Locas pero juntas, siempre!

Por: Lic. Cecilia Vignau– Lic. en Administración Agropecuaria- Fue hace exactamente 4 años, una madrugada helada de agosto que Laura se quedó sola.  Y cuando digo sola no me refiero a que no tenía a nadie en su vida, sino a que se quedó sin compañero, sin el padre de sus hijos. Eso socialmente la […]
agosto 31, 2023

Por: Lic. Cecilia Vignau– Lic. en Administración Agropecuaria-

Fue hace exactamente 4 años, una madrugada helada de agosto que Laura se quedó sola.  Y cuando digo sola no me refiero a que no tenía a nadie en su vida, sino a que se quedó sin compañero, sin el padre de sus hijos. Eso socialmente la convirtió en una “mujer sola”.

Después de algunos años de violencia doméstica y totalmente incomprendida por gran parte de su entorno, que su marido la abandonara fue para todos un escándalo pero para ella representó un pequeño alivio. Lo que se venía no era fácil, había decidido quedarse en el campito que arrendaban y de la noche a la mañana se convirtió en titular de una explotación agropecuaria.  Tenía 4 chicos, uno en el colegio técnico rural, dos en la escuela primaria y uno en pañales pero estaba decidida a salir adelante.  Quería, como todas las mamás, un futuro mejor para sus hijos y estaba dispuesta a deslomarse para lograrlo.

Los primeros meses después de la mudanza de Hernán habían sido de mucha incertidumbre pero también de mucho apoyo.  Una eficiente red de contención que se apiadaba de su “desgracia” pero a la vez le recordaba que tenía que empezar a valerse por sí misma. Y si bien Laura estaba en ese entonces super motivada, nadie tuvo en cuenta que la producción agropecuaria es una profesión de riesgo. Que el rol de cuidadora y sostén de familia le impondría un condimento extra a su autoexigencia. Y que Laura estaba saliendo de una situación de violencia que durante largo tiempo supuso un nivel de estrés adicional.

Bastaron sólo dos años para que Laura empezara a mostrar las primeras señales de agotamiento, con caída de cabello, tensión en el cuello e insomnio. Después empezó a olvidarse algunas cosas pero le restó importancia.

Y hace 3 meses, rompió en llanto cuando se dio cuenta que la de 8 tenía piojos, de nuevo.  Fue entonces cuando empezó a sospechar que algo no andaba bien y barajó la posibilidad de hacer una consulta psicológica pero a gatas tiene tiempo de cumplir con el control ginecológico anual. ¿De dónde sacaría el tiempo y la energía para hacer terapia?

Laura no está simplemente agotada, tiene un problema de salud del que poco se habla y es difícil de diagnosticar.

Profesión de riesgo

La salud mental es el bienestar emocional, psíquico y social que permite llevar adelante los desafíos de la propia vida y de la comunidad en la que vivimos.  

Se considera que la salud mental está relacionada con nuestra forma de vivir y de trabajar, con la manera en que experimentamos nuestras relaciones y afectos. Con lo que sentimos hacia nosotros mismos, nuestros proyectos y actividades, el modo de disfrutar y de percibir el mundo y de afrontar los problemas y conflictos.  La salud mental influye en absolutamente todos los aspectos de nuestra vida.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cerca de 450 millones de personas en todo el mundo se ven afectadas por un problema de salud mental que dificulta gravemente su vida. La Organización también afirma que los problemas de salud mental serán la principal causa de discapacidad en el mundo para el año 2030.  Para ser un problema que parece tan grave, hasta la pandemia se le dio poca relevancia.

¿Existen porciones de la población que se pueden ver más afectadas? ¿Son las mujeres más propensas que los hombres al padecimiento de ciertas enfermedades mentales? ¿La producción agropecuaria suma un factor de riesgo extra? Pues parece que sí.

Un porcentaje significativamente más elevado de mujeres tienen problemas de salud mental. La OMS marca este porcentaje en torno al 70% (mientras que lo establece en un 30% para los hombres) en el caso de, por ejemplo, depresión y ansiedad.

Así mismo, los productores agropecuarios de todo el mundo enfrentan altos niveles de estrés asociados a largas horas de trabajo que son físicamente muy demandantes, climas impredecibles, regulaciones gubernamentales y vaivenes del comercio internacional. Pocos reconocen que ésta profesión puede afectar su salud mental.

En el año 2019 se dio una avalancha de suicidios sin precedentes entre trabajadores agrícolas en la India que llego hasta 28 casos por día.  Entre 2015 y 2019 se suicidaron en Francia una media de 370 agricultores por año.  No hay datos post pandemia pero todo hace suponer que si las cifras ya eran abrumadoras en 2019, la situación no puede haber mejorado.  Y sin ir más lejos, todos conocemos algún productor argentino que en la década del ´90 eligió el mismo destino.

