Por: Martín Sánchez, Santiago Lorenzatti, Agustín Bianchini -OKANDU SA
Introducción
En la medida que el mejoramiento genético de soja evolucionó hacia mayores techos productivos, y los ambientes de producción han mejorado su calidad fisicoquímica y biológica, producto de buenos manejos agronómicos, el cultivo de soja ha podido expresar rindes crecientes y sostener pisos productivos más altos.
La correcta planificación permitirá alcanzar estos resultados que el cultivo ofrece, sea el de obtener altos rendimientos, como el de sostener niveles de producción altos en situaciones adversas. Resulta fundamental conocer las características del ambiente de producción para planificar el cultivo, eligiendo los planteos productivos que permitan maximizar su productividad.
En este artículo preparado para Horizonte A, repasamos las tecnologías más importantes en el cultivo, su impacto en el rendimiento, y su relación con las diferentes variables ambientales.
Conocer el ambiente. Su potencial y sus riesgos.
Como siempre mencionamos, el primer paso de una correcta planificación es la caracterización del ambiente.
La calidad del suelo resumida como capacidad de uso, junto a la oferta hídrica, tanto sea por el régimen hídrico como por la presencia de napa son las características del ambiente de producción más relevantes.
La productividad del cultivo de Soia 1° en los ambientes del Sudeste de Córdoba varía de forma marcada según la calidad del ambiente de producción (Grafico 1).
A su vez, también es importante conocer cómo la oferta de agua influye en la expresión de rinde del cultivo. En primer lugar, observando el comportamiento en función de la oferta de agua, expresado como rinde en función de ENSO (Niño, Neutro, Niña) (Grafico 2). Resulta importante analizar bien estas variables al momento de ajustar los planteos tecnológicos del cultivo.
También la presencia de napa en zona de raíces, impacta en la expresión de rinde el cultivo, (Gráfico 3), por lo que se torna clave una correcta caracterización de la misma, para el ajuste del plan de siembra del cultivo.
En la próxima campaña habrá que estar muy atentos a caracterizar bien cada ambiente de producción, ya que puede darse un segundo año consecutivo de bajo régimen hídrico (los pronósticos coinciden en que la campaña 2021/2022 apunta a una evolución menos perturbada, pero no exenta de riesgos). Además también se observa que las napas han bajado desde los niveles que registraban hace algunos años, y eso también constituye un dato a tener en cuenta, para diagramar con precisión el planteo a realizar en cada caso (ofensivo o defensivo según cada caso).
Fecha de Siembra
Para el cultivo de soja la etapa más crítica para la definición del rendimiento abarca los períodos de floración, fructificación y comienzos del llenado de granos incluyendo, aproximadamente, la fase R4-R6 (Kantolic et al., 2004).
La elección del genotipo (G) y de la fecha de siembra (FS) son las prácticas de manejo de mayor impacto sobre las condiciones ambientales que experimenta el cultivo de soja durante su ciclo de desarrollo; modificando, por ende, el rendimiento y los parámetros de calidad industrial. Antecedentes a nivel zonal, indican que la siembra en fechas tempranas sería una de las prácticas de manejo que permitiría maximizar los rindes potenciales (Visani et al., 2017; Murgio et al., 2015; Pagnan et al., 2016 y 2017).
En el mismo sentido Borrás et al informan similar comportamiento con un promedio de pérdida de 35 kg/ha/día de retraso en la fecha de siembra (Gráfico 4). A su vez también se destaca la importancia de comprender que si bien los máximos rindes se logran adelantando fecha de siembra, los pisos de rinde se logran en fechas intermedias (Gráfico 5). Esto es importante para ajustar el planteo a la variable ambiental antes considerada, comprendiendo en que situaciones buscar maximizar rindes y en cuales buscar estabilidad.
Gráfico 4 y Gráfico 5: Fecha de Siembra y Rinde (Borrás, Vitantonio, Massini – UNR)
Resulta claro que en el cultivo de Soja la elección de la fecha de siembra asociado al GM elegido tendrá alto impacto en la determinación del rendimiento potencial máximo; ya que su combinación determina la fecha en que transcurrirá el período crítico del cultivo.
Es importante considerar esta variable y ponerla a jugar en función de estar frente a un Año Niño o Niña. Experiencias en el sudeste de Córdoba mostraron que en años de mejor oferta ambiental los máximos rindes se logran en cultivos sembrados tempranos y con GM cortos; mientras que en años de oferta ambiental inferior los topes de rinde se logran en cultivos que retrasan el inicio del Período Crítico, lo cual se obtiene con fechas de siembras más tardías y GM más largos (Grafico 6).
