Fundación del Instituto Vavílov de Industria Vegetal en el marco de la revolución bolchevique

Una historia de héroes y villanos y genes perdidos y encontrados en el marco de la revolución bolchevique Por: Carlos Becco La historia se ocupa de recordar de una manera casi ecuánime tanto a héroes como a villanos, y, me animaría a agregar, cuanto mayor es la figura del villano, más se agiganta la del […]
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marzo 6, 2025

Una historia de héroes y villanos y genes perdidos y encontrados en el marco de la revolución bolchevique

Por: Carlos Becco

La historia se ocupa de recordar de una manera casi ecuánime tanto a héroes como a villanos, y, me animaría a agregar, cuanto mayor es la figura del villano, más se agiganta la del héroe. ¿Acaso, la importancia histórica de Escipión El Africano hubiera sido la misma sin Aníbal como contraparte?  No obstante, el rol de héroes o villanos no está asociado al triunfo de la verdad, necesariamente. Si Aníbal hubiera sido el triunfador, otro hubiera sido el villano, y nuestra civilización hubiera sido completamente diferente.   

Sin embargo, en el mundo de la ciencia, la figura del héroe está típicamente vinculada con aquellos que nos han acercado a la verdad. El propósito de esta nota es compartir una historia de héroes y villanos que sentó las bases de la ciencia agrícola moderna y una reflexión sobre el impacto tremendamente negativo que pueden tener las ideologías, supuestamente progresistas, cuando no están sustentadas en sólida evidencia científica.

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Nikolái Vavílov, nació en 1887 en Moscú.

Genes perdidos

A partir de la revolución neolítica los Homo sapiens hemos seleccionado nuestros cultivos basados en su rendimiento y su calidad, pero, en este largo proceso selectivo, hemos perdido genes que conferían características como resistencia a las enfermedades y a los cambios bruscos de clima. Gracias a ello logramos cultivos más rendidores y de mejor calidad, pero también menos rústicos y resistentes, una riesgosa decisión que significó la perdida de millones de vidas a lo largo de la historia, nada menos.

Nuestro héroe, Nikolái Vavílov, nació en 1887 en Moscú. En la Rusia Imperial de su juventud, bajo el autocrático régimen de los zares, las pérdidas de cosecha eran frecuentes. Ver el sufrimiento que ello provocaba lo convenció de que era imperativo hacer algo para que ello dejara de ocurrir. Fue por ello que decidió dedicarse a la botánica y la genética, en aquel momento, disciplinas científicas emergentes.

“Vavílov fue uno de los primeros científicos en reconocer la importancia de la diversidad genética”

En una época en la que las palabras “genes” y “genética” hacían su debut, Vavílov, construyó su visión basándose en las leyes de Mendel. Su idea era cultivar plantas que pudieran soportar condiciones adversas, pero para lograrlo debía recuperar los genes perdidos. Era necesario retornar a los lugares donde la humanidad había iniciado el largo proceso de domesticación. Con ese propósito, planificó expediciones científicas para recolectar semillas de los ancestros silvestres de los cultivos.

Vavílov fue uno de los primeros científicos en reconocer la importancia de la diversidad genética. Vladimir Lenin, el líder de los primeros años de la Revolución bolchevique, comprendió el potencial económico del sueño de Vavílov y apoyó sus expediciones, convencido que ello podría convertir a la Unión Soviética en el líder de la producción mundial de alimentos.

El científico lanzó un programa de exploración de plantas en todos los continentes. Organizó (y con frecuencia encabezó) 115 expediciones a 64 países, entre ellos Afganistán, Irán, Taiwán, Corea, España, Argentina, Bolivia, Perú, Brasil, México y EE.UU. Llegó a ser director de la Oficina de Botánica Aplicada y presidente de la Academia Lenin de Ciencias Agrícolas, lo que puso a su disposición una gran cantidad de estaciones de experimentación. En un antiguo palacio zarista en Leningrado (hoy San Petersburgo) estableció uno de los primeros bancos de semillas del mundo y el más extenso de su época.

Vavílov venía de una familia de comerciantes, hablaba 15 idiomas y era inmensamente popular y exitoso. Tenía una confianza suprema en sus conocimientos y era un defensor obstinado y talentoso de sus principios. Además, valoraba la integración de ideas científicas de todo el mundo, mantenía contacto con homólogos de muchos lugares e incorporó la obra de científicos no rusos a su trabajo, incluidas las del austríaco Gregor Mendel y el británico Charles Darwin.

Pero, tras la muerte de Lenin en 1924, el sueño de Vavílov comenzó a transformarse en pesadilla.

El sucesor de Lenin, Iósif Stalin, no tenía paciencia para estrategias a largo plazo como el plan de seguridad alimentaria global que Vavílov tenía en mente, además, en la Unión Soviética liderada por los estalinistas, los científicos vinculados a personas fuera del país eran vistos como posibles conspiradores contra el gobierno.

