Por: Esteban Ciarlo 1-2 y María Fernanda Gonzalez Sanjuan1 -1FERTILIZAR ASOCIACION CIVIL –2FACULTAD DE AGRONOMIA DE LA UBA
Importancia del maíz en la producción argentina y en las rotaciones
La producción de maíz ha demostrado ser un cultivo altamente adaptable a distintas condiciones climáticas, lo que lo posiciona como un recurso crucial para garantizar la seguridad alimentaria en todo el mundo. En Argentina es cultivado en todo el país, pero es la zona central donde se concentra la producción de este cereal, que llegó en la campaña pasada a un área sembrada a nivel país de 8,9 millones de hectáreas y una producción de 47,5 Mt (Fte BCR), siendo el segundo cultivo en volumen producido, cercano a los 50 Mt de soja.
El cultivo de maíz es además muy relevante en cuanto al agregado de valor que es aplicado sobre los granos (proteínas animales, energía no fósil más un amplio abanico de aplicaciones industriales). Adicionalmente, su rol en la conservación del suelo es clave: su amplio desarrollo radicular contribuye a la formación de compuestos orgánicos precursores de la materia orgánica estabilizada, que le brinda al suelo y a los sistemas de producción que se apoyan en el mismo, un sinnúmero de beneficios y una estabilidad ante condiciones ambientales cambiantes.
En una época donde el secuestro de carbono parece ser la clave para mitigar el cambio climático, este gigante que entierra carbono y además nos provee de un producto esencial, que se transforma y es fuente de divisas genuinas, no debería ser limitado por las prácticas de manejo que aplicamos para producir. Sin embargo, en Argentina se observa una producción por debajo de lo alcanzable, debido en gran parte a déficits en la gestión de los planes nutricionales, lo que podría afectar hasta un 30% del rendimiento potencial alcanzable.
Con un ejemplo puede verse el balance parcial para el caso del nitrógeno (N exportado en grano – N aplicado), con un balance promedio negativo (déficit) de -35 kg N/ha para los cultivos de maíz (Datos entre 2017-2019).
Necesidades nutricionales del maíz
Más allá de los distintos usos que puede darse al cultivo, e independientemente de su tipo de siembra (tempranos vs tardíos), el maíz es un cultivo de gran tamaño que demanda una cantidad significativa de nutrientes para cumplir con sus necesidades estructurales y fisiológicas. Estos requerimientos deben ser satisfechos a través de una fertilización planificada en base a evidencias previas y a determinados criterios para alcanzar rendimientos óptimos y granos de alta calidad.
El cultivo de maíz requiere, cubrir los requerimientos de una amplia gama de nutrientes esenciales. No obstante, son algunos pocos, con algunas excepciones puntuales, los que generalmente restringen los rendimientos. En orden de relevancia éstos son el nitrógeno (N, siempre el más limitante), el fósforo (P), el azufre (S) y el zinc (Zn).
En ese orden es que debe realizarse la planificación, considerando que la corrección de un elemento será mucho más eficiente en términos de producción, cuando se haya corregido la deficiencia de un nutriente de jerarquía superior. Por otro lado, el potasio (K), aunque suele estar disponible en cantidad suficiente en muchas regiones, puede limitar los rendimientos en zonas específicas, como en el litoral argentino en provincias como Corrientes y Entre Ríos.
Un párrafo aparte merece el Zn, el principal micronutriente que restringe el crecimiento del cultivo. Aunque el Zn se absorbe en cantidades pequeñas, la oferta desde el suelo también es baja, especialmente en suelos arenosos, con bajos contenidos de materia orgánica, o con prolongada historia de uso agrícola. Esto hace que su disponibilidad tienda a ubicarse en niveles de deficiencia en muchas áreas de cultivo, tal como fue observado en un reciente estudio publicado por FERTILIZAR y el INTA en zonas del NOA y NEA argentino; este aspecto no debe ser soslayado ya que el Zinc es un nutriente clave para la alimentación humana.
El arranque es importante…diagnóstico inicial y fertilización de base
El primer paso para un buen comienzo es la correcta lectura del escenario nutricional. Para ello, la herramienta más útil y barata (aunque lamentablemente escasamente aprovechada) es la secuencia muestreo-análisis de suelos. En este sentido, deben evaluarse principalmente los contenidos de P extractable a 0-20 cm (Bray1 es el extractante más utilizado en los modelos) y de nitratos a 0-60 cm, en tres estratos de 20 cm. Los métodos analíticos para detectar zonas de posible respuesta para S y Zn son más incipientes y con mayores fuentes de error, aunque ya existen modelos de respuesta con estos parámetros.
La oferta de nutrientes, no obstante, no se limita a lo que provea el suelo al momento de la siembra. Procesos como la mineralización de la materia orgánica son una fuente importante de nutrientes como el N y el S durante el ciclo del cultivo, especialmente en aquellos que crecen durante el verano como el maíz. En los últimos años se ha difundido ampliamente un método, la medición de NAN (Nitrógeno incubado en anaerobiosis), inicialmente desarrollado por profesionales del INTA-UNMdP, que permite predecir con muy buen ajuste la posible oferta por mineralización del N y del S, incluyéndose con éxito en los ajustes de los modelos de fertilización en maíz. Como referencia, cada unidad de NAN (amonio expresado en ppm) indica el aporte por mineralización de aproximadamente 3,5 kg de N por hectárea.
Al diagnóstico inicial le sigue la recomendación preliminar de la dosis de fertilización, que se basa en diferentes modelos empíricos, y en criterios o “filosofías” de aplicación para el caso de nutrientes poco móviles como el P. Esta aplicación de base puede realizarse toda a la siembra en caso de dosis medias-bajas; si las dosis son altas la logística demanda la aplicación de una parte del fertilizante previa a la siembra, al voleo en cobertura total o incorporada localizada.
