La salida de la Convertibilidad canceló un debate. Hacia el final de ella los productores rurales hicieron un tractorazo reclamando por la reducción del “costo argentino”. El Estado argentino era la mitad del actual (20% del PBI contra el 40%) y aún así era asfixiante y se pedía por baja de impuestos (retenciones al aceite de soja y cueros que eran apenas del 3% e impuesto al gasoil). ¿Qué más reclamaban los productores? La reducción de los otros componentes de esta famosa carga: menores costos logísticos que implicaban reducción de los peajes, más eficiencia en el uso de la recaudación de los municipios y tasas de intereses más bajas. Le pedían a la economía argentina rutas, trenes y puertos buenos y baratos como los de Illinois; y algo más difícil aún, que el perfil de riesgo de todo el país sea igual al norteamericano para que nuestros bancos prestaran a la misma tasa que Wall Street le prestaba a los farmers de Iowa. Eso era sencillamente imposible, pero era deseable ir hacia ahí. La salida de la Convertibilidad de Remes Lenicov, De Mendiguren y Lavagna se basó en la licuación de ese costo con una devaluación que redujo a un tercio el valor del peso, empobreciéndonos a todos. Nadie suele recordarlo mucho, pero en 2002 la pobreza era del 60%.
Hoy el tridente precio de los granos (principalmente la soja) – tipo de cambio – retenciones no da más y es incompatible con el costo argentino. El plan económico no puede modificar mucho más el tridente modificando las retenciones y el tipo de cambio dado que su objetivo es una inflación mensual consistentemente acercándose al 1%, como está hoy es cómo durará durante el resto del año electoral.
A ese año le borraron las PASO para estratégicamente evitar que se amalgame la oposición y recortar la duración de la campaña. ¿Se puede avanzar en reformas más profundas? Es poco probable, pero los elementos reformistas dentro del gobierno, cuyo mayor exponente es Sturzenegger, retomaron con audacia la discusión de la eficiencia de la economía.
Dentro del agujero negro fiscal están las compañías del Estado: cuestan mucho y agregan poco. Trenes Argentinos (donde habita el estratégico Belgrano Cargas) y Aerolíneas Argentinas. Esta semana se sumó al pelotón de empresas que pueden privatizarse el Banco Nación al firmarse el decreto que lo transforma en una sociedad anónima, lo que en un principio ya habilita a un mejor control por parte de la sociedad de su gestión.
“El crédito hipotecario está en 1% del PBI; en Chile 28% y en Brasil es 14%”
Aunque no se privatice estarán obligados a presentar más y mejor información; la sociedad ya está mejor que antes. Hoy el Nación tiene el 25% de los depósitos del sistema y un 18% de sus préstamos: es una distorsión enorme de discrecionalidad. No existen bancos enteramente estatales de este tamaño (si hay alguno que otro estilo prueba piloto) en ningún país al que nos queremos parecer, por una razón muy sencilla: el comercio de dinero (lo que un banco hace) está ultra regulado en el mundo porque no hay robo más sencillo que entregar préstamos a un “amigo” y no cobrarlos. Por el contrario, el mundo sí está lleno de empresas privadas puras, que cotizan o no en bolsa o empresas con una participación estatal.
La economía argentina tiene un nivel de bancarización similar a la de muchos países africanos que tienen un PBI infinitamente más pequeño. Hay razones micro y macro para esto, el Banco Nación es una de estas razones. Si queremos crecer necesitamos crédito, plazo y costo razonable, las naciones crecen en base al crédito que pueden tomar y pagar.
Nos pasamos 20 años donde las casas se sorteaban por televisión y las entregaba el Estado, mientras el crédito hipotecario está en 1% del PBI. En Chile 28% y en Brasil es 14%. Seamos un país normal, que el primer paso sea que una pareja de profesionales pueda acceder a su vivienda entrando a un banco y sacando un crédito a 10 años.