mucho, por ejemplo, con la producción orgánica. La mayor empresa de comercio mundial, Amazon compró Whole Food. El gigante va a comenzar a jugar en el negocio de los alimentos y decidió adquirir el supermercado con más sucursales de Estados Unidos entre otros elementos porque un 40% de sus góndolas son productos orgánicos, un mercado que no para de crecer a tasas exorbitantes en este país del norte.

  1. El miedo por los transgénicos y “agrotóxicos” no tiene ninguna justificación y no tendrá efectos en el desarrollo futuro de la agricultura mundial.

Si bien los “agrotóxicos” (fitosanitarios) y los transgénicos fueron utilizados en algunos casos como banderas políticas para atacar el desarrollo del capitalismo en el sector agrícola en diferentes partes del mundo, una buena parte de la población mundial tomó nota y solo su nombre genera pánico en consumidores con nula intención política.

Lo cierto es que la ciencia ha capturado este cambio en los parámetros de consumo y detectado oportunidades. Los temas se tratan juntamente porque algunos paquetes tecnológicos actuales combinan el uso de glifosato con soja transgénica resistente a este herbicida, pero su tratamiento es muy diferente y requiere ser abordado por separado.

Siguiendo con el hilo de los biomas, si bien los fitosanitarios correctamente utilizados no parecen ser tóxicos (como una buena parte de los ambientalistas afirma), sí pueden ser un eslabón más para armar costosos planes de salud a nivel mundial que lo sufren los que menos tienen. Pero el enfoque de atacar a los fitosanitarios por ser tóxicos parece no tener mucho sustento técnico. Sí parece tener más sentido, en cambio, comenzar a analizar si efectivamente causan modificaciones en el bioma lo que, al requerir correcciones químicas sucesivas, genera costos gigantescos a las familias y a los países.

En cuanto a los transgénicos, la ciencia también los está desplazando. Las nuevas tecnologías de edición génica generan la posibilidad de tomar un determinado cromosoma, prender y apagar genes, o generar introgresión de genes en cromosomas de otras especies, o sintéticos, a costos muy reducidos y con impactos aún no dimensionados. La posibilidad de hacer un genoma de diseño ya es una técnica desarrollada y de muy bajo costo. Los transgénicos y sus costosos sistemas de desregulación mundial probablemente no tengan un futuro próspero. Si bien éstos son sometidos a rigurosos análisis desregulatorios (que generan enormes barreras de entrada a muchos jugadores), la gente tiene desconfianza de ellos. La edición génica promete generar impactos iguales o mayores, a bajo costo y sin gravosos sistemas desregulatorios; otro elemento que ataca ese futuro de escasez de alimentos a alto costo. En este sentido, será más difícil la regulación y la exclusión de su utilización.

  1. El futuro de la Argentina está en la ganadería.

La ciencia ha avanzado mucho en pensar cómo se pueden producir proteínas sin tierra pero, además, cómo poder producir carne sin matar animales. Pero no por una cuestión de eficiencia o costos de producción únicamente, que es la visión de una buena parte del sector científico y productivo. Hay pautas de consumo (gustos y preferencias sobre todo de occidente) claves que traen incorporadas los jóvenes de familias con ingresos medianos y altos que generan valoraciones morales por el hecho de consumir carne. Estos sectores son en buena medida el destino de nuestros bifes desde hace décadas.

Ahora bien, existen además otras cuestiones limitantes un tanto contradictorias en nuestro país respecto del negocio de la ganadería: consumimos un tipo de animal pequeño que no es el que se exporta (330 kg vs 500), de lo que se exporta solo se exporta la mitad trasera del animal -a grandes rasgos-, y el precio ponderado que genera esa exportación no es tan importante como para compensar los costos de transacción que genera exportar, cuando en el mercado interno se puede operar con menos complejidades.

En este contexto toma fuerza la (mal) llamada carne artificial, que consiste en tejido de origen de cualquier animal que se reproduce artificialmente (en el sentido de que es fuera de un cuerpo) en un laboratorio, sin necesidad de un ser vivo que vaya alimentando ese proceso de reproducción celular. Todavía existen problemas tecnológicos -como el uso de antibióticos o el suero que se requiere para la producción animal, por ejemplo- pero lo cierto es que especialistas dicen que está todo en vías de solución. Prometen, además, debido a la enorme escala de producción a la cual se puede llegar, lograr precios que estarán por debajo de la carne tradicional. Esta nueva área llamada agricultura celular puede generar carne de cualquier animal: pollo, pescado, cerdo, ovino, bobino, etc. y puede también generar tejidos de origen vegetal. Todo en enormes escalas industriales y sin tierra, o mejor dicho con menos tierra, porque para el suero que permite la reproducción celular y para el tejido original se requieren de animales vivos.

Un hecho interesante: entre los inversores salientes en la empresa más importante de carne artificial del mundo está Bill Gates y ¿quién es el jugador más importante del comercio global de productos alimenticios? Nada más y nada menos que Cargill. Adicionalmente, el contrato más importante que tienen suscrito es con China.

  1. La pampa argentina tiene todos los climas y esa es su ventaja comparativa.

El cambio climático es otro factor que aumentará la incertidumbre en el futuro mediato y que, en términos generales, promete cambiar la geografía -en un sentido amplio- de nuestro país, incluida la pampa, relativizando esta ventaja comparativa.

Las proyecciones del IPCC para la Argentina respecto del Cambio Climático al 2100, muestran en general un corrimiento al sur de las isotermas – más calor donde antes hacía más frio-, y las isotermas se correrían hacia el este -cuanto más continental el espacio geográfico, habrá menos lluvias- . Este desplazamiento generaría probablemente mayores oportunidades productivas tradicionales para la región sur del país y menos alternativas para la región norte más continental.

Además, estos cambios implicarían una disminución de las precipitaciones -en forma de nieve- de una buena parte de la cordillera. Las actividades llevadas adelante en toda la región andina con agua de deshielo, por lo tanto, se verían afectadas.

Estos cambios representan enormes desafíos y oportunidades para las diferentes áreas de nuestro país. Nuevas regiones contarán con novedosas posibilidades productivas, turísticas, científicas, entre otras, mientras que otras deberán generar innovaciones consistentes con los procesos de desarrollo humano del siglo XXI. Muchas de las tecnologías descritas – y otras no descritas – en el presente, podrían convertirse en vitales para lograr estos objetivos.

 Finalizando

Las visiones expuestas anteriormente son solo algunas de las tantas que circulan en torno al futuro de los alimentos en el mundo. De acuerdo con mi perspectiva, este futuro tiene tres caminos muy bien marcados. En primer lugar, continuará existiendo la agricultura donde el país es competitivo y estamos muy bien posicionados con la tecnología, la robótica, la electrónica, edición génica, suelos, entre otros. Pero también existirán dos caminos de gran importancia: la agricultura orgánica (biomas, etc.) y la agricultura celular -con la variante de agricultura industrial en edificios que parecen quirófanos-.

Estas alternativas van a convivir durante muchos años. Pero de algo estoy seguro: el aumento de la oferta de alimentos en el futuro mediato será brutal y es erróneo pensar, entonces, que la prosperidad de la agricultura argentina se asiente en la escasez de alimentos. No debemos ni podemos basar el futuro de la Argentina en el mezquino pensamiento de que gracias a la escasez de alimentos contaremos con la prosperidad asegurada.

No pretende ser este artículo pesimista de cara al futuro, sino generar discusión. Argentina tiene capacidades humanas individuales para adaptarse y enfrentar los nuevos desafíos, y lo que parece ser una enorme amenaza para nuestro país puede ser convertido en una oportunidad. 

Este nuevo escenario de los alimentos en el mundo requiere discutir cuáles bienes públicos son los que el Estado debe proveer en este disruptivo contexto. Es necesario revisar nuestros propios paradigmas mentales continuamente, para evolucionar intelectualmente y aportar las mejores ideas y soluciones posibles para este futuro no tan lejano.

No podemos ni debemos ser importadores netos de políticas tecnológicas y alimentarias que nos hagan perder el centenario liderazgo que tuvimos y que en algunos casos todavía conservamos. Tenemos que transformarnos en exportadores de lo nuevo, así como supimos serlo de lo que hoy está aparentemente amainado.

Lo importante ante estas circunstancias es no llegar a tener una pared a muy corta distancia y no lograr verla por ese eterno problema nacional que es el sonambulismo, la décima idea que nos propongo desafiar.

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