“Para producir los 10.000 kg por hectárea de maíz, el cultivo precisa absorber alrededor de 220 kg de N, 40 kg de P y S, y 500 g de Zn”
Para ser concretos, si el objetivo de la aplicación de fertilizante es únicamente cubrir los nutrientes exportados, un cultivo de maíz requiere para cosechar 10.000 kg de grano por hectárea, 150 kg de nitrógeno, 30 kg de fósforo y de 15 kg de azufre y 270 g de zinc en dicha superficie. No obstante, la absorción necesaria de estos nutrientes es aún superior a los valores de los nutrientes exportados, con proporciones exportado/absorbido (Índice de Cosecha IC) que varía entre nutrientes, siendo máxima para el caso del fósforo, donde 3 de cada 4 átomos de fósforo absorbidos son exportados en los granos. Entonces, para producir los 10.000 kg por hectárea de maíz, el cultivo precisa absorber alrededor de 220 kg de N, 40 kg de P y S, y 500 g de Zn.
La decisión final de la dosis de fertilizante a aplicar está condicionada a la oferta hídrica que se espera que tenga el cultivo durante su ciclo. Condiciones más húmedas implican casi siempre mayores rendimientos potenciales, lo cual aumenta la demanda de nutrientes móviles como el nitrógeno por el cultivo. Cuando las condiciones son más secas, la demanda de nutrientes, especialmente de los móviles en el suelo, es más limitada, debiéndose ajustar las dosis.
No obstante, la eficiencia de uso del agua (insumo que no puede ser fácilmente adquirido) es afectada por la nutrición; está muy bien documentado que la aplicación de nitrógeno y fósforo optimiza el uso de cada milímetro de agua que el cultivo tiene a disposición, especialmente en los años con alguna restricción hídrica, por lo que tampoco es aconsejable reducir demasiado las dosis de fertilización a aplicar.
Más allá de las cantidades, está ampliamente probada que la inclusión de varios nutrientes en el plan nutricional, es decir lograr una fertilización balanceada, es una decisión agronómicamente óptima que se refleja en mayores producciones y una mejor rentabilidad general de la práctica de fertilización.
Manejar el durante: la nutrición en tiempo real
La necesidad de nutrientes varía a lo largo del ciclo de crecimiento del cultivo, y el propósito principal de cualquier plan de fertilización debería ser sincronizar la disponibilidad de nutrientes con la necesidad del cultivo. Dado que la aplicación de fertilizantes en múltiples momentos no es práctica, la práctica común es aplicar una cantidad significativa de fertilizante en el momento de la siembra o poco antes, y luego realizar ajustes, especialmente con nitrógeno, cuando el cultivo tiene entre 6 y 8 hojas, dependiendo del progreso del cultivo y las expectativas de producción.
“Deficiencias nutricionales limitan, por un lado, la productividad del cultivo de maíz, como también la calidad de los granos obtenidos”
Las condiciones ambientales, especialmente el clima, también pueden ir modificando la adecuación del plan inicial a nuevas condiciones de crecimiento. Por ello es conveniente que el diagnóstico inicial se vaya contrastando con mediciones regulares del status nutricional del cultivo, con el objetivo de lograr un monitoreo dinámico casi on the go. Los análisis de concentración en hoja son una opción para este monitoreo, aunque no son del todo prácticos porque dependen de los tiempos del laboratorio para responder con velocidad. Otras opciones, específicas para la nutrición nitrogenada, son las mediciones in situ de verdor con clorofilómetro (tipo SPAD) o medidores manuales de índices de vegetación de canopeo (el más conocido es el Green Seeker) que arroja índices usualmente utilizados como el NVDI; para estos casos, deben dejarse en los lotes franjas con saturación de N de modo de poder detectar posibles limitaciones. En caso de detectar limitaciones, las últimas correcciones con altas dosis de nutrientes sólo pueden realizarse hasta el estado de 6-8 hojas; luego sólo pueden compensarse parcialmente con alguna aplicación foliar.
Fin de ciclo y retrospectiva ¿Pudimos hacerlo mejor?
Deficiencias nutricionales limitan, por un lado, la productividad del cultivo de maíz, como también la calidad de los granos obtenidos (es bien conocida la relación entre los contenidos de nitrógeno y azufre y el porcentaje y valor nutricional de las proteínas del grano). Por ello, y aunque no existan en el mercado estímulos fuertes para el aumento de la calidad nutricional del maíz, la calidad de los granos obtenidos, medidos en términos de las concentraciones de los principales elementos, podría indicarnos posibles limitaciones ocurridas durante el ciclo del cultivo. Para el caso del nitrógeno, algunos estudios indican por ejemplo que con valores menores a 1,2% de nitrógeno en grano, los rendimientos pueden haber sido limitados por falta de este nutriente.
También puede monitorearse como fue la nutrición, particularmente la nitrogenada, midiendo la concentración de nitratos en la base de los pseudo tallos a cosecha, aunque esta no es una práctica común en los sistemas de producción argentinos.
Finalmente cabe recordar los beneficios de una adecuada fertilización van más allá del cultivo donde se aplica. En primer lugar, muchos nutrientes tienen efectos residuales, aprovechándose en el plazo de 2 a 5 años en promedio. Por otro lado, sitios fertilizados producen mayores niveles de biomasa, estimulando la acumulación de MO y elevando, de esta manera, la calidad productiva del suelo. Por otro lado, en los sitios no fertilizados, o fertilizados con bajas dosis, se registra un deterioro en el tiempo de la fertilidad química.