Por Cecilia Vignau – Licenciada en administración agropecuaria
¿Cómo llega una mujer argentina a una conferencia en Niagara Falls con 400 mujeres canadienses? ¡¡Bueno sólo puedo decir que fui muy afortunada!! AWAC ha reunido durante 11 conferencias, más de 5000 mujeres canadienses que de una manera u otra están ligadas a los agronegocios. Lo que comenzó como una pequeña reunión para discutir liderazgo, se convirtió en una tremenda oportunidad para conectarse con otras mujeres que comparten la misma pasión por el campo, aprender de ellas y ser inspiradas por fabulosas mentoras y líderes.
Como Canadá es un país enorme, la conferencia se lleva a cabo 2 veces por año, durante marzo para a la costa Oeste – en Calgary, Alberta – y durante el mes de octubre para la costa Este -en Niagara Falls, Ontario -. Si bien algunas mujeres asisten a ambas fechas, la mayoría se mantiene fiel a su “costa”.
La organización tiene un programa de sponsorship para estudiantes mediante el cual empresas y organizaciones les brindan a 36 alumnas de universidades canadienses su primera oportunidad de asistir. Yo fui una de ellas, la primera latinoamericana en formar parte, convirtiendo a Cultovo en la primera empresa en sponsorear una extranjera, y a UCEMA en la primera universidad no canadiense en ser representada por una de sus alumnas. ¡Qué honor y qué enorme responsabilidad!
Cultovo es una Agtech canadiense que vio como una oportunidad el lugar que ocupa Argentina en la agricultura Latinoamericana y tomó la arriesgada decisión de invertir en el país. Con la intención de llevar un poco de Argentina a Canadá es que además de elegir una estudiante de posgrado argentina para invitar a la conferencia, montaron un stand con alfajores y tabletas de dulce de leche que debo decir, fueron un éxito rotundo entre las asistentes.
El programa se desarrolla durante 2 días, en los cuales se puede disfrutar de talleres y charlas motivacionales o testimonios de empresarias. ¡Muchos productores y empresas locales proveen la enorme cantidad de comida que se consume, acompañada de una obscena cantidad de litros de café!
Durante la primera mañana, elegí tomar el taller de Administración Financiera que se dividía en 2 módulos: el primero sobre cómo trabajar con el banco para lograr una calificación crediticia exitosa, y el segundo dedicado a planificar la sucesión exitosa del negocio familiar agropecuario. No es casual que la temática llamara mi atención ya que, como parte de una empresa familiar agropecuaria, es frecuente que éstos temas me generen más de un dolor de cabeza.
Si bien Canadá tiene un mercado financiero más desarrollado y el crédito existe, es de complicado acceso. La falta de profesionalización en materia financiera y la necesidad de contratar ayuda externa a la empresa para cumplir con las exigencias impuestas por los dadores de crédito, hacen que la peregrinación por el acceso al capital sea igual de tortuosa que en nuestro país.
Respecto de la transición en el mando de la empresa familiar, las agricultoras canadienses se enfrentan a los mismos desafíos que las argentinas. Débiles o inexistentes protocolos de sucesión, poca voluntad de los padres a compartir el liderazgo y la toma de decisiones con sus hijos, y falta de planificación fiscal.
Cerca del almuerzo me encontré con mi sponsor en el stand y entre risas y alfajores hice mi pequeño aporte respondiendo las preguntas de otras asistentes sobre el sistema de agronegocios argentino. Dos temas particulares parecían llamar la atención de las agricultoras canadienses: porqué algunos farmers argentinos elijen salirse del negocio familiar y alquilar sus tierras para que otros las produzcan, y porqué existen establecimientos tan grandes. No olvidemos que el promedio norteamericano ronda los 400 acres por EAP, lo que equivale a 162 hectáreas. Pero lo que realmente las intrigaba al punto de quitar el sueño es la figura del contratista. Un señor que es dueño de maquinaria, que viene a nuestro campo, se instala en una casilla con todo su equipo (humano y tecnológico) y cosecha nuestros cultivos mientras nosotros somos simples observadores. Intenté explicar que las regulaciones locales nos ocupan en el escritorio, que existe una cosa llamada carta de porte, pero fue inútil… creo que siguen pensando que miramos televisión durante la cosecha! El resto de la conferencia fue tiempo de disertaciones, la verdad es que no sabía que esperar… ¿Qué pueden tener en común conmigo estas mujeres que viven en la otra punta del continente? Bueno, básicamente todo.
