El país llega a mitad de año en recesión y con un descenso marcado de la inflación de niveles insostenibles a niveles muy altos, similares a los del último año de la ruinosa gestión de Alberto Fernández.
Por ahora las tácticas para poner a raya las cuentas fiscales reciben un sin número de críticas, donde la más relevante pueden simplificarse: ¿cuán sostenibles son? ya que un porcentaje del ajuste está contenido en el combo: a) licuación de gastos de todo el presupuesto (donde el rubro más relevante es jubilaciones), b) postergación de pagos como el bono de deuda de las energéticas e c) impuestos distorsivos que deberían removerse como el PAIS ampliado a casi todas las transacciones con el exterior. La emergencia presupuestaria demandaba agilidad, la duda (que hasta el propio FMI pone por escrito) es qué sigue para mantener el superávit fiscal a la vez que se generan condiciones para el crecimiento económico.
En ese campo, los precios relativos de Argentina con el mundo están desalineados y la evidencia es clara: se derrumbó el turismo, no hay colas de uruguayos para comprar cosas en Argentina, sino de argentinos para comprar cosas en Chile. Por ahora la competitividad de la Pampa Húmeda continúa alta, aunque la ganadería empieza a encontrar límites; los agronegocios extra pampeanos ya están experimentando mermas de rentabilidad para poder competir globalmente. De manera simétrica, el salario en dólares promedio sigue siendo paupérrimo.
Como suele ser en Argentina, el planeta #Campo es determinante para la recuperación de la marcha de la economía, que esta vez es de orden climática: si bien la campaña no fue espectacular, comparada con la anterior en la que la sequía lo arrasó todo, ayuda en la tarea. En sus inicios, hace 6 meses que en Argentina suelen parecer años, la administración de Milei amagó con subir las retenciones y en algo que parecía insólito fueron todos los gobernadores, liderados por aquellos de provincias agropecuarias, los que abortaron la movida. Durante un mes fue el mundo del revés.
En este contexto el gobierno de Milei mantiene el esquema de subsidios a la industria ensambladora de Tierra del Fuego que en 3 décadas no pudo exportar un solo celular y en vez de mejorar las condiciones para la inversión de toda la economía, propone un Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI), cuyo principal leitmotiv es reducir la carga tributaria y otorgar previsibilidad sobre regulaciones para los proyectos que adhieran a la misma. Si bien es obvio que para grandes inversiones (proyectos que superen los 200 millones de dólares de inversión) el largo plazo es clave porque demoran en dar resultados, también es obvio que esos beneficios son deseables para cualquier inversión. También es claro que si en ciertos sectores para los que contamos con ventajas comparativas, como la minería o los hidrocarburos, el apetito inversor no alcanza para sobreponerse a las desventajas de invertir en Argentina, lo más razonables sería corregir las trabas que no funcionan para toda la economía, en vez de para unos pocos.
Los más de 40 mil productores agrícolas extensivos de todo el país, solo en capital de trabajo, 24.230 millones de dólares por año según un informe de la Subsecretaría de Agricultura de 2023; en esta cuenta no está la ganadería, la vitivinicultura, los frutales, la yerba mate, el tabaco, etc. Un promedio simple para los productores agrícolas nos dice que cada uno invierte 606 mil dólares y por lo tanto según el RIGI no califican para recibir sus beneficios.
Pasan los gobiernos y los agronegocios siempre la miran de costado, lo único que importa es si la campaña viene bien y si se le pueden ajustar las retenciones. Afortunadamente hoy sin kirchnerismo en el poder se retiró de la discusión la libertad de exportar, sin embargo, hace 22 años que las retenciones obturan cualquier discusión sobre cómo mejorar la competitividad y la calidad de vida del sector y mientras tanto a los productores agropecuarios se les va la vida: un ingeniero agrónomo que se recibió en 2002 vivió toda su vida profesional bajo este esquema y no pudo desarrollar su potencial.
Es importante ser taxativo: las retenciones descapitalizaron al sector reduciendo el crecimiento del área sembrada y la inversión por hectárea y por lo tanto redujeron su ingreso de manera significativa, a la vez que no le mejoraron la escuela de su ciudad, el agua que bebe, la velocidad de la internet que navega y las rutas que transita, y es por eso que hablar de otros temas relativos a los agronegocios en este contexto parece una quimera. ¿Este nuevo ciclo será distinto?