Sin embargo, desafiar a una celebridad como Vavilov no era tarea sencilla: este el momento de la aparición de nuestro villano. Su nombre era Trofim Lysenko, un joven campesino ucraniano que Vavílov había invitado a trabajar como su asistente de campo. Tan impresionado estaba Vavilov por su diligencia y entusiasmo que lo nominó a la Academia de Ciencias de Ucrania en 1934.

Lo que no sabía Vavílov era que Lysenko le tenía un profundo resentimiento y solo estaba esperando la oportunidad para perjudicarlo. La última hambruna de la que fue testigo Vavílov, se debió a la política de colectivización de granjas privadas de Stalin, que redujeron considerablemente los rendimientos. Era necesario un chivo expiatorio y Vavílov era el candidato ideal. Stalin le ordenó producir variedades resistentes en sólo 3 años, a pesar de que Vavílov sabía que -científicamente- ello no podía lograrse antes de los 10 o 12 años.

Paralelamente, Lysenko lanzó su ataque con el poderoso respaldo del cuerpo gobernante de la URSS. Estaba basada predominantemente en el rechazo a la genética mendeliana y todo lo que sustentaba la ciencia de Vavílov. Lysenko y sus colegas lamarckianos (seguidores del desmitificado biólogo Jean-Baptist Lamarck) eran conocidos como “biólogos progresistas” y sostenían que se podían cambiar las características heredadas solo alterando las condiciones externas en las que vivía una planta o animal. Aseguraban, por ejemplo, que el maíz crecería pronto en el helado extremo norte del país. Nada de ello era respaldado por evidencias científicas, por supuesto.

En pocos años, Vavílov (al que Lysenko calificó de “reaccionario, burgués, idealista y formalista”) fue aislado política y académicamente. Ya no se le permitió dirigir delegaciones soviéticas a foros internacionales, al tiempo que sus expediciones fueron reducidas considerablemente y restringidas a lugares en el “exterior cercano”, como Crimea y Ucrania. Su integridad profesional se vio afectada por una avalancha de ataques politizados y sus privilegios académicos fueron eliminados. Finalmente, un día de 1940, desapareció para siempre.  

Declive

Después de la victoria de la Unión Soviética, Lysenko logró que quienes se mostraban escépticos hacia su figura fueran censurados políticamente y condenados al ostracismo. Sus teorías seudocientíficas, alineadas con las políticas estalinistas, condujeron al declive de la investigación científica, al punto que para 1948 la Academia Lenin anunció que el lysenkoísmo debería enseñarse como la única teoría correcta y la investigación en genética fue virtualmente prohibida. Su negación de la genética mendeliana y su promoción de la herencia adquirida condujo a políticas agrícolas ineficientes y dañinas, que llevaron a crisis alimentarias, pérdidas de cosechas y hambrunas generalizadas. Así como a la frecuente desaparición de muchos genetistas.

La ascensión de Nikita Khrushchev en 1953 marcaría el inicio del declive de la influencia de Lysenko. Durante su mandato se toleraría la oposición a sus programas y este perdería el control titular de la Academia de Agricultura de Lenin. Finalmente, trans la caída de Khruschev en 1964, las doctrinas de Lysenko fueron definitivamente desacreditadas.

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Banco de semillas en San Petersburgo hoy se llama “Jardín Botánico e Instituto de Investigación Panruso N.I. Vavílov”

Legado

Por el contrario, el legado de Vavílov, está más vigente que nunca, aunque una gran parte de su trabajo se haya perdido. Su banco de semillas en San Petersburgo hoy se llama “Jardín Botánico e Instituto de Investigación Panruso N.I. Vavílov” y, 12 de las estaciones experimentales que él fundara siguen en funcionamiento en diferentes regiones climáticas de Rusia.

Su clasificación de los “centros de origen” (regiones donde se inició el proceso de domesticación de una especie y donde existen los parientes silvestres que originaron este cultivo) es considerada como una de las más completas y, con algunas modificaciones, sigue vigente.

Según el etnobiólogo estadounidense Gary Paul Nabhan, autor de “De dónde viene nuestra comida: tras las huellas de la misión de Nikolái Vavílov para acabar con el hambre”, “todas nuestras nociones sobre la diversidad biológica y la necesidad de diversidad de alimentos en nuestros platos para mantenernos sanos brotaron de su trabajo”.

Esta no es la única experiencia en la historia donde nos encontramos con ideologías, supuestamente progresistas, carentes de todo sustento científico. Claramente, a Stalin y sus camaradas, les resultaba demasiado burgués aquello de que las plantas pudieran heredar y transferir genes. Sirva este relato para recordarnos que, en un mundo donde la verdad es cada vez más desafiada por posturas ideológicas extremas, el único camino cierto es basarnos en sólida evidencia científica y en la autocorrección entre pares.  

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