Por Margarita González – Directora de Agronomía de Yara para Latinoamérica
Cada 13 de octubre, quienes trabajamos para contribuir al sistema de producción alimentario celebramos el Día Mundial del Fertilizante. El deterioro del perfil nutricional de los suelos en gran parte de América Latina y sobre todo en la Argentina, nos impulsa a apoyarnos en esta fecha para generar conciencia acerca de la problemática. Sin embargo hay otra amenaza, que tiene relación con esta y que tampoco podemos ignorar: el cambio climático.
La agricultura es el sector en el que se ve más claro el daño que está produciendo el cambio climático. Calor y precipitaciones excesivas, sequías, inundaciones, aumento de plagas y enfermedades de las plantas están amenazando la capacidad de los agricultores para producir y mantener cultivos de calidad en forma sostenible. De hecho, según investigaciones del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias, es probable que de aquí al 2050 se vean alterados los terrenos aptos para cuatro alimentos básicos como maíz, trigo, arroz y papa, y que muchos de sus agricultores tengan que cambiar de cultivos.
Y así como la producción de alimentos es una de las principales víctimas del cambio climático y el deterioro de los suelos, también hay que reconocer que es ella misma una actividad que contribuye a potenciar esos problemas cuando no se emplean buenas prácticas agrícolas.

Sin ir más lejos, hay mucho por hacer para mejorar el perfil nutricional de los suelos colaborando al mismo tiempo con la reducción en la huella de carbono. En este sentido es vital brindarle a los cultivos una nutrición balanceada que logre un buen desarrollo radicular y foliar, ya que que cuanto mayor sea el crecimiento y la sanidad de las plantas, mayor será su capacidad de capturar dióxido de carbono. Esto ayudará también a incrementar los rendimientos productivos y por consiguiente el volumen disponible de alimentos, disminuyendo la necesidad de continuar ampliando las fronteras agrícolas en detrimento de los bosques nativos.
Por otra parte debemos tener en cuenta que si bien la fertilización es fundamental para ofrecer una nutrición balanceada a los cultivos, no todos los tipos de fertilizantes tienen la misma huella de carbono. Los de última generación, como por ejemplo aquellos basados en nitratos, tienen un impacto sustancialmente menor en comparación con los convencionales, que son los más extendidos actualmente en la agricultura.
Hoy está en riesgo la sustentabilidad del planeta, así como nuestra capacidad para alimentar a las futuras generaciones. Por eso es tan importante tomar con seriedad el cambio climático y, desde la agricultura, llevar adelante una estrategia de fertilización que ayude a producir mayor cantidad de alimentos, con mejor calidad nutricional, en el menor espacio posible y utilizando fertilizantes que reduzcan la huella de carbono. Cuando estemos avanzando con firmeza en esa dirección, todos entenderemos mejor cuando digamos “¡Feliz día del fertilizante!”.