Estrés y culpas

Sobre nuestra salud mental han existido durante siglos, muchos mitos e ideas erróneas. Se consideraba que, debido a nuestros ciclos hormonales, las mujeres éramos propensas a sufrir depresiones en distintos momentos de nuestras vidas, a mostrarnos irritables o tener muchos cambios de humor.  Sin embargo, a partir de los estudios e investigaciones, hoy sabemos que entre las mujeres se observa una mayor prevalencia de depresiones, ansiedad, somatizaciones y trastornos del comportamiento alimentario que están condicionadas por los factores psicosociales de género. Asimismo, podemos observar que ha aumentado el número de mujeres que padecemos estrés. Pero, ¿por qué estarías estresada Laurita?

Muchas de nosotras elegimos la independencia económica y solemos valorarlo como algo positivo para nuestra salud.  No obstante, los trabajos estresantes pueden suponernos mayor cansancio y tensión emocional. 

Adicionalmente a todo tipo de discriminaciones que podemos sufrir en el ámbito laboral nos veremos siempre obligadas a tener que demostrar nuestro valor, sólo por el hecho de ser mujeres.  Estrés asegurado.

Pero la frutilla del postre la tenemos en casa, con frecuencia los hombres no comparten la responsabilidad del trabajo doméstico y la educación de los hijos, por lo que nos vemos obligadas a realizar una doble jornada laboral.  La cantidad de horas que terminamos dedicando para cumplir con ambas es demencial.  

Para rematarla, este segundo trabajo no es remunerado ni reconocido por nadie porque está instalado en la sociedad que el rol de cuidadoras es nuestra obligación como mujeres.  Y está tan pero tan enquistado que terminamos sintiéndonos culpables de no atender suficientemente bien a la familia. NOS SENTIMOS CULPABLES

Y por último, debemos destacarnos en la vida laboral pero sin dejar de satisfacer las antiguas expectativas femeninas de ser atractivas, complacientes, buenas esposas y perfectas madres y amas de casa. ¿Cómo no nos vamos a estresar ante tanta demanda imposible de alcanzar?

Sumale que además tenemos que andar pensando si Putin no bombardeó otro puerto ucraniano y sube el precio del maíz! Las mujeres rurales no tenemos problemitas de salud mental, estamos re locas!!!

Estigmas

La mujer rural que se encuentra atravesando situaciones de estrés, que le provocan depresión y ansiedad está viviendo en la injusticia de un triple estigma: Es mujer, tiene un problema de salud mental y vive en un entorno rural.  

Su rol de cuidadora eterna le impide reflexionar sobre el autocuidado que no llegará hasta el momento en que deja de ser cuidadora de padres e hijos a su cargo.  

Vivir en una zona rural es estar condenada a la incomunicación.  La falta de infraestructura de transporte e internet la obligan a vivir con el impedimento de acceder a los servicios de salud mental.  El mayor aislamiento y menor acceso a los recursos en las zonas rurales conlleva que para acceder a consultas médicas del sistema público de salud haya que desplazarse a pueblos más grandes y, en el caso de la especialidad de salud mental, muchas veces únicamente se atiende en los hospitales de las ciudades.

La incomprensión generalizada sobre el problema la obliga a seguir adelante mientras el cuerpo se lo permita. Y si encuentra el tiempo de sentarse a pensar en el futuro, se preguntará ¿Qué pasa si no puedo trabajar más? Si la salud mental puede generar discapacidades ¿Quién cuidará de mí y de mis hijos? Porque si hay un lujo que no se puede darse, es decaer.

Las mujeres rurales, al igual que todas las demás, debemos encontrar un tiempo para nosotras mismas y realizar actividades que nos ayuden a liberar estrés y relajarnos. Mucho más fácil decirlo que lograrlo.

La salud mental y emocional no es algo de debamos tomar a la ligera pues termina repercutiendo en las personas que nos rodean, aquellas que están a nuestro cargo y cuyas vidas dependen de nosotras.

Siempre juntas

Combatir los estigmas para que podamos salir de la vergüenza e invisibilización será el primer paso para buscar ayuda.  Crear redes y espacios de pertenencia en los cuales nos podamos apoyar entre nosotras, será clave a la hora de sobrellevar problemas de salud mental en el ámbito rural.  

Que ninguna mujer se sienta sola cuando el agotamiento, la ansiedad o la depresión golpeen su puerta será responsabilidad de todas. Espalda con espalda será la mejor manera de pelear contra el gran flagelo de la sociedad moderna.  Locas pero juntas, siempre!

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