Japón nos atrapa. En jardinería como en otras disciplinas es “vanguardia”, se adelantan en métodos, estilo, conocimientos, no es casualidad que sus técnicas milenarias se adapten a todos los tiempos.
Ya medio año atrás, Japón celebraba el otoño. No es que haya sido diferente este año en Japón, pero sí fue diferente para nosotros porque tenemos una amiga argentina, Marina Villar, que nos los cuenta con detalle, historia, color y asombro.
Paisajismo Internacional
Gentileza Marina Villar
Japón es un país de tradiciones milenarias y de una interpretación única de la naturaleza y su entorno. Con la llegada de septiembre y la festividad del Tsukimi, que es la despedida del caluroso verano, Japón se prepara para la llegada del Otoño y para uno de los espectáculos naturales más bellos.
El Momiji o enrojecimiento de las hojas de los árboles, es probablemente, uno de los motivos principales por los cuales muchos viajeros eligen visitar Japón en esta época del año.
Las temperaturas ideales y los cielos azules y claros, permiten pasar gran parte del tiempo al aire libre, comer productos de estación y disfrutar de los festivales y espectáculos de la naturaleza.
Cada estación tiene sus festivales relacionados con el paso cíclico del tiempo, el cultivo y la recolección. Muchos de ellos están fuertemente vinculados a la agricultura y recuerdan siglos pasados, pero octubre es particular porque según el antiguo calendario japonés, recibía el nombre de Kannazuki, “El mes de los dioses” por las numerosas festividades que se celebran en él.

Flor de loto
La contemplación del cambio del color de las hojas que pasan de los tonos verdes al amarillo, anaranjado, rojo y hasta violeta, es llamado Momijigari, comenzó como un pasatiempo de la nobleza para luego extenderse a los samuráis, a los comerciantes y por último, a toda la población. Este espectáculo es el equivalente al Hanami en primavera, que es la contemplación del florecimiento de los cerezos.
Tal vez, la diferencia más marcada entre el Momijigari y el Hanami, es que el florecimiento de los cerezos es tan efímero que suele durar apenas unos días, pero por el contrario, el enrojecimiento de las hojas, es un espectáculo longevo que puede ser disfrutado entre dos y cuatro semanas.
El árbol de arce es uno de los más apreciados y más representativos del otoño japonés. Una de las costumbres típicas, es comer hojas de arce en tempura. Si visitan Kioto, les recomendaría visitar el parque de Minō donde pueden realizar senderismo, disfrutar de la cascada del parque y comer tempura de arce o como se lo llama tradicionalmente, tempura de momiji.
“Incluso el arte no puede igualar a la belleza y complejidad de la naturaleza”
El museo de bellas artes Hatakeyama que en algún momento fue un bosque completamente virgen, abrió sus puertas en 1964 y comenzó como una asociación sin fines de lucro con el objetivo de preservar y promocionar la conservación de los objetos de arte coreanos, chinos y japoneses, pero sobretodo, preservar la naturaleza en su estado más puro.
El énfasis de su colección está vinculada a la ceremonia del té y a la apreciación de una atmósfera calma donde la belleza de la naturaleza en los jardines centrales es abrazada y admirada por cada uno de sus visitantes.
Aquí las exhibiciones de arte cambian con las estaciones para estar en armonía con la naturaleza. Y sus salas de té donde es común ver mujeres enfundadas en los tradicionales kimonos y sentadas sobre las rodillas con vista al jardín, son esos rincones especiales que otorgan una experiencia única y exclusivamente japonesa.
El otoño en Hatakeyama está repleto de árboles de arce que alcanzan un color tan rojizo como el fuego durante los meses de octubre y noviembre.
Bosques de bambú
La ceremonia del té me lleva inevitablemente, a los árboles de bambú, que desde épocas remotas han sido una parte fundamental de la historia japonesa. Basta solo con introducirse en el interior de Japón para notar la presencia de estos árboles altos y esbeltos de tan especial postura.
Las varas de bambú son cilíndricas, largas y por lo general ahuecadas. Estas características las han llevado a formar parte de las construcciones y a utilizarse en productos diversos, entre ellos, en los utensillos del té. Sus fibras naturales también son muy apreciadas en la industria textil y cosmética.
Sin embargo, éstos no parecen los motivos principales por los cuales en Asia se los aprecia tanto. Según la mayoría de las culturas asiáticas, el bambú, en su simplicidad, significa longevidad, fortaleza y buen augurio. Se dobla con facilidad pero no se quiebra, esa es su mejor cualidad. Su tallo recto simboliza también, el camino a la iluminación.
Uno de los entornos naturales más especiales de Japón está situado en las montañas de Sagano, Arashima. Además de ser un paisaje único por su belleza, lo es también por su sonido. El viento pareciera susurrar al pasar a través de los troncos de bambú y balancearlos.
El sonido de esta reserva se encuentra catalogado como uno de los cien sonidos a proteger dentro de la cultura japonesa.
Hanakotoba, el significado de las flores
Las flores cuentan con un lenguaje propio y con cada una de ellas se pueden expresar sentimientos. En Japón, el lenguaje floral es conocido como Hanakotoba y para los japoneses, tiene una gran riqueza porque su cultura y filosofía de vida está cercanamente ligada a la naturaleza.
El loto es una planta acuática. Su raíz crece en ambientes pantanosos y sucios, pero su flor, va creciendo hasta superar el nivel del agua y florece siempre fresca y limpia. Es significado de pureza espiritual. Se lo asocia simbólicamente con la figura de Buda y con sus enseñanzas; es por ello que sus flores son sagradas para los pueblos orientales.
La lección del cerezo: Florece, se marchita, vuelve al polvo. Quienes hayan tenido la suerte de visitar Japón durante el comienzo de la primavera, comprenderán el sentido de la belleza en su forma más pura. Lo mágico del sakura o florecimiento de los cerezos, no está dado solo por la belleza de las flores, sino por la apreciación de los momentos únicos que la vida nos ofrece.
La vida, transitoria, fugaz y casi tan efímera como los cerezos en flor, es la suma de instantes que no regresan y que valen su contemplación.
El crisantemo o kiku es el emblema nacional y símbolo del Imperio Japonés. Se lo vincula a la longevidad y con su habilidad para guardar el secreto de la vida eterna.
Apropiándome y modificando (apenas) la frase de L.M. Montgomery en Anne of Green Gables, puedo decir que “Soy feliz de vivir en un mundo donde existen octubres y noviembres”