Esta es la historia de Alejandro “Alec” Deane, un hombre de sesenta y ocho años que está hace más de 40 años en el Chaco salteño trabajando con la comunidad wichí, este hijo de una irlandesa que se dedicaba a la jardinería y de un inglés que fue presidente del CREA de Carmen de Areco, se educó en el Colegio San Jorge y sintió que tenía un llamado, una necesidad de dar.
Por: Sebastián Nini
Dicen que la base de la fe cristiana tiene su núcleo en el capítulo 25 del evangelio de San Mateo, en estar para el otro, en la relación con el prójimo, en vestir al desnudo, visitar al enfermo, alimentar al hambriento, etc. En los actos de misericordia se le devuelve a Dios todo el amor que Dios nos da, se le devuelve en aquellos que necesitan de nosotros, en el más pequeño está Dios a la espera de nosotros. Y después de darle de comer al que tiene hambre, el acto de misericordia más hermoso es ayudarlo a no necesitar nunca más de la ayuda del otro para cubrir sus necesidades. Si ya se alimentó al hambriento es momento de enseñarle a que cultive su propio alimento.
La charla con Alec se abre cuando sale la fe. Cuando conversando sobre la comunicación y las dificultades para lograrlo con la gente en el Chaco salteño, aparece Cristo, pensándolo como el principal comunicador de la historia y cómo fue que Jesús a través de parábolas llegó a un pueblo sencillo para hacer entender sus ideas.
Alec vino a Buenos Aires buscando el apoyo para seguir trabajando en su gesta de llevar la agricultura de huertas familiares para la producción y el consumo a las familias wichís en el Chaco salteño, donde ya tiene más de 90 pozos de agua y trabaja los cultivos con riego por goteo.
Lleva orgulloso bajo el brazo un manual con dibujos y en ambas lenguas, español y wichí. Necesita seguir trabajando en la comunicación, en las relaciones sociales con la gente con la que trabaja. Es necesario desde hace mucho tiempo, porque lleva años trabajando con ellos y necesita que los que estamos en la ciudad podamos dimensionar cómo es este trabajo, la gente con la que trabaja, cómo es la sociedad para esa gente y cómo es su lugar y su cultura.
¿Como pasaste del ingeniero agrónomo que se educó en el St George´s College a vivir en Salta trabajando con los wichís?
Yo vengo de un mundo más urbano, pero tenía un llamado y hoy mirando para atrás, siento que seguí en ese momento el plan que el Señor tenía para mí.
Mi papá trabajaba el campo, en unos tambos en Chacabuco; y mi madre en el tema de jardinería era muy reconocida, fue de las primeras paisajistas. Yo me crié con belleza. Fui al colegio y tuve lo mejor de todo y volviendo al tema bíblico, me vienen a la cabeza la parábola de los Talentos. Yo siento que Dios me ha dado mucho y corresponde que los use. Cuando uno alcanza cierta edad, vuelven estas cosas y nos preguntamos qué hicimos con lo que tuvimos.

Sos parte de logros concretos a la hora de pensar en las obras que se llevaron a cabo.
Si, el otro punto que es interesante como mandato, es que debemos ser sal y luz, la sal de la tierra y la luz que no debe quedar bajo la mesa para que se vean las buenas obras. Nosotros hoy tenemos 95 pozos de agua hechos y donde hay agua hay alimentos. Es una cadena.
Es raro que habiendo estudiado ingeniero en producción agropecuaria y licenciado en zootecnia nunca pensé que me iba a ir al Chaco salteño a producir tomate. Algo totalmente ajeno para mí.
¿Cómo pasas de estudiar esto en la UCA al Chaco salteño codo a codo con los wichís?
Está atado al regreso a la fe porque en el colegio teníamos educación religiosa, pero no creíamos en nada. Sin embargo, de repente en la universidad un amigo que trabajaba en la iglesia San Andrés de Olivos y se dedicaba a la evangelización entre estudiantes me acercó nuevamente. Le costó bastante la verdad.