Genética
El cultivo de soja ha progresado de la mano de la mejora genética, permitiendo elevar los techos productivos a una tasa de 44 kg/ha/año, lo cual representa el 1,1% de incremento anual, similar tasa de aumento que en el cultivo de maíz (de Felipe et al, 2016)
La red de ensayos de OKANDU muestra que la mejora genética logra incrementos de rendimientos a campo al comparar variedades de reciente aparición con genética de varios años atrás (Grafico 7). En 3 de los 4 años evaluados la variedad “nueva” superó a la “vieja” en rendimientos; con un incremento positivo promedio de 168 kg/ha.
En simultáneo al progreso genético, se ha logrado avanzar en desarrollos biotecnológicos, como la resistencia a Lepidópteros (clave en el norte del país), la tolerancia a un herbicida hormonal (tecnología que se estrena en esta campaña en Argentina y proporciona más herramientas de control de malezas de “difíciles”), o la tolerancia a factores abióticos adversos como sequía y salinidad, que permite ampliar el rango de ambientes de producción y especialmente reducir el riesgo de producción.
Por estas horas estamos viviendo las consecuencias que puede tener para nuestro sistema de producción la falta de estímulos y de reglas claras para la inversión en esta industria, clave para el desarrollo productivo, y que tanto ha incidido en el crecimiento de la producción nacional. Sin dudas que el escenario de producir sin eventos biotecnológicos implicaría un retroceso importante para el sector y generaría más riesgo empresario.
Es importante que se pueda sostener y profundizar el trabajo de mejoramiento en el cultivo de soja, ya que es el pilar de la producción nacional, y además porque los sistemas de producción evolucionan y permanentemente aparecen nuevos desafíos de gestión, como lo es la cuestión sanitaria, la resistencia de malezas y la aparición de nuevas plagas.
Nutrición
La nutrición y fertilización balanceada es considerada una de las Buenas Prácticas Agrícolas; siendo la fertilización con Fósforo, Nitrógeno y Azufre la que muestra respuestas positivas en la mayoría de las situaciones productivas para cultivos extensivos en la región pampeana. Generalmente, la fertilización se piensa en términos de rotación; aunque se sabe que hay cultivos que responden positivamente al agregado de determinados nutrientes, tal como es el caso de trigo y maíz con nitrógeno.
La Soja presenta un comportamiento muy peculiar desde el punto de vista nutricional. Si bien es capaz de mantener rendimientos relativamente altos en condiciones de baja fertilidad, por otra parte, presenta mayores requerimientos de nutrientes por tonelada de grano cosechado que los demás cultivos extensivos sembrados en la región pampeana (García, 2000). Esto hace que haya que prestarle mucha atención a la evolución de los parámetros de fertilidad de suelos, ya que es el cultivo que menos responde y a la vez el que más extrae.
En Okandu, durante 6 campañas se evaluaron diferentes estrategias de fertilización en Soja 1°, desde un testigo sin fertilizar, hasta tratamientos con altos aportes de fósforo y azufre (Gráfico 8). Tal como sucede a menudo en muchos campos productivos, en varios casos no hubo respuesta positiva en rendimiento con la fertilización de P+S en soja. Sin embargo, existe una campaña y campo en particular que mostró respuestas importantes. Justamente, la clave está en detectar esos ambientes en donde sí tenemos respuesta para acompañarlos con fertilizaciones acordes.
El cultivo de soja responde en rendimientos a la fertilización en ambientes deficitarios en Fosforo y Azufre, por lo cual es clave contemplarla al momento de planificar el cultivo (criterio de suficiencia) Gráfico 9
En la amplia gama de ambientes en que el cultivo no responde al agregado de fertilizantes se plantea la necesidad de pensar en la fertilización del lote (más allá del cultivo) con el criterio de reposición de nutrientes. “El P es un nutriente de baja movilidad y prolongada residualidad… por esta razón, tiene singular importancia el mantenimiento de estrategias de largo plazo que contemplen la restitución de la fracción que es exportada con los granos.” (Ing. Agr. -M.Sc.-Gustavo Néstor Ferraris). Hay muchas evidencias en ensayos de larga duración del impacto positivo que esta práctica tiene en la expresión de los cultivos en el mediano plazo.
Manejo variable
El manejo de Fosforo en el cultivo de soja se adecua perfectamente al manejo variable ya que es relativamente sencillo de diagnosticar y de aplicar tanto sea con fertilizadoras de voleo como por sembradoras. Tanto sea para el manejo según criterio de suficiencia como de reposición. En la zona hay experiencias alentadoras con este tipo de prácticas que propician la recomposición de fertilidad de forma más eficiente considerando la diferente provisión de P de los lotes y la variabilidad de rinde (extracción diferencial).
