En menos de dos años de gobierno y pasada la elección de medio término, el kirchnerismo que logró la victoria de 2019 prometiendo “volver mejores”, bajo el equilibrio de una coalición que minimizaba sus elementos más extremos cerró el círculo: el plan y modo de gobierno es exactamente igual al del proceso 2011-15. La dificultad es que el país y sobre todo los recursos con los que cuenta el Estado son claramente inferiores.
El gobierno estiró al máximo un acuerdo con los acreedores privados y generó una deuda que evaporó la confianza de ellos para emitir deuda nueva y procrastinó al máximo un acuerdo con el FMI y ahora ya no solo el Estado, sino toda la economía está con la soga al cuello a la espera de un desenlace. El Presidente en dos alocuciones posteriores a las elecciones fue muy explícito en que confía en alcanzar un acuerdo con el Fondo, pero sin tocar el gasto.
Durante los dos años de gobierno se retornó al remedio que no cura y solo agrava el principal desequilibrio de la economía argentina que es el déficit fiscal: casi triplicó el gasto en subsidios a servicios públicos del conurbano en relación al PBI, se incrementó el empleo estatal provincial y en el tramo final de la campaña otorgó una nueva moratoria jubilatoria sumando más jubilados aún. Para peor lo hizo en un contexto de destrucción de empleo privado y por lo tanto empeorando la relación pasivos sobre activos, clave para entender si el sistema es sostenible en el corto y largo plazo. Es muy poco probable que el FMI acepte un programa donde se mantengan estos incrementos en el gasto.
Por ahora la cuenta “cierra” a fuerza de una inflación que licúa el principal gasto del Estado (las jubilaciones), pero esa “magia” se agotará en 2021: en 2022 las jubilaciones se ajustarán con el 2021 y para que la licuación continúe se necesita más inflación durante el 2022. Todo en un contexto recesivo dado que la economía no crece desde diciembre 2020. El Ministro de Economía declaró que espera solucionar el problema de la deuda estatal haciendo que la economía crezca, no ajustando el déficit del Estado. Esa fue la receta fallida de la economía de Macri 2016-17.
El gobierno muestra señales de visualizar estas restricciones y por eso intenta pasar un paquete de leyes que incluye algunos aumentos de impuestos antes de un nuevo Congreso con una oposición que promete enfocarse en corregir el déficit público vía reducción del gasto. El consenso es que la presión fiscal sobre el sector privado es la principal causa del estancamiento económico y es poco probable que el FMI apruebe un programa con un nivel de subsidios a servicios públicos tan abultado. El reloj corre y el ajuste que no realiza el sector público incrementa el grado del ajuste que debe realizar el sector privado, comprender esto es muy relevante a la hora de ordenar la discusión: quienes abogan por ajustar las cuentas del Estado no son desalmados que desprecian a la sociedad mientras que se resisten a hacerlo la defienden. La consecuencia de que el Estado no ordene sus cuentas es que lo hagan las empresas y las familias a la fuerza mediante impuestos y por sobre todas las cosas inflación.
Todo pende de un hilo y esta vez hay un límite: los pagos al fondo no pueden demorarse y no estamos en 2011, no hay reservas. El gobierno está acostumbrado a posponer y estirar, pero detrás del FMI está la voluntad de los países más importantes del mundo que no quieren dar una señal negativa a los otros deudores del organismo.
Mientras tanto, se evalúan las pérdidas de trigo en la zona núcleo por la sequía y la incógnita sobre la intensidad de la Niña de verano se mantiene. El gobierno nos devolvió a 2011 cuotificando exportaciones de maíz, trigo y carne para defender la mesa de los argentinos sin nombrar la mentada expresión y sin discurso de barricada, pero ahí están en el boletín oficial. ¿Qué pasará cuando el gobierno que busca elevar ingresos se choque con un nuevo Congreso que no se lo autorice? Las retenciones son una mera resolución ministerial, ¿se animará a llevarnos a 2008? Tras Vicentin y con el peronismo dividido perdió a los dos senadores de Santa Fe y uno de ellos es quien lideró las protestas, Dionisio Scarpin, intendente radical de Avellaneda.
El Presidente muchas veces exclamó que se sentía en 2003, pero lleva al país a las recetas de 2011 y quizás 2008. Nos adentramos en un futuro incierto con herramientas del pasado en un presente donde la Argentina que normalmente tomamos de referencia ya no existe.