Resultó ser que uno de los integrantes de la iglesia anglicana que venía a los canales fueguinos a misionar siguiendo el legado de Alan Gardiner y que termina fundando Ushuaia, tuvo una hija que se casa con otro misionero que viaja al norte, y en uno de esos viajes conoces a los wichís en el Chaco salteño. Así se donan 500 hectáreas en misión chaqueña. Para el indígena la llegada de esa misión fue una total paz. Los wichís son anglicanos, tienen 2 obispos y más de cien iglesias de tobas y wichís.
“Los pozos son muy importantes, donde hay agua hay alimentos”
¿Cómo llegas vos ahí?
Se empezaba a ver que la topadora se llevaba el monte y la iglesia compró más de 5.000 hectáreas buscando mejorar tanto la logística como la organización y cercanía. Allí se hacían pimientos y tomates, con un riesgo enorme. Y a mí la iglesia anglicana que tiene su brazo social al que llama iniciativa cristiana, me manda a dirigir todo eso. Había un equipo importante con mucha gente de origen ingles que aprendían el wichí directamente.
¿Cómo funciona la Fundación Siwok?
Yo me dediqué treinta años al tema artesanal porque noté que la agricultura era de altísimo riesgo y se necesitaba muchísimo capital para llevarla adelante. A partir del 3 de abril del 82 se fueron todos los ingleses y yo me quedé solo, y ahí tuvimos 200 hectáreas de tomates, un gran proyecto, pero de altísimo riego. Por ese motivo cuando los nativos me trajeron unas tallas en madera que me parecieron muy lindas – tengo esto desde mi infancia del amor por las cosas estéticas – me puse a trabajar con esto y a hacer artesanías que mandábamos a Buenos Aires, a la iglesia San Andrés para que las comercialicen los fines de semanas.
Todo a mano, sin electricidad, con unas maderas espectaculares. Después de cinco años no pudimos seguir por un tema de salud de mi mujer y yo contra lo que me pedía la familia no me volví a Chacabuco, sino que seguí con las artesanías por treinta años. Llegamos a tener venta por catálogo en Estados Unidos y Europa, con el apoyo de agencias de ayuda al tercer mundo en los Estados Unidos.
En esa época teníamos en Salta treinta y cinco personas que cobraban cada viernes. Y después a vender a Caba y al exterior. Pero para el año 2010 aproximadamente cuando tenía un taller y un showroom me di cuenta de que no estaba ahí para eso. Di un paso a lo gastronómico con un socio para vender también pinturas wichí pero no funcionó, rápidamente nos dimos cuenta que no era por ahí.
¿Cuál es la misión de la Fundación?
Mejorar la calidad de vida de las familias de los pueblos originarios del Chaco salteño (wichi) respetando su cultura y costumbres mediante proyectos que promuevan el acceso al agua potable, el desarrollo de la agricultura y emprendimientos productivos como fuentes sustentables de alimentación e ingresos. Necesitamos ser una organización que junto a las comunidades wichi pueda colaborar, acompañar y fortalecer la sustentabilidad de cada una de ellas mediante el trabajo de sus familias.

Hubo un episodio que cambia radicalmente la organización
Si, en ese momento fallece una niña wichí por una deficiencia de proteína, y muere en la finca que produce más proteína de todo Salta. Me pidieron que me encargue de los trámites y que lleve el cuerpo. Todo eso me golpeó mucho y a la vez me entero de la existencia de un maíz que no lo atacaba el cogollero, porque era el maíz VT. Esta novedad con la idea que traía de mi madre del riego por goteo me animó a la locura de encararlo con los wichís.
“Tenemos noventa y cinco pozos y siete invernaderos produciendo tomates”
El maíz como canal para crecer y sostener salud
En ese momento, un inglés dona una cantidad de libras y con esa plata hicimos treinta cultivos que eran un espectáculo, y al igual que como me pasó con las artesanías – que no le tenían fe – parecía que no iba a andar y anduvo bárbaro. En ese momento el Hospital Británico se entera que estoy haciendo esto y manda un Programa que tiene el hospital donde quince médicos diagnostican, hacen controles, cirugías, etc. Todo esto funcionaba por fuera del sistema oficial trabajando a full.
