En el actual contexto económico argentino, presenciamos un cambio paradigmático en la gestión de la política económica.
Por: Lic. Alberto Galdeano – Co-Founder y Director Simpleza SA
El gobierno ha optado por concentrar sus esfuerzos exclusivamente en el ordenamiento de las variables macroeconómicas, dejando a las empresas la responsabilidad de gestionar sus desafíos microeconómicos. Este nuevo escenario plantea tanto oportunidades como desafíos para el sector privado.
La retirada del Estado de múltiples aspectos de la vida económica marca el fin de una era caracterizada por la intervención activa en precios, importaciones, tipo de cambio y regulaciones sectoriales. Si bien el ajuste macroeconómico en curso genera turbulencias en el corto plazo, también está sentando las bases para un entorno más previsible y orientado al mercado.
En este contexto, las empresas se encuentran ante la necesidad imperiosa de “volver a lo básico” – es decir, concentrarse en la esencia misma de su negocio. Ya no existe un Estado que compense ineficiencias operativas o proteja mercados cautivos. La competitividad real de cada organización quedará expuesta y será determinante para su supervivencia.
Cambio de enfoque
Significativamente, muchas empresas ya han comenzado a desempolvar discusiones largamente postergadas, cambiando radicalmente el enfoque de sus preguntas estratégicas. En el sector agrícola, por ejemplo, el foco ya no está en cómo acceder a créditos subsidiados, sino en cómo optimizar la eficiencia productiva. En la gestión financiera, las empresas están dejando de lado la obsesión por cubrirse ante la inflación y la devaluación, para concentrarse en optimizar la liquidez y la gestión de inventarios, reconociendo que ambos tienen un costo real de retención que impacta directamente en la rentabilidad.
Esta nueva realidad exige un análisis profundo de cada aspecto del negocio: desde la estructura de costos hasta los procesos productivos, desde la gestión de inventarios hasta las estrategias comerciales. La eficiencia operativa, que quizás quedó relegada en años de distorsiones y controles, debe volver al centro de la escena.
Las empresas que logren adaptarse más rápidamente a este nuevo entorno, optimizando sus operaciones y mejorando su productividad, estarán mejor posicionadas para capitalizar las oportunidades que surjan cuando la economía comience a estabilizarse. La clave está en anticiparse y trabajar proactivamente en la mejora continua de todos los aspectos del negocio.
El desafío no es menor, pero representa una oportunidad única para construir organizaciones más sólidas y competitivas. En definitiva, volver a la esencia del negocio significa recuperar el foco en aquello que genera valor real: la eficiencia operativa, comercial, financiera y fiscal, la innovación, la gestión de alianzas y la satisfacción de clientes. Estos principios básicos, temporalmente oscurecidos por años de intervención estatal, vuelven a emerger como los verdaderos motores del éxito empresarial.
“Esta resiliencia es quizás una de las mayores fortalezas del sector privado nacional”
Una vez más, el empresariado argentino demuestra su extraordinaria capacidad de adaptación ante los cambios de contexto. Esta resiliencia, forjada a través de décadas de alternancias entre períodos de fuerte intervención estatal y momentos de mayor libertad económica, es quizás una de las mayores fortalezas del sector privado nacional. La habilidad para pivotar estrategias, reinventar modelos de negocio y mantener la competitividad en escenarios cambiantes, augura que, también en esta ocasión, las empresas argentinas sabrán encontrar su camino hacia una mayor eficiencia y productividad.
Es momento de recuperar el tiempo perdido.
Los años de distorsiones económicas y excesiva intervención estatal han generado un rezago significativo en materia de eficiencia y productividad que es imperativo revertir. Las empresas argentinas tienen ahora la oportunidad -y la responsabilidad- de cerrar esta brecha, implementando mejoras operativas, incorporando tecnología y optimizando procesos que fueron postergados durante demasiado tiempo. El camino hacia la competitividad global requiere un esfuerzo sostenido para recuperar estos años de retraso y posicionar a las empresas argentinas a la altura de los estándares internacionales.