En una experiencia realizada por el Departamento de Producción de AGD en la localidad de Reducción, se logró corregir en 6 años la fertilidad manteniendo una fertilización variable de P con un criterio de reposición en función del nivel de P inicial y los rindes obtenidos en cada sector del lote.
Además de la reconstrucción de P, también se puede obtener respuestas en rinde por el hecho de fertilizar los sectores del lote con deficiencia de P. En esta misma experiencia conducida por el Departamento de Producción de AGD, se observó la respuesta en rinde a la aplicación variable respecto de la fertilización fija con arrancador en todos los cultivos que se sembraron en la secuencia (Gráfico 10)
Manejo de Enfermedades de fin de ciclo
La respuesta a enfermedades en el cultivo de Soja es muy variable, dependiendo de la condición ambiental para el desarrollo de las mismas, la susceptibilidad de las variedades y la presencia de inóculo. El manejo de esta variable requiere de conocimiento de la biología de los diferentes patógenos como así también de la fisiología del cultivo, del funcionamiento de los diferentes principios activos disponibles para el control y de las condiciones ambientales que median su interrelación.
En ensayos conducidos por Okandu a lo largo de 6 campañas (2014/15 a 2019/20) se observó una respuesta promedio de 15kg/ha, lo cual es prácticamente una nula respuesta en promedio (Grafico 11)
Sin embargo, al analizar todas las respuestas como casos individuales, es interesante observar que si bien la respuesta media es de 47 kg/ha, el 58% de los casos tuvo respuesta positiva en promedio de +229 kg/ha con respuestas máximas del orden de 600 kg/ha, mientras que el 42% de los casos arrojó resultados negativos con una respuesta promedio de -206 kg/ha (Grafico 12). Esto indica la importancia de distinguir correctamente aquellas situaciones de mayor probabilidad de respuesta, y actuar oportunamente.
Es importante destacar que en determinadas condiciones es posible encontrar a escala de lotes situaciones de alta respuesta a la aplicación de fungicidas, tal como sucedió en la campaña 2009/10 donde una presión alta de Mancha Ojo de Rana (MOR) permitió reflejar grandes diferencias de rendimiento por aplicación de fungicidas. Al respecto vale mencionar que muchas de las variedades que se siembran en la actualidad son susceptibles a este patógeno, por lo que será importante estar atentos a su evolución para poder manejarla con intervenciones a tiempo (en el caso que aumente la presión en la próxima campaña).
Brechas de rinde
Por lo expuesto, se evidencia que en el cultivo de soja resulta más difícil y complejo detectar diferencias significativas en rendimiento por manejos tecnológicos diferentes. Sin embargo, en los ensayos de tecnologías en soja conducidos por OKANDU en 6 campañas, la brecha entre el tratamiento de menor y el de mayor rendimiento fue en promedio de 762 kg/ha, equivalente al 15% de brecha de rinde (entre el 10% la campaña de menor brecha y 33% la de mayor diferencia). Es decir, que todos los años hay un diferencial de rendimiento a la hora de tomar decisiones de manejo; aunque no siempre tenemos claro de antemano el impacto real de aplicar una u otra decisión. (Gráfico 13).
Comentarios finales
El cultivo de soja debe seguir y profundizar la senda del incremento de rindes, y simultáneamente la adaptación a diferentes condiciones ambientales, pudiendo sostener un piso de rinde que permita la captura de renta por producción en las diferentes situaciones que se dan en el territorio argentino.
Es clave entender el rol del cultivo como parte de un sistema que incluya diversidad de cultivos y soluciones, a los fines de preservar y enriquecer el ambiente de producción y cuidar las herramientas tecnológicas que disponemos para producir a lo largo y ancho del país en todas sus realidades productivas.
Será importante que la industria de semillas encuentre las condiciones para desarrollarse y brindar soluciones acorde a cada problemática de la mano del progreso genético y la biotecnología.
Asimismo, también será importante acompañar este proceso con el desarrollo de nuevas soluciones tecnológicas que permitan competir de manera más eficiente con el complejo de malezas, plagas y enfermedades. Es necesario repensar el modelo de producción y apuntar a un sistema de manejo integrado.
La industria de maquinaria también acompaña el desarrollo del cultivo, tanto en siembra, pulverización y cosecha, colaborando en la implementación de soluciones, como es la agricultura por ambientes, que propone un mejor uso de insumos permitiendo lograr mejorar la rentabilidad y la gestión ambiental de la producción.
Por último será importante también seguir trabajando en investigación y extensión de los temas sensibles a la productividad del cultivo y sostenibilidad del sistema de producción, para lo cual seguirá siendo clave el rol de la Investigación y Desarrollo (I+D) pública y privada.