Los médicos insistían en la importancia de que los chicos se alimenten correctamente porque un chico de bajo peso con diarrea tiene mas tendencia a morir. Salta tiene casi tres veces más mortalidad infantil que otras provincias, por esto el Hospital Británico entendió que mi propuesta de producir alimento generaría niños más sanos y por eso decidieron ayudarme.
¿Cómo se iban generando las donaciones?
La gente del Hospital Británico junto a Elena Rogers generaron algunos conciertos que recaudaron el dinero para potenciar el Programa que tiene el hospital y así enviar a estos médicos a ayudarnos con la parte de sanidad.
Yo también me asocié al proyecto semilleros de futuro de Monsanto que después se hizo Bayer, un año salimos segundos y al año siguiente lo ganamos, pudiendo a partir de ese ingreso de dinero invertir en más y mejores instalaciones. Con esto y otras ayudas pudimos poner en valor a dos casas antiguas de adobe que hoy son nuestros centros de capacitación.
En época de pandemia, ¿cómo fue la dinámica?
Durante la pandemia mi amigo americano quien me sumó a esta tarea misionera tenía un donante que le ofrecía un dinero que mi amigo no podía usar porque por la pandemia se habían cerrado los aeropuertos. Así que él mismo le ofreció a su donante que trabaje conmigo en la construcción de pozos. Yo le presenté un proyecto de ocho pozos y seguimos con otros cinco proyectos llegando a construir cuarenta!
Este último donante me cambió la vida para no tener que depender de los pedidos al gobierno y para poder trabajar más rápido y mucho mejor y así mostrar resultados asombrosos. Tenemos noventa y cinco pozos y siete invernaderos produciendo tomates.
¿Cuál es tu proyecto a largo plazo?
Hoy estamos marcando el rumbo de para donde vamos y queremos tener un plan de largo plazo, un mapa de agua, que la escuela tenga su propio huerto. Hoy las que lo tienen cuentan con un gran beneficio como así también aquellas que no lo hacen tiene un perjuicio desde el gobierno de la provincia. Los niños necesitan tener estas capacitaciones, no es menor que los niños de la provincia están muy por debajo de la media en el corazón wichí del nivel de educación.
La importancia de la escolarización para los wichis es primordial. ¿Qué es lo que soñas para ellos?
Los números de la población wichí en cuanto a educación, alimentación, los hogares, el acceso al agua, etc. son preocupantes. Es importante que estén en las escuelas para conocer sobre la importancia de cada una de estas realidades. Nosotros estamos trabajando para ayudarlos a valerse por ellos mismos.
Gracias Alec!

Alec se entusiasma con los planes. Con las personas a las que tiene que visitar para lograr nuevos acuerdos. Tiene 68 años y parece un joven de veinte y pico. La pasión lo mantiene joven y con sueños. Chespirito decía que siempre se es joven mientras se tengan proyectos, tal vez por eso Alec no mete un rebaje ni en las curvas, le encanta lo que hace y cómo lo hace.
Vino a Bs. As. para plantearle al INAI lo que puede darle y lo que necesita del Instituto. Políticas de largo plazo, tener un interlocutor de confianza. Coordinar un sistema general de evaluaciones en las escuelas. El armado de Huertas con fondos para esto. Apoyo para el centro de Capacitación Wichí y cursos de soldadura, herrería, electricidad, etc. Además, apunta a que la Secretaría de Agricultura le de un mapa de agua para la zona de los pueblos originarios, perforación de pozos de agua, equipos de riego por goteo, semillas de calidad, etc.
Queda mucho por hacer para este joven samaritano, pero también hay mucho camino andado, mucho hecho con los talentos que Dios le dio. Seguramente el día que deba dar explicaciones sobre sus talentos le dirá “Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te voy a confiar mucho más.” Y podrá pasar al banquete eterno del padre.