En diciembre de 2019 el mundo era una fiesta. En Argentina no nos dábamos cuenta porque estábamos peleando contra nuestros propios demonios, pero el resto del mundo crecía a tasas espectaculares. Hasta que el aleteo de las alas de un murciélago en el Mercado Mayorista de Mariscos Huanan lo cambió todo.
La meta de cualquier sociedad es proteger la vida, la vida es sagrada. Sobre todo de quienes son más débiles, en este caso los ancianos y quienes tienen enfermedades. La vida es sagrada y la economía viene después. El peligro que enfrenta la sociedad en su conjunto frente al coronavirus es que sucede todo de golpe: los sistemas de salud (y de producción y distribución de alimentos) toleran shocks de excesos de demanda, pero hasta determinado punto y durante un lapsus corto, no pueden trabajar a tres veces su capacidad durante meses. El coronavirus mata no solo porque infecta gente, mata cuando al saturar los sistemas de salud no logran atender la demanda normal: embarazadas, accidentados, pacientes crónicos.
Hoy por hoy lo que demuestran los países donde primero hubo contagios es que el control poblacional (una noción muy cercana para agrónomos y veterinarios) es determinante para erradicar la epidemia: si se para la circulación de gente, se reduce la tasa de infección del virus y por lo tanto con el correr de los días, en menos de dos meses se erradica la enfermedad.
El problema es que parar la circulación de personas es una decisión dura porque es un shock a la baja en la oferta que rápidamente se traduce en un shock a la baja de demanda. Un ejemplo sencillo: cuando estamos en cuarentena dejamos de producir e inmediatamente se reduce nuestro consumo ya que se usa mucho menos transporte, se reduce el lavado de ropa y el valor de los alimentos consumidos, las compras ocasionales que hacemos cuando salimos a la calle y por sobre todo nuestro consumo de servicios. Con el tiempo el shock de demanda se agrava porque al no producir, caen los ingresos de la población. Ese tiempo en la población de menores ingresos y trabajos informales es muy corto. La cuarentena total es muy efectiva, pero el costo es enorme. Uno divido doce por cien es ocho por ciento. Cada mes de la economía mundial que se pierda es un ocho por ciento del año de crecimiento.
Para salir del circulo de destrucción de riqueza el manual recomienda política económica expansiva keynesiana. Estados Unidos y Europa se aprestan a ello; la Fed inyectó en la semana del 9 de marzo 1,5 trillones de dólares y está tumbando la tasa de interés a cero. Eso es muchísimo dinero, 30 veces las reservas teóricas del Banco Central argentino. Esto evitará que se interrumpa el flujo de crédito y las compañías se queden sin capital de trabajo o que los bancos quiebren. Se espera que el gobierno norteamericano ingrese en un fuerte déficit fiscal, se negocia en este preciso instante si será reduciendo impuestos o elevando el gasto. Demostrando que los Organismos Multilaterales de Crédito son positivos para la humanidad a pesar de que no son perfectos, el FMI abrió una línea de crédito por un trillón dólares. Todas estas son señales de que lo que viene será duro.
Argentina tiene un problema: para poder hacer esto tiene que tener una macro ordenada en la que se ahorró dinero para gastarlo en la emergencia. El dinero no solo es el papel, es por sobre todas las cosas el crédito y el crédito es confianza. Argentina enfrenta este mundo adverso en el medio de una reestructuración de deuda. No puede imaginarse un peor escenario. El país deberá manejar una crisis sanitaria en un contexto de crisis económica y social, con muchos pobres e inflación. En este contexto recesivo es probable que el gobierno quiera elevar la presión impositiva en el #Campo, un sector que ya no da más. Los canales de transmisión de este parate global a la economía argentina serán exportaciones y disponibilidad global de crédito.
Los países más afectados hoy son China y los europeos, nuestros principales socios comerciales (a excepción de Brasil) que sumados representan el 30% del comercio del planeta. En los dos primeros meses del año las exportaciones de China se desplomaron en un 17% y las importaciones un 4%. China produce insumos críticos para el planeta #Campo: los principios activos de un sinnúmero de pesticidas. La demanda de cereales y oleaginosas bajará y también lo hará su precio.
La consultora McKinsey publicó un informe intentando predecir el impacto de la crisis del corona virus: si todos los países afectados logran un control “a la china” la economía global reducirá su crecimiento solo un 20% (de 3% a 2%), pero si demoran más la caída del PBI mundial puede ser que deje un crecimiento magro del 1%. En los últimos 60 años eso pasó solo 3 veces: 1975, 1982 y 2009. Harvard Business Review considera que un escenario catastrófico hoy es poco probable, pero un 2020 malo es razonable. En un escenario leve la economía comenzará a recuperarse en el segundo trimestre, en un escenario crítico la economía mundial crecerá a partir del cuarto trimestre. La consultora Bain recomienda a sus clientes prepararse para el peor escenario posible y cree que de extenderse puede haber una crisis global de liquidez yrecomienda a las organizaciones dedicar esfuerzos específicos para analizar qué unidades serán impactadas y cómo responder.
De acuerdo con McKinsey, las economías de Europa, Estados Unidos y América Latina en ese orden se llevarán la peor parte de la crisis sin importar la gravedad del escenario. El comercio y los servicios recibirán shocks negativos de oferta y de demanda, todo lo relativo a la logística y al turismo sufrirá mucho.
Presenciamos un evento histórico, la forma en la que Estados Unidos maneje esta crisis que ya no es sanitaria determinará la velocidad de su ocaso como única potencia hegemónica a la vez que las acciones de China serán claves en su ascenso. 2001, 2008 y 2020, los años que moldearon el siglo XXI.
Pd, todos los antivacunas están totalmente locos.