Investigadores de la FAUBA ajustaron la alimentación en pre y posparto, momento en que los animales necesitan mucha energía. Reemplazaron el maíz por cascarilla de soja y mejoraron el consumo de alimento y el estado sanitario de las madres sin afectar la producción.
Por: Pablo A. Roset
(SLT-FAUBA) Veinte días antes y después de parir, las vacas en el tambo enfrentan un desafío: la producción de leche les exige tanta energía que no les alcanza la que obtienen de la alimentación. En ese ‘período de transición’ queman grasas de reserva, pierden peso y son susceptibles a presentar problemas de salud. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA) optimizó la dieta de las vacas lecheras reemplazando el maíz por cascarilla de soja. Las vacas consumieron más alimento y mantuvieron un buen estado sanitario. Destacan la importancia de incorporar manejos orientados al bienestar animal.
“El período de transición abarca cerca de 20 días antes y después de que la vaca pare. En ese momento, el animal demanda mucha energía para producir leche, y como el alimento no le alcanza, utiliza reservas de energía de grasa que tiene bajo la piel. Si el desbalance energético es grande, puede afectar mucho su salud”, explicó Nicolás Juliano, docente de Producción Lechera de la FAUBA.
La investigación de Juliano, cuya tesis doctoral en Ciencias Agropecuarias por la Escuela para Graduados FAUBA, se enfocó en el período de transición y en cómo reducir el problema de la energía. ¿Y cómo lo hizo? Optimizando la dieta de las vacas.
La estrategia fue bajar el contenido de maíz y reemplazarlo con cascarilla de soja, un alimento que hace que los animales se sacien más lentamente. “Así, deberían pasar más tiempo comiendo”, puntualizó.
Las vacas comen más
Los experimentos de Nicolás Juliano se realizaron en un tambo comercial ubicado en Suipacha, provincia de Buenos Aires. Allí, durante el período de transición, comparó en 24 vacas la dieta a base de cascarilla de soja vs. la usual con maíz. Las principales variables que midió fueron metabólicas —para estimar el balance energético— y el consumo de alimento diario.
“Tal como esperábamos, el resultado más importante fue que las vacas que consumieron cascarilla de soja ingirieron casi 2,5 kg más alimento por día. Eso también lo vimos reflejado en un desbalance energético menos severo y de menor duración. Entonces, prevemos que los animales pueden pasar un período de transición más saludable”, señaló el docente.
Y agregó que “además, a lo largo del estudio medimos la cantidad de leche que producían vacas con ambas dietas, y no detectamos diferencias. Por otra parte, tampoco surgieron enfermedades, y los controles de salud hepática fueron satisfactorios”.
El foco en la salud
Según Juliano, el enfoque en la salud durante el período de transición puede tener beneficios a largo plazo en la producción lechera. “Apostar por una dieta saludable para los animales se puede traducir en una mayor eficiencia productiva y probablemente en menores costos asociados a los tratamientos sanitarios o por la producción de leche no comercializable”.
“Sabemos que la estrategia que estudiamos ya se está implementando en algunos tambos comerciales. En general, se observa que los animales transitan este periodo en mejor estado y sin la potencialidad de riesgos más adelante en la lactancia”, afirmó.
“Nuestros resultados subrayan la importancia de adoptar enfoques preventivos que no solo impacten de forma positiva en el bienestar de las vacas lecheras, sino que también promuevan la sostenibilidad y la rentabilidad en la industria láctea”, concluyó Juliano.