Sustentabilidad. Por Florencia Sambito

No hay escala para hablar de ella. Cuando de la Tierra que habitamos se trata, pero también de nuestra casa, de la familia, de la empresa que llevamos adelante, la sustentabilidad parecería ser el valor por excelencia. Repetido hasta el cliché, una vez más nos enfrentamos al riesgo de olvidar los sentidos que habitan tan […]
diciembre 3, 2013
Florencia Sambito

Florencia Sambito

No hay escala para hablar de ella. Cuando de la Tierra que habitamos se trata, pero también de nuestra casa, de la familia, de la empresa que llevamos adelante, la sustentabilidad parecería ser el valor por excelencia. Repetido hasta el cliché, una vez más nos enfrentamos al riesgo de olvidar los sentidos que habitan tan profunda expresión.

Sostenible según la RAE, es lo que puede mantenerse por sí mismo. Pero  sostener, ¿quién quiere sostener? Se confunden y no casualmente: sustentabilidad y sostenibilidad. Sostener una relación a pesar de que pesa, sostener el clima de fiesta en navidad, sostenes viejos que habría que tirar.

En ecología, la sostenibilidad describe cómo los sistemas biológicos se mantienen diversos y productivos con el transcurso del tiempo. Hacer equilibrio de una especie con los recursos de su entorno. Sube y baja de un recurso, explotado no más allá de su límite de renovación.

Con el propósito de analizar y replantear las políticas de desarrollo económico globalizador, reconociendo que el avance social se estaba llevando a cabo a un costo medioambiental alto, en el Informe Brundtland- elaborado por distintas naciones en 1987, para la ONU- se utilizó por primera vez la expresión desarrollo sostenible. Se lo definió entonces como aquel que satisface las necesidades del presente, sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Esto implica un cambio muy importante en cuanto a la idea “ecológica” de sustentabilidad, pues incorpora al contexto económico y social del desarrollo. El informe contemplaba en sus objetivos llevar a cabo dos tipos de restricciones: ecológicas, es decir, la conservación de nuestro planeta y morales,  esto es, renunciar a los niveles de consumo a los que no todos los individuos puedan aspirar.

El consabido incumplimiento puso de manifiesto la necesidad de llevar a cabo una nueva conferencia a nivel mundial. Así, en 1992 se llevó a cabo la Conferencia Sobre Medio Ambiente y Desarrollo, en Río de Janeiro. Lucio Capalbo estuvo allí. El Coordinador de la Fundación Unida, una ONG que trabaja en pos del fortalecimiento de los procesos de la sociedad civil en la sostenibilidad integral, cuenta que allí el tema era solo encarado en una de sus dimensiones: la práctica. Así, desarrollo sustentable sería aquel que responda a las necesidades del presente, al ritmo de las la renovación de recursos, sin comprometer a las generaciones futuras. Pero ¿qué serían las necesidades del presente? “Bajo lo que hoy propone el mercado como necesidades, ilimitadas, el desarrollo sustentable se convierte en un oxímoron. Ese tipo de desarrollo no es sustentabilizable”, nos dejó pensando Capalbo.

Hay algunos intentos de expandir el concepto. Desarrollo sustentable es crecimiento económico, equidad social y sostenibilidad ambiental. Pero lo cierto es que todos los proyectos se ubican más cerca del vértice del crecimiento económico.  Y lo digo porque sustentar es también defender una opinión.

Decir sustentable puede ser mala palabra. La ONU dice que en la actualidad el 20% más favorecido en términos materiales está utilizando el 87% de los recursos. El 20% más pobre, sólo el 0,8% de la riqueza. El gran factor olvidado es el consumo per cápita.

Sustentar es la a vez proveer el alimento necesario, “buscar el sustento”. A través de esta acepción y de aquella otra que dice que sustentar es conservar algo en su ser o en su estado, llegamos al concepto de agricultura sustentable, que es aquella en la que el sistema mismo genera los recursos necesarios para mantenerse a largo plazo. Sus practicantes conocen la responsabilidad de la producción de alimentos, a la vez que se toman más en serio la conservación de los recursos naturales, la diversidad biológica y cultural para las generaciones por venir.

Insustentabilidad: el Índice Planeta Vivo, elaborado por la WWF, muestra mediante un indicador numérico cómo ha cambiado la biodiversidad de la Tierra en los últimos 35 años. En este período,  el  índice ha descendido en casi un 30%. Eso quiere decir que, en poco más de un cuarto de siglo hemos perdido casi la tercera parte de la riqueza biológica y de los recursos de nuestro planeta. Se advierte que “actualmente, la demanda de la humanidad excede en cerca de un 50% la capacidad regeneradora del planeta, por lo que estamos destruyendo el capital natural, en lugar de utilizar tan sólo los intereses, que sería lo sostenible”.

Todo está mal, la historia te lo está diciendo, y el hecho mismo de estarlo pensando en vez de estarlo viviendo te prueba que está mal.

No caprichosamente Cortázar también aparece en esta segunda columna. La crisis ambiental no es otra cosa que una crisis del conocimiento; de las formas como la civilización humana ha pensado al mundo, la racionalidad a partir de la cual decidimos y actuamos en nombre de él.

Vale, por eso mismo, insistir en esta de-construcción de la sustentabilidad, como en la de otras palabras que ya no dicen nada. Para entender cómo llegamos hasta aquí, pero sobre todo para entender lo posible, arriesgar un poco de caos y dibujar otra dirección, hacia una racionalidad ambiental y un futuro verdaderamente sustentable.

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