Liberando nuestra mujer maravilla interior
El mundo puede ser un lugar un poco atemorizador para una mujer de mediana edad que está desarrollando su carrera, criando a sus hijos y trabajando tiempo completo en el negocio familiar. El éxito es algo de lo que todos queremos más, se supone que debemos alcanzarlo, mantenerlo y superarlo. Sin embargo, para una mujer de campo puede ser agobiante. El desafío de mantener todos los platos en el aire hace que empecemos a relegar logros que queríamos alcanzar. ¿Cuántas de nosotras hemos postergado cosas pensando “algún día…”, “cuando crezcan los chicos…” o simplemente “cuando tenga tiempo…”? ¿Cuántas de nosotras además nos hemos sentido abrumadas por cumplir con todos los mandatos sociales a la vez que intentamos ser exitosas en nuestros negocios?
El liderazgo efectivo nos permite alcanzar aquello que para nosotras es más importante, profesional y personalmente. Generar un ambiente en el que podamos sentirnos confiadas a alcanzar nuestras metas y sueños es una responsabilidad de todas. Construir un espacio en el cual podamos compartir la abrumadora experiencia de tener que hacerlo todo y bien, donde pedir ayuda si no lo logramos debería ser nuestra obligación. Porque somos pocas, porque hablamos el idioma campo, porque nos miramos y sabemos con qué demonios batallamos.
Muchas veces somos críticas con aquellas que no se ajustan a ciertas reglas que fueron establecidas aún antes de nosotras. “Mujeres atacando mujeres es algo muy triste de ver” dijo una de las asistentes y no puedo más que coincidir. Todas somos parte de la misma red de agronegocios, seamos productoras; empresarias; profesionales o esposas y madres. Y el sistema nos necesita a todas.
El largo camino a la Presidencia (y al reconocimiento)
Tradicionalmente, en las empresas agropecuarias los cargos gerenciales estuvieron siempre reservados para el varón de la familia. Y si bien hoy nos parece un concepto arcaico, la realidad es que la plena inserción de las mujeres en la fuerza laboral no se dio hasta entrados los años 90. Hasta hace 20 años, las mujeres rurales éramos esposas, hijas o madres. Ninguna era gerente, ni integraba el Directorio y mucho menos era convocada a la Junta en la empresa de la que era accionista. No teníamos injerencia alguna en los órganos de decisión y nuestra voz era raramente escuchada.
En ese mundo, se abrieron paso algunas que con perseverancia y astucia, abrieron el camino para que las cosas cambiaran y que hoy alguien como yo, pueda ocupar una silla en el Directorio de una empresa que le pertenece a una familia que no es la suya.
El viaje no fue un camino de rosas para las pioneras, como la Presidente de John Deere Canadá, quien consultada por una joven acerca de sus problemas para relacionarse con ingenieros agrónomos mayores que ella, le respondió “En mis 25 años de carrera, nunca conocí un productor agropecuario que no me gritara”
El auditorio estalló en carcajadas y yo pensé que si le preguntara lo mismo a la dueña de una conocida empresa de maquinaria nacional, probablemente obtendría la misma respuesta.
Minutos más tarde, ante la mirada atónita de cientos de mujeres, una asistente confesó que su concesionario zonal de maquinaria agrícola se negaba a venderle una cosechadora nueva sin conocer la opinión de su esposo al respecto a pesar de tener la chequera en la mano. ¿A quién de nosotras no le pasó? Si bien las cosas evolucionaron muchísimo con el correr de los años, aparentemente lo han hecho al mismo ritmo a ambos lados del globo lo cual es, por lo menos curioso.
Volviendo a casa
La energía que generan 400 mujeres riendo juntas es indescriptible. Creo que una de las cosas que más me asombró fue la capacidad de las oradoras para hermanarnos, una montaña rusa de emociones que nos llevó a reír y llorar juntas más de una vez. Descubrí que las mujeres en agronegocios somos iguales en todo el mundo, tenemos los mismos miedos, los mismos problemas, nos emocionan las mismas cosas y necesitamos el apoyo de las demás para lograr nuestras metas. Y mientras esperaba el avión de regreso, no pude evitar pensar en todas aquellas que desde algún lugar me acompañaron en el camino. Ninguna de nosotras llegó a donde está sin una mentora, una coach, una amiga que la empujara a ser su mejor versión. Mujeres inspirando mujeres… porque cuando estamos juntas, podemos lograr lo que sea!