“El cambio del NO Cambio”, por Pablo Adreani

Proyectando el 2018 Nuevas metas del Banco Central: “El cambio del NO Cambio” Menos divisas liquidadas en el 2017 Las nuevas metas inflacionarias proyectadas por el Banco Central y su política de tasas de interés por arriba de la misma, no han cambiado sustancialmente la relación microeconómica. En la primera semana de enero, la licitación […]
enero 24, 2018

Proyectando el 2018

Nuevas metas del Banco Central: “El cambio del NO Cambio”

Menos divisas liquidadas en el 2017

Las nuevas metas inflacionarias proyectadas por el Banco Central y su política de tasas de interés por arriba de la misma, no han cambiado sustancialmente la relación microeconómica. En la primera semana de enero, la licitación del Banco Central colocó la tasa de interés de las LEBAC en el 28%, una baja de apenas 75 puntos básicos cuando el mercado esperaba 225 puntos de ajuste como mínimo. La consecuencia: el dólar que venía subiendo previo al día de la licitación, arañando los 19,75 $/u$s y en busca de los 20 $/u$s, corrige en los 19 $/u$s y analistas ya prevén que podrá bajar incluso por debajo de ese nivel.

El primer análisis es contundente, durante el 2018 continuará el dólar atrasado y la inflación seguirá en aumento, sustentada en el aumento de los combustibles y tarifas. El éxito del modelo, si se lo puede llamar éxito, es ver si los precios ajustan por inflación y se trasladan a los bienes y servicios que cotizan en pesos, es decir cautivos del mercado interno. Son bienes y servicios imposibles de reemplazar por importados, y por este motivo el productor se encuentra en un escenario que ya conoce. Aumento de los costos de producción en dólares, aumento en los rindes de indiferencia y caída en la rentabilidad. Esta situación puede ser revertida por dos caminos, aumento de la productividad o aumento en el precio de los commodities. El productor no maneja los precios internacionales, pero sí puede tener cierta incidencia en el aumento de la productividad.

El tema central, y que debe ser el centro del debate, es si el aumento de la productividad es suficiente para compensar el aumento de los costos internos. Todo indica que hasta el momento esto solo es posible en modelos de alta tecnología y productividad.

La política de dólar atrasado y altas tasas, durante todo el 2017, tuvo sus consecuencias y una de ellas ha sido la caída en el ingreso de divisas. El menor ingreso de divisas de la década registrado durante el 2017 coincide con un periodo en el cual los productores retuvieron el mayor volumen de soja de la década, a la espera de dos hechos que finalmente se produjeron, ajuste en el tipo de cambio y la reducción del 0,5% mensual de las retenciones a al exportación a partir del 01 de Enero del nuevo año fiscal. Si bien el tipo de cambio se ajustó hacia arriba a partir del conocimiento de las nuevas metas de inflación y tasas del Banco Central, la realidad nos muestra que en la primera semana de enero la licitación de  tasas de LEBAC apenas bajaron al 28%, retroalimentando una nueva baja del dólar. Los productores no deben esperar sustanciales cambios en sus márgenes bruto, a menos que el precio de los commodities aumenten durante el 2018 en un nivel suficiente para compensar la pérdida constante de competitividad  del sistema productivo y exportador de la Argentina.

De acuerdo a datos de CIARA-CEC se liquidaron un total de divisas por u$s 21,399 millones durante el 2017, una reducción de u$s 2,600 millones con respecto a la campaña anterior 2016, una caída del 10%. En cambio a fines del 2017 los productores de soja retenían el mayor volumen de la década ante la perspectiva de mejores precios y una mejora en el valor del dólar. El cambio sustancial se produjo a partir del anuncio del gobierno de cambiar las metas de inflación y la política de tasas del Banco Central. Este cambio de rumbo económico del gobierno no ha hecho más que blanquear una situación que resultaba insostenible, dólar atrasado, inflación en pesos y aumento constante de los costos  de producción en dólares de los productores.

La política de altas tasas de interés para tratar de evitar que aumente la inflación, tenía como efecto colateral directo aumentar el costo del financiamiento de todo el sistema comercial y productivo.

Fue el propio presidente Macri quien decidió terminar con la política de dólar atrasado y elevadas tasas de interés que impedían motorizar la economía del consumo y la producción. De haber continuado con esa política los productores debían enfrentar un aumento de sus costos de producción y un aumento en los rindes de indiferencia, rendimiento mínimo necesario para poder pagar los costos de producción comercialización y cosecha. Sucede que el aumento de la productividad no se produce una tasa que pueda al menos compensar las tasas de aumento de los costos de producción y aumento de los rindes de indiferencia. En otras palabras, no hay aumento de rindes o reducción de costos de producción que alcancen para compensar la caída en la competitividad argentina, salvo en el caso de modelos de alta tecnología.  

La realidad nos muestra que a partir del momento del cambio en el modelo económico dólar versus tasa, el valor del dólar aumentó muy fuerte, pero ajustando a la baja a partir de segunda semana de enero cuando el Banco Central realizó un cosmético ajuste en el nivel de las tasas de las LEBAC’s

El productor vendió menos soja a la espera de una mejora en el tipo de cambio y de la reducción del 0,5% mensual en las retenciones, a partir de enero.

De acuerdo a datos de las compras de la exportación y la industria aceitera publicados por el Ministerio de Agroindustria, entre las compras a precio y las fijaciones de los contratos a fijar, los productores vendieron hasta fin de diciembre del 2017 un total de 39,18 millones de toneladas de soja. Si consideramos que la cosecha total fue de 56 millones de toneladas, el saldo sin vender en manos de productores o sin fijar, llega a un total de 16 millones de toneladas. Descontados 3 millones de toneladas entre uso de semilla “propia” y un nivel de existencias finales razonables, el saldo neto sin vender seria de 13 millones de toneladas.

Este es el volumen que los exportadores y aceiteras tienen pensado comprar en los próximos tres meses, hasta que ingrese el volumen de producción de la nueva campaña 2018. Por este motivo el mercado de la soja disponible en las dos primeras semanas de enero se mantuvo muy firme, ante la incertidumbre que genera la falta de lluvias y su impacto en el volumen final de la nueva cosecha.

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