Un bife ancho y un lomo argentinos envasados al vacío con marca, fotografiados en la góndola del supermercado de alta gama más importante de España. El kilo promedio vendido a 45 euros. Muchos aplausos en la comunidad de tuiteros del planeta #Campo y de algunos economistas afines. Sin embargo, los tuits son leídos por muchas más personas y surge el debate: ¿es o no es valor agregado? ¿quién se lo apropia?
En la sociedad existe la mala costumbre de querer analizar los precios del mercado como si fueran una acumulación de costos sumados a un margen. Eso es parcialmente cierto en sectores altamente concentrados, pero los costos en general no están alineados con los precios y son estos el indicador del famoso “valor de agregado”.
El precio de los bienes se determina por la intensidad de su demanda chocando contra el costo de producir la última unidad que se venderá; los costos entonces tienen más que ver con la viabilidad de la empresa para subsistir con la demanda que tiene un producto; un ejemplo sencillo: En una comunidad en la cual casi la totalidad de sus 10 mil habitantes son veganos, una empresa que produce carne para 10 mil personas deberá reducir su tamaño para proveer de carne a los 500 habitantes que la consumen y la duda será: ¿una vez acotados los costos variables, la demanda de 500 habitantes contendrá a los costos fijos no reducibles para que la empresa quede a flote?
Otro ejemplo interesante (y un poco más complejo) sobre el “valor agregado” es el que impacta en la industria de los helados. En la actualidad argentina el mercado del helado es dominado por cadenas low cost. Para un segmento importante de la población desplazaron el precio (a la baja) de lo que debe valer el helado. Si por ingredientes, técnicas productivas, administración o lo que sea el helado que usted fabrica tiene un costo por encima de los low cost es importante convencer al consumidor del carácter superior de este helado: se tiene que notar. Eso o quebrar. El mundo de los commodities es más cruel: o se produce a precio de mercado o se quiebra. Los productores rurales de cualquier lugar a más de 700 kilómetros del puerto lo tienen muy claro.
Lo que determina el “valor agregado” no es entonces la cantidad de etapas de elaboración que atraviesa un producto, sino que este sea validado por los consumidores en el mercado, en calidad, cantidad y precio. En una sociedad en la que los precios son constantemente bastardeados como señal de lo que la gente demanda, no sorprende que el “valor agregado” sea un concepto tan esquivo. El éxito de Satellogic fue desarrollar nano satélites low cost con las mismas prestaciones que los estándar. Ellos no agregan valor porque tienen un montón de científicos, ellos agregan valor porque hacen algo que el planeta tierra demanda, pero hasta cierto punto: Satellogic no puede darle empleo a todos los científicos del país o la región; no hay tanta demanda global de nano satélites.

Así las cosas, se llega a una etapa de la discusión en la Argentina está empantanada desde más o menos 1914: ¿qué conviene producir? La respuesta es sencilla: todo aquello que el mundo esté dispuesto a comprarnos en calidad, cantidad y precio ofertado. Es importante pensar que nuestro mercado sea el mundo, con Argentina solo no alcanza. Es un bien industrial? Un servicio? Un producto del #Campo? En el mundo de hoy tiene poca importancia el producto en sí, es más importante el conocimiento implicado en el sistema de negocios que produce ese bien.
El #Campo actual tiene una ventaja: produce empleos que demandan alto, medio y bajo conocimiento. En un país con muchos universitarios (comparado con la región) y en el que uno de cada dos adolescentes no logra terminar el secundario nuestro #Campo es un sector estratégico para crear empleo sostenible desde lo económico, social y medioambiental. Ante el temor a la automatización como aplanadora de puestos de trabajo, esta compleja matriz ocupacional debe ser reforzada con la creatividad, lo único que los algoritmos no reemplazan, por ahora. Esa capacidad de crear y asumir tareas determina quién se apropia de ese valor; para crear siempre conviene estar cerca del cliente.
Bernardo Erlich, el humorista gráfico que pública en Clarín diariamente interviene una foto de la Battersea Power Station que fue la tapa de Animals, un disco de Pink Floyd. La remixea pensando en la argentinidad y reemplaza al cerdo volador, un tema omnipresente en la estética de la banda, por el bife volador, elemento dominante de la dieta argentina: exportando nuestro récord histórico de más de un millón de toneladas en 2019, nuestra contribución al mundo junto a Maradona y Messi. La creatividad de Bernardo, la pujanza de nuestros agronegocios de la carne. Eso es valor agregado y si nos mantenemos creativos, lo será